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Opinión

Adair Turner

Es común que el debate sobre política climática gire en torno de los costos de descarbonizar la economía (sobre todo en sectores industriales como la producción de acero y cemento). Pero en general, esos costos son asombrosamente bajos, y el mayor problema no está en los productos industriales, sino en los alimentos.

Por ejemplo, el último informe de la Comisión sobre Cambio Climático del Reino Unido indica que para neutralizar en 2050 la emisión neta de gases de efecto invernadero del RU apenas habría que reducir el PIB británico un 0,5%. Y el informe «Making Mission Possible» de la Energy Transitions Commission calcula que esa misma meta, trasladada al total de emisiones de los sistemas energéticos, edilicios, industriales y de transporte del mundo, también supone reducir el PIB mundial un 0,5%.

Estos cálculos son muy inferiores a los de estudios anteriores. El histórico Informe Stern sobre la economía del cambio climático, publicado en 2006, calculaba una pérdida de entre 1 y 1,5% del PIB sólo para lograr un 80% de reducción de las emisiones.

Las nuevas y bienvenidas cifras surgen de una reducción enorme e imprevista del costo de tecnologías clave: la generación eólica de electricidad en tierra se abarató un 60% en sólo diez años, las células fotovoltaicas para la generación solar se abarataron un 80%, y las baterías, un 85%. Estos costos ya son tan bajos que en muchos sectores, la descarbonización de productos y servicios terminará beneficiando a los consumidores.

Por ejemplo, el «costo sistémico total» de mantener sistemas eléctricos con emisión casi nula de carbono (incluido en esto los mecanismos de almacenamiento y de respuesta a variaciones impredecibles en el caso de fuentes como la eólica y la solar) será a menudo inferior al de los sistemas actuales basados en combustibles fósiles. Y dentro de diez años, la compra de autos eléctricos beneficiará a los consumidores en todo el mundo, ya que el precio de los vehículos será ligeramente menor, y el de la electricidad para impulsarlos será muy inferior al costo actual del diésel y de la gasolina.

Pero en algunos sectores más difíciles, como la producción de acero y cemento y el transporte marítimo, la descarbonización puede generar grandes costos. Mucho antes de 2050 será posible una producción de acero totalmente descarbonizada mediante el uso de hidrógeno como agente de reducción en vez de carbón de coque, o añadiendo mecanismos de captura y almacenamiento de carbono a los hornos tradicionales. Pero eso puede aumentar un 25% los costos (alrededor de cien dólares por tonelada de acero). Para el transporte marítimo a larga distancia se pueden usar barcos impulsados por amoníaco o metanol, pero el costo del combustible subirá más del 100% y la tarifa de flete un 50%. Como señala Bill Gates en su nuevo libro How to Avoid a Climate Disaster, en algunos sectores la descarbonización supone un adicional de costos respecto de las tecnologías actuales.

Por eso es esencial dirigir proyectos de investigación y desarrollo e inversiones hacia la búsqueda de tecnologías novedosas que puedan reducir este adicional. Pero también es importante comprender que incluso si eso no fuera posible, el costo de la descarbonización de esos sectores será tan pequeño que los consumidores apenas se darán cuenta.

¿Cuánto acero compró usted el año pasado? A menos que sea gerente de compras de alguna empresa, es casi seguro que no compró nada directamente. Pero los consumidores adquieren acero indirectamente, incorporado a los productos y servicios que consumen: autos, lavadoras, atención médica provista en un hospital (en cuya construcción interviene el acero). Cifras de la Asociación Internacional del Acero indican que «el uso real de acero per cápita» en Europa y Estados Unidos es entre 300 y 400 kilogramos al año. Así que si el precio del acero aumentara cien dólares la tonelada, a los consumidores eso les costaría treinta o cuarenta dólares.

Esa cifra insignificante refleja la diferencia crucial entre calcular el adicional de costo para los bienes intermedios y hacerlo para los productos finales. Incluso si el precio del acero aumentara un 25%, el precio de los automóviles no llegaría a aumentar un 1%. Y aunque los fletes marítimos subieran un 50%, el precio de ropas o alimentos importados apenas se vería afectado.

Pero un aumento de costos para los productos intermedios plantea un problema importante a las autoridades. Una acerera que se comprometa a cumplir metas de emisión nula estará en enorme desventaja frente a competidores que no hagan lo mismo. Este problema puede resolverse cobrando un impuesto a la emisión de carbono en los sectores de industria pesada, pero sólo si se aplica en todo el mundo o se combina con aranceles de frontera contra los países que no estén dispuestos a cobrar el impuesto.

En transporte marítimo, la Organización Marítima Internacional puede dictar normas que garanticen un cumplimiento uniforme de las empresas, con mínimo costo adicional para los consumidores.

Pero en el sector alimentario, las diferencias de precios y las preferencias de los consumidores no son un tema menor. Casi nadie compra acero en forma directa, pero todos compramos alimentos, e incluso en los países ricos esto supone entre el 6 y el 13% del gasto total de los hogares (y mucho más en los sectores de bajos ingresos). Un costo adicional del 10% en los alimentos afectará más a los consumidores que un 100% en el caso del acero.

Además, dentro del sector alimentario la producción de carne es particularmente contaminante. Las emisiones de metano del ganado y del estiércol inciden más sobre el calentamiento global que las tres gigatoneladas de dióxido de carbono emanadas de la producción de acero; a esto hay que sumar otras cinco gigatoneladas de CO2 que resultan de cambios en el uso de la tierra, por ejemplo cuando se desmontan áreas de bosque para plantar soja destinada al ganado.

Aunque aquí también puede haber soluciones tecnológicas, sigue habiendo grandes desafíos. A los consumidores no les preocupan los detalles específicos del acero que consumen indirectamente, pero quienes comen carne tienen ideas muy precisas respecto de la textura y el sabor de los cortes, que la producción de carne sintética todavía no puede reproducir. Y si bien el adicional de costo de la carne sintética respecto de la de origen animal se está reduciendo, tiene que llegar a casi cero para no tener un efecto importante en el presupuesto de los consumidores.

Sin embargo, esto puede cambiar si la gente adoptara dietas con menos consumo de carne y más de vegetales (que además, son más baratas). En ese caso, el sector de los alimentos se parecería al transporte terrestre: la descarbonización supondría para los consumidores un beneficio, en vez de un costo adicional.

Traducción: Esteban Flamini

1 de abril 2021

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/falling-cost-of-zero-carbon...

 5 min


Alejandro J. Sucre

Entendemos luego de los centenares de casos de corrupción anunciados hasta por los mismos oficialistas que el dinero de Pdvsa era usado muchas veces para la corrupción y la contaminación del sistema financiero internacional. Entendemos que las naciones más afectadas como EEUU debía tomar cartas en el asunto ya que su sistema financiero estaba siendo utilizado. Sin embargo, pensamos que el gobierno de EEUU tenía y tiene otras alternativas para proteger su sistema financiero que no perjudiquen tanto a la economía venezolana. Podría proponer un comité de tesorería o de contraloría que apruebe proveedores y pagos y poner esa condición a Pdvsa para levantar las sanciones. Este comité de auditoría y tesorería podría revisar credenciales de contratistas y pre-aprobar pagos. Las sanciones parecieran que más bien y principalmente debilitan a los ciudadanos venezolanos y fortalecen a los dirigentes políticos de oposición y del oficialismo. EEUU debe buscar mejores alternativas a las sanciones actuales a Pdvsa que permitan separar la actividad económica de la contaminada vida política. El oficialismo abrió puertas para que la economía dependa más de los ciudadanos y eso es importantísimo.

No obstante el oficialismo y la oposición pueden hacer mucho para reactivar la economía sin esperar que EEUU levante las sanciones a Pdvsa. Los funcionarios públicos municipales, estatales y nacionales por décadas han acumulado muchos vicios administrativos que deben corregirse y afectan a la población más que las sanciones.

Las áreas de acción que podría implementar el oficialismo para mejorar sustancialmente la vida de los venezolanos y que no dependen de las sanciones de EEUU son:

1.- Vacunar: el oficialismo puede y debe importar vacunas de sus aliados chinos o rusos para solventar el gravísimo problema de salud pública y que paraliza que a los ciudadanos. También puede permitir que el sector privado las importe. Es de vida o muerte. Con una campaña de vacuna la población venezolana podría dedicarse de lleno a producir ya que cesaron los controles de precios y de cambio. Eliminaríamos el 7x7 que va a 7 x14 y seguirá el camino del 7 x 30 si no hay vacuna.

2.- Limpieza y mejora de toda la infraestructura publica: el mantenimiento de la vialidad, de los hospitales, de los colegios y de las universidades, los sueldos y rediseños de todos los sistemas y especialmente el educativo no requieren de grandes nuevos recursos sino solo mejor criterio y mejor alta gerencia en nuestras instituciones. La diferencia entre los países desarrollados y los eternos subdesarrollados se reduce a que sí limpian los baños públicos, sí funcionan los ascensores en los edificios del Estado, sí hay semáforos e iluminación vial adecuada, sí los conductores aprueban exámenes de manejo sin sobornar, sí hay nivel de mantenimiento, sí los profesores actualizan los currículos académicos y sí los alumnos no se copian. No requiere eliminar sanciones ni dinero, cambiar esa cultura de botar basura en las calles, de robar alcantarillas, de no tener repuestos en Cantv y no programar reparaciones. Los venezolanos tenemos miles de problemas de fácil solución que podemos adoptar sin esperar por las sanciones de EEUU. Toda obra o contratación del Estado nacional o regional debe ser licitada. Cada empleado público debe presentar informe de rendición de cuenta. Ninguna de las mejoras burocráticas requiere que EEUU quite las sanciones.

3.- Reingeniería de procesos para atender las necesidades de la población y de la empresa privada.

El oficialismo tiene en su poder hacer una reingeniería para que todas las oficinas de la Administración Pública y las sanciones no lo impiden. Todo trámite administrativo debe ser agilizado. Cualquier documentación como cédula, pasaportes, notarias, gestión de documentación ante cualquier instancia gubernamental, aduanas, ahora alcabalas y peajes que generan colas infinitas, deben ser de lapsos mínimos. Todo jefe de oficina debe hacer reportes trimestrales de los resultados de gestión. Todas las empresas del Estado y ministerios deben preparar informes trimestrales donde rinden cuenta de los resultados. Toda privatización debe ser con participación ciudadana. El Banco Central de Venezuela debe fijar un racional económico de manejo de la liquidez monetaria para evitar las continuas devaluaciones y la inflación proveniente del clientelismo, la ineficiencia del gasto fiscal y la corrupción. La Cantv, Hidrocapital, las empresas eléctricas todas deben ser medidas por resultados trimestrales o cambiar a sus gerencias. Instalar sistemas de rendición de cuentas de los organismos públicos de todo nivel y en todo el país. Nada de esto depende de las sanciones y cambiarían el país en positivo. Esto lo puede hacer el oficialismo, y esta debe y debió ser la agenda de la oposición.

Hay centenares de comunidades en el interior del país sin colegios apropiados, sin hospitales y sin infraestructura para el desarrollo de las ricas tierras, y el impulso del turismo y la minería. Si el gasto fiscal y la gerencia del Estado hubiese sido eficiente no dependiéramos tanto de sanciones externas.


twitter@alejandrojsucre

 3 min


Carlos Raúl Hernández

Las emociones son prescindibles y hasta el propio cuerpo al extremo que se le desprecia... Lo que llaman la Singularidad será el mundo después de la rebelión de las máquinas (circa) 2045, como en Matrix y Terminator.​

Muy fácil, según un video sobre los asombrosos avances de la medicina. La impresora 3D esculpe en colágeno el chasis de un “parche” cardíaco, diseñado por los tratantes. Luego se rellena de células de laboratorio IPS (madre) y se coloca en la parte necrosada por el infarto. Al poco tiempo el tejido regenera y la huella del trauma se repara. Joseph Murray recibe el Premio Nobel en 1990 después de formular su teoría de las cuatro R de la medicina: remover, reparar, reemplazar y regenerar.

En 1954 Murray hizo el milagro: el primer trasplante de órgano humano, un riñón. Diez años después Christiaan Barnard realiza el primero de corazón. En las últimas décadas, como lo informó ampliamente Hollywood con varias super bombas, Terminator, Robocop y Matrix entre muchas, se difundió la teoría cyborg. Los ciberorganismos serán mixs de seres vivos con altas tecnologías convergentes, cómo aclara Schwarzenegger.


Estas son las NBIC (nanotecnología, biotecnología, inteligencia artificial y ciencias cognitivas) De allí la explosión de ideologías de moda, post humanismo y transhumanismo que ocupan el debate intelectual, un hervidero de contradicciones, como siempre, entre revolucionarios y moderados, proaccionistas vs. precaucionistas. Yuval Harari, de los primeros, promete la inmortalidad. Piensa que “el Hombre ha creado muchos dioses y ahora será un dios”. Los segundos son más discretos.

Superman contra Matusalén
El optimismo nace de asombrosas longevidades. Sequoias y olivos que viven sobre mil años, tiburones de cuatrocientos y almejas de seiscientos. La hidra, un microorganismo de agua dulce, y ciertas medusas, no envejecen. Parecen ser inmortales las células cancerosas Hela, que se reproducen frenéticamente en los laboratorios a 70 años de la muerte de su víctima. La esperanza nace de develar sus secretos.

Grandes laboratorios consagran esfuerzos. La respuesta, ya cercana, para algunos marca el fin de la era del Hombre, que dará paso al superhumano mental y físico. Durante el siglo XX la expectativa de vida aumentó tres años cada diez. En Japón y España llegó a 84 años, y ahora a 110 para los recién nacidos. A este ritmo, las NBIC harán que cada diez años la vida se alargue diez.


Habrá tratamientos para rejuvenecer las células, seremos cada día más jóvenes y burlaremos la muerte. Para Aubrey de Grey, Ph. D. (Cambridge), ya nació quien vivirá mil años. Google trabaja en nanorobots que se inyectarán intravenosos, teñirán la piel de azul donde haya células cancerosas, y lo trasmitirán al disco duro, red o aplicación móvil. La prevención oncológica será simple y doméstica. Alguien dijo que dentro de 25 años, morir será optativo. porque vejez y muerte son enfermedades y la cura está cerca.


En Silicon Valley se creó un thing-tank, la Universidad de la Singularidad, radicada en la NASA. Varias personas se hacen llamar cyborg por implantarse dispositivos hasta ahora pintorescos o bien artísticos. La española Moon Ribas insertó sensores en sus pies que la hacen un sismógrafo humano, y ella traslada esas vibraciones a la percusión. Su amigo, el británico Neil Harbisson, implanta una antena en su cabeza para escuchar las vibraciones de los colores, una experiencia difícil de imaginar y cuyos beneficios no lucen muy claros.

Superniñas
Pero hay asuntos de fondo. Mediante la intervención del genoma humano se podrá crear, eliminar o alterar a quienes nacerán, de acuerdo con nuestro gusto (un médico chino manipuló los fetos de dos niñas para hacerlas inmunes al SIDA sin prever las secuelas). Para Robert Nozick las parejas jóvenes diseñarían a sus hijos en el “supermercado genético”, estaturas, propensiones, sensibilidades, y eliminarán posibles patologías.

Se dicen cosas insólitas. Peter Sloterdijk, que el Hombre ha fracasado, porque el proyecto de la Ilustración, -la educación y la ciencia-, no creó la sociedad armónica de las bonachonas tesis de Rousseau en Emilio. Pero la utopía del mundo feliz, nace precisamente de la revolución, el proyecto de Sloterdijk, y de la anti ilustración alemana cuestionó la ciencia y la modernidad, corruptoras del hombre nuevo, puro, sin egoísmos.


Deslumbrantes mujeres, a quienes me maravilló ver y oír, hacen puré la papa posmoderna. Ana Postigo, Ph. D en bioética de la U. Francisco de Vitoria; María Blasco, directora del Centro Nacional de Oncología de España y Martha Nussbaum, Ph. D en ciencia política de Harvard. Coinciden en que los saberes construidos por el “fracasado” Hombre, son las maravillas que enarbola el transhumanismo.


Los seres humanos hacen la guerra y exhiben sus miserias, pero escribieron la Ilíada, la Comedia, el Quijote y existieron Mahler, Picasso, Colón, Neil Armstrong y Beethoven. Lo que no parta de la condición humana, sino de negarla, es aberrante. Las emociones son prescindibles y hasta el propio cuerpo al extremo que se le desprecia. Ray Kurzweil, jefe de ingenieros de Google, trabaja en la idea de pasar la mente a un disco duro y así vivir por siempre, en las redes. Lo que llaman la Singularidad será el mundo después de la rebelión de las máquinas (circa) 2045, como en Matrix y Terminator.


@CarlosRaulHer

 4 min


Berna González Harbour

La estrategia que hoy se practica en política es tan competitiva, tan amarrada a la apariencia de certezas y a la culpabilización del contrario que el perdón que ha pedido Angela Merkel por sus errores se ha convertido en noticia. El Entschuldigung (lo siento) pronunciado el pasado 24 de marzo por la canciller alemana ante la prensa, dando marcha atrás a un nuevo confinamiento extremo que generaba gran resistencia, ha resonado con fuerza en un contexto complicado por la pandemia y por la crisis, pero, sobre todo, por una cultura política que no contempla pedir perdón.

En los años setenta y ochenta se abrió paso desde Estados Unidos una adaptación de la estrategia militar a las campañas electorales que implicaba un espíritu de guerra abierta, de no dar ni agua al rival y de defender cada palmo de terreno ganado sin reconocer errores, cuenta María José Canel, catedrática de Comunicación Política de la Universidad Complutense.

Esto se extendió a la comunicación de los gobiernos y dio paso a este tiempo en que el hecho de que un jefe de Gobierno pida disculpas constituye una muestra inconcebible de vulnerabilidad. Como veremos, esto puede cambiar. “En la ley de la política, que premia a los más fuertes, pedir perdón puede ser interpretado como una debilidad y por tanto como un modo de autoexcluirse de un partido de tenis en el que la clave es ganar el último punto”, señala Javier Gomá, autor de la Tetralogía de la ejemplaridad. Lo que es signo de fortaleza humana puede ser interpretado como fragilidad política.

Pedir perdón no fue solo la opción de Merkel en su rueda de prensa del mes pasado, sino de Hillary Clinton después de perder las presidenciales de EE UU en 2016; de la ministra principal del Gobierno autónomo de Escocia, Nicola Sturgeon, por un examen erróneo a estudiantes el año pasado, o de la británica Theresa May, en 2017, por su gestión del Partido Conservador.

En España hay pocos precedentes, pero uno de ellos ha sido el ministro Salvador Illa, el más votado en las elecciones de febrero en Cataluña al frente del PSC. No solo pidió disculpas por asistir a una fiesta, sino que reconoció errores en la gestión de la pandemia y —el summum de la antipolítica actual— se atrevió a señalar virtudes de sus adversarios. “La base de la política es la credibilidad y para mantenerla, si tienes conciencia de que te has equivocado, debes reconocer el error”, analiza ahora. “Supongo que no se practica más porque parece que facilitas la crítica al contrario, pero ya hay una ciudadanía muy adulta en términos políticos. Yo tuve claro desde el primer momento que el requisito para que la gestión de la pandemia funcionara bien era no sacar rédito de ello”.

Los manuales de liderazgo aconsejan mostrarse seguros, no dejar pasar ninguna oportunidad de denigrar al adversario y cooperar solo cuando sea imposible competir, sin reconocer errores ni pedir nunca disculpas, sostiene el filósofo Daniel Innerarity.

Solo tendría sentido pedir perdón cuando hay segundas oportunidades. “Y uno de los problemas actuales de la política tan acelerada es que apenas concede segundas oportunidades”, afirma. “Genera políticos ansiosos”. Para el asesor de comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí prima una estrategia de supervivencia y beligerancia política que no deja espacio a matices. “España está en una fase competitiva de tintes dramáticos”, apunta.

Ante los riesgos de reconocer errores, los políticos optan por el viejo manual de: 1) negar las crisis, 2) reconocerlas solo si no hay más remedio aunque sin atribuirse la responsabilidad, y 3) echar la culpa a un tercero. Es la estrategia que ha llevado a la polarización extrema en Madrid de una forma que, según Verónica Fumanal, presidenta de la Asociación de Comunicación Política, no tiene marcha atrás. “Ayuso ha optado por culpabilizar al Gobierno como estrategia política. Si ahora asumiera otro discurso y hablara de gestión se hundiría, porque ha hecho su estrategia de esa culpabilización ajena y ahora no la puede cambiar”. Para Fumanal, Pedro Sánchez también tendría que haber asumido que se precipitó al dar por derrotado al virus. “Debió reconocer ante la sociedad que esta pandemia tiene una cuestión contingente que escapa a nuestro control. No somos omnipotentes”.

La necesidad de que los líderes sean infalibles, de que tengan siempre respuestas e infundan confianza, está agudizada por la pandemia, sostiene la politóloga Cristina Monge. “Los miramos como a las azafatas en un vuelo con turbulencias; si ellas están nerviosas, mala señal. Cuando hay turbulencias en la sociedad, miramos a los políticos. Y pedir perdón significa que no tienen esas respuestas”. En algunos países nórdicos existe un formato de legislación provisional de prueba-error (sunset law) que permite a los gobernantes ensayar fórmulas y corregirlas rápidamente si no dan resultados. En España, opina Monge, sería impensable reconocer que no se tiene la verdad absoluta.

La disculpa y el perdón pertenecen a un terreno de conciencia muy arraigado en la cultura religiosa europea y con matices muy distintos según el origen luterano o católico. El ejemplo por antonomasia en España fue aquel “lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir” que entonó el rey Juan Carlos en 2012 tras su caída en un safari en África mientras el país se sumía en la honda recesión. “Fue balsámico por el halo divino de la Monarquía, y fue buena la ejecución: en el pasillo, con muleta, una persona frágil que parecía un igual, alguien que podía equivocarse como cualquiera”, dice la comunicadora Fumanal. Pero no estuvo acompañado de algo imprescindible, apunta: el propósito de enmienda. Los católicos, al fin y al cabo, pudieron siempre conseguir el perdón mediante bulas, sin necesidad de rectificación ni contrición, analiza el asesor de comunicación Gutiérrez-Rubí.

Es más fácil pedir disculpas en la recta final de un mandato, como ha hecho Merkel, cuando uno ya no se juega los votos. Pero mientras están en lucha, prima la defensa propia y la culpabilización del enemigo. La conoce bien Illa: “En Cataluña la victimización de los independentistas y la culpabilización al otro por no facilitar recursos o competencias, lo que llamo el pimpón político, ha sido corriente, pero es cada vez más una mala estrategia”. Ese “cada vez más” aúna las esperanzas de los consultados. Cansados de polarización, de enfrentamientos, algunos encuentran en la sociedad un apetito de confianza y honradez que puede ayudar a cambiar de paradigma: “La sinceridad, la responsabilidad y la autenticidad pueden ser muy valiosas para cambiar las dinámicas”, asegura Marta Rebolledo, profesora de Comunicación Política. “Pedir perdón da la oportunidad de reconectar con los ciudadanos y diferenciarte de los rivales que no son capaces de hacerlo”, añade Gutiérrez-Rubí. La sociedad es hoy más ilustrada y exigente: está pidiendo moralidad, ejemplaridad más allá del cumplimiento de las normas, opina el filósofo Javier Gomá. La tarea moral pendiente ya no es ser libres, sino ser libres juntos, afirma, y esto consiste, entre otras cosas, en sentir “asco” ante determinados comportamientos que atropellan la dignidad. “Hemos conquistado la mayoría de los derechos en época moderna por el asco que nos producía su atropello”, subraya. Esa evolución hacia una sociedad más exigente es clave en estos momentos de incertidumbre, señala la catedrática Canel: “La comunicación más auténtica es la única que puede triunfar. Se va abriendo camino un estilo en que eres más digno de confianza si reconoces lo que has hecho mal que si no lo haces. Y lejos va quedando esa estrategia de guerra que se aplicó desde los setenta”. El tiempo dirá.

9 de abril 2021

El País

https://elpais.com/ideas/2021-04-10/por-que-lo-politicos-nunca-piden-per...

 6 min


Américo Martín

Que Enrique Krauze, muy apto historiador mexicano, llame «caudillos» a los sacerdotes Hidalgo y Morelos, al tiempo que a ese extraño líder de mirada dominante y fulminante, que fue Antonio López Santa Anna y también al general Porfirio Díaz, nos da una idea de lo contradictorio, impreciso y ambiguo del concepto mismo. Recaen sobre Morelos, Santa Anna y Díaz los juicios más excluyentes. Díaz, uno de los más rutilantes hasta el momento de ser derrotado, fue expulsado para siempre del país. Fue enterrado en un cementerio parisino. Y ahí sigue sin que ni los que guardan opiniones más justas acerca de su gestión pidan que sus restos sean repatriados.

… que digan que estoy dormido

y que me traigan aquí

México lindo y querido

si muero lejos de ti.

Nuestro Laureano Vallenilla describió a Páez cual gran caudillo de los llanos occidentales.

Laureano le daba valor a cada palabra. Un poderoso César, sí, de fuerza férrea, pero de y para la democracia. Un gendarme o dictador que controlara turbulencias sociales y políticas.

Ocurre que atribuir a Páez o a Monagas la condición de caudillos no lleva connotaciones negativas, se trata de un calificativo afectuoso que denota admiración, al igual que se lo propone el gran educador argentino Domingo Faustino Sarmiento con el caudillo Juan Facundo Quiroga, un recio samán, tallado a golpes de hacha al igual que José Antonio Páez en su forja viril desde que ejerció los trabajos más duros en la hacienda donde se refugió para no pagar el homicidio que cometió contra un temerario que pretendió robarlo.

El caudillo de los llanos occidentales, el Centauro, fue uno de los grandes líderes de la Emancipación. Pero siguen en pie los equívocos. Le lloverán cargos difíciles de aceptar que lo presentan como traidor a Bolívar. A las malquerencias contra el catire se han unido los seguidores de un Bolívar impostado, que no cabe en el molde que le han construido quienes pretenden usurpar los legítimos títulos de grandeza erigiéndose en sus legatarios o salvadores destinados a completar lo que al Libertador supuestamente «le falta por hacer todavía».

En nombre de la revolución estos novedosos sucesores han querido culminar la aún inconclusa gestión del principal héroe de la Independencia. Pero un rápido vistazo a los escombros que han dejado basta para medir la magnitud de su retroceso histórico.

Permítanme evocar esta cuestión de los caudillos para bien o para mal. Aunque de antemano el dilema puede resolverse, usando la inteligencia o prescindiendo de ella en uno u otro sentido. Creo que un dictador sanguinario tendría una palabra que decir al respecto.

Haciendo un balance de sus casi tres primeros lapsos de su ya larga dictadura, Juan Vicente Gómez —el gendarme necesario en que pensaba Vallenilla Lanz— dijo en el Capitolio Federal: «Los cinco primeros años solo pude emplearlos para acabar uno a uno con los caudillos, sin lo cual no estaríamos en el auge que ahora hemos comenzado a disfrutar».

El caso es que hasta sus más drásticos enemigos reconocen que pacificar el país liquidando a los caudillos, sí fue un mérito del viejo tirano. Quiere decir que el caudillaje ya no tiene en Venezuela y la región valores reconocibles.

Mas la valentía en defensa de la libertad, desplegada por hombres como Román Delgado Chalbaud, Nicolás Rolando, Juan Pablo Peñaloza y muchos otros, de jugarse la piel en operaciones extravagantes, deja siempre un rescoldo de legítima admiración.

La última oportunidad en nuestro país de vivir luchas de esta índole fue en los terribles años 60. Las guerrillas revolucionarias fueron derrotadas y aunque su factura fue fidelista carecieron de los rasgos caudillistas del siglo XIX.

No quiero concluir esta columna sin responder a las medidas que, segun J. V. Gómez proyectaron, luego de cauterizar el penoso caudillismo, el equívoco auge de nuestro país.

El tirano llegó al otro extremo, la dictadura, la más desembozada y completa que se conoció en Latinoamérica.

Ese dictador totalitario no estuvo muy desorientado cuando relacionó sus éxitos con las siguientes disposiciones:

  • Eliminación del impuesto de exportación al café y el cacao. El Fisco dejó de percibir 84 millones de bolívares, pero la economía productiva recibió un importante empujón.
  • La red vial que impactó la actividad productiva y comercial.
  • Financiamiento «minero» (se refería principalmente a la producción y exportación de yacimientos petroleros). En ese punto el tirano hizo una pausa y agregó: el petróleo nos asegura un brillante porvenir.
  • Organización moderna del Ejército, para lo cual fortaleció la Academia Militar, colocando en su dirección al experimentado coronel Samuel Mc Gill. En este último particular ya está fuera de dudas que Juan Vicente fue el fundador del Ejército venezolano.

Curioso destino el de un caudillo devenido en cruento dictador. Fracasó en su deseo de ser enaltecido, sometiendo a sus súbditos como lo habría hecho Carlos V con los suyos. Y fracasó como dictador porque sus bárbaros excesos no lo salvaron del alzamiento del juicio de la historia y del alzamiento del posgomecismo contra el gomecismo.

Twitter: @AmericoMartin

 4 min


Ismael Pérez Vigil

La unidad es un tema mítico en la política venezolana. Nadie se atreve a hablar en contra de la unidad. El concepto se matiza, se relativiza. Se dice que no es un dogma, que es una estrategia más. Que unidad no es unanimidad y no implica renunciar a principios propios, filosofías, ideologías o cuerpos de ideas; que se dará solo con los que sea posible, y un sin número más de cosas.

Pero la unidad no se niega y quien lo haga, políticamente, estará muerto. Porque hay una convicción política en el venezolano que ha entendido, intuitivamente y en la práctica, que no es posible luchar solo contra un régimen autoritario o una dictadura, como se le quiera llamar.

Además, ha sido gracias a la unidad, en la lucha política y en la arena electoral, el terreno en que la oposición democrática ha logrado derrotar al régimen, aunque sea de manera parcial y, sobre todo, contener su desarrollo. La unidad ha demostrado ser una estrategia eficaz; si la unidad está definida y lograda, todo lo demás pasa a ser táctica: vía electoral, insurrección popular, intervención interna o internacional, etc.

Ese concepto de unidad es el tema central del reciente pronunciamiento de los partidos políticos democráticos que se dio a conocer el martes 6 de abril. De manera definitiva pues desde hace algunos días venían circulando diferentes versiones. Algunos dicen que la salida de ese pronunciamiento tuvo que ver con las declaraciones de la semana pasada de James Story, el embajador de los Estados Unidos en Venezuela. Si eso es cierto, después de todo, alguna virtud tuvo ese indiscreto pronunciamiento.

En efecto, después de varios meses de expectante y hasta angustiosa espera por una definición sobre la ruta a seguir por parte de la oposición, finalmente “habló la efigie” y los partidos integrantes del Frente Amplio o del Gobierno Interino, del G4, G7 o G27, como se le quiera llamar, se pronunciaron.

Tal pronunciamiento se recoge en un documento cuyo largo nombre de una vez expresa las ideas fundamentales y es una síntesis de todo el documento. El documento en cuestión se denomina: “Partidos políticos acuerdan reconfiguración de la alianza unitaria y construcción de una coalición más amplia con la sociedad civil para lograr elecciones libres y ayuda humanitaria”.

Las ideas fundamentales y, a la vez, lo que serían los objetivos de la oposición democrática, plasmados en el documento son:

- La idea de unidad para derrotar a la dictadura; preservando los “diversos criterios, visiones, aspiraciones e ideologías”; incluso algunos voceros opositores han comenzado a hablar de “Volver a la MUD” reconocida como la experiencia organizativa más exitosa de la oposición en los últimos 22 años.

- Ampliar a otros partidos y a la sociedad civil los esfuerzos para lograr una mayor unidad; que no es algo nuevo, recordemos la experiencia de la Coordinadora Democrática, entre 2002 y 2004, que no fue tan exitosa en esa materia de coordinación entre partidos y sociedad civil, pero asumimos que hay lecciones aprendidas

- Elecciones libres, y toda su coletilla −justas, verificables, con observación internacional− ampliándola a elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales y locales.

- Ayuda humanitaria, como concepto, como objetivo y problema principal a atender por parte de la acción opositora.

Creo que es un documento importante, como cualquier documento de la oposición; pero algunos lo considerarán poco atractivo, que a lo mejor no llenará las aspiraciones de muchos, en el sentido de que esperaban un mensaje más contundente y con más garra, sobre todo después de varios meses de silencio.

Se nota que el documento recoge un “compromiso” −no podía ser de otra manera en un documento político− para complacer e integrar a todos; sobre todo a los líderes más “fuertes”, con mayor arrastre popular; de allí la mención a elecciones parlamentarias y presidenciales; pero también a los demás líderes −de los estados y municipios− y de allí entonces la mención a elecciones regionales y locales. El documento también busca −y esto es también muy importante− tender puentes hacia sectores cercanos de la sociedad civil, involucrados en la actividad política, que reclamaban, con razón, que la oposición debe ocuparse de la crisis humanitaria y el grave problema de la pandemia.

El documento es sin duda un primer intento −buen primer intento, vale decir−, si se le ve como un documento base para la discusión, que es como debe ser considerado. Para mi gusto, sin embargo, adolece de algunos elementos, por ejemplo, para solo mencionar uno, no resuelve aún el tema álgido: la posición frente a las elecciones regionales.

Sobre esto hay muchas ideas románticas y posiciones de principios; desde los que afirman que no se le puede “hacer el juego” al régimen avalando unas elecciones que no son libres ni democráticas, hasta los más prácticos que afirman que no se deben abandonar “espacios”. Pero muchos olvidan que, en la práctica, para partidos y dirigentes, las alcaldías, los concejos municipales, las asambleas legislativas y las gobernaciones, no son solo una fuente de liderazgo local, de acercamiento a la población, sino también una fuente de recursos, de trabajo, de ingresos, de supervivencia, para activistas y militantes políticos.

Suponemos que la solución de este dilema será el próximo capítulo para el que todavía no se ha logrado un consenso suficiente. Creo que es un punto que no se resolverá fácilmente porque, por el momento, es una pelea que está perdida a nivel de la opinión pública y del pueblo en general, que no tiene ningún interés en el tema y que es un campo minado, horadado, ablandado por las políticas de abstención pasiva y sobre todo por el morbo de la “antipolítica”, que parecía haberse mitigado en los últimos años, pero que vuelve a surgir con fuerza.

En cualquier caso, del pronunciamiento público no se podía esperar un recetario de medidas o un listado de acciones; menos de un cuerpo tan heterogéneo y disímil como lo son los diez partidos que lo integran; tenía que ser, lo que es: un pronunciamiento general, con los principios u objetivos que orientarán la acción. La tarea ahora es llevarlo a la discusión en todos los niveles, en partidos y organizaciones de la sociedad civil, de donde surgirán las propuestas de acciones concretas, sobre las cuales se debe reconstruir la oposición. Esa es la tarea pendiente.

Politólogo

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Carlos Machado Allison

Cuando Venezuela se asomaba al mundo moderno, en la década de 1940, surgieron ideas y organizaciones más marcadas por la ideología, que por el sentido común. Una de las más populares fue aquella del “Estado Docente”, es decir el control de la educación por el gobierno de turno. Otra, que venía del siglo XIX y se le atribuye a Guzmán Blanco, era la gratuidad de la enseñanza. Con el tiempo y la nefasta experiencia de las dictaduras, que han marcado algo así como el 80% de nuestra historia, pensamos que con nuevas leyes, incluyendo la autonomía universitaria, se podían alcanzar metas adecuadas en materia educativa. Pero, sin negar que aumentó notablemente el número de escuelas, liceos y universidades, nuestra sociedad fracasó, a la par de sus gobiernos, en crear un sistema sólido, de calidad y competitivo. Sacrificamos calidad por cantidad.

Es que resulta muy difícil crear un paraíso dentro del infierno y al arrastrar serias carencias, y crear nuevas, resultaba muy difícil generar ideas claras sobre la educación y su indispensable vínculo con la economía. Algunas son notables como las “escuelitas rurales” que, con raras excepciones, eran construcciones baratas y primitivas, bloques perforados para ventilación, techos de zinc, mobiliario elemental y adentro un maestro mal pagado tratando de transmitir conocimientos en el seno de un clima caluroso y húmedo, plagado de mosquitos y con su voz atenuada por el ruido de la lluvia sobre el techo de zinc. En muchas ciudades también se improvisaron centros educativos en casas antiguas o nuevas, pobremente diseñadas y a veces mal construidas. No podían esas construcciones dotar al estudiante de un horizonte de vida mejor que el de su propia y humilde vivienda.

No fue muy distinto el criterio utilizado para dispensarios o sedes de organizaciones gubernamentales que hasta hoy persisten. Mientras tanto en los países que hoy llamamos desarrollados y que no lo eran tanto hace 50 o 100 años, se construían escuelas con otros criterios arquitectónicos y se formaban docentes para ser líderes de la sociedad. Puedo recordar escuelas, primarias y secundarias rurales en esos países con estructuras de ladrillo y vidrio, biblioteca, piscina, aire acondicionado, buena iluminación, campo deportivo, buenos muebles, baños limpios y laboratorios. Competían los gobiernos locales, nacionales y el sector privado, con menos leyes y más libertad, por ofrecer educación de calidad. Aquí, sin duda crecimos, aumentó el número de estudiantes y docentes, pero no progresamos lo suficiente por carecer de visión y ambición. Pobres escuelas para los pobres y, debemos admitir, destellos, como algunos liceos bien construidos y dotados como el Andrés Bello y el Fermín Toro en Caracas para citar algunos.

A la educación universitaria le fue mejor. Fue factible, a partir de la década de 1950, hacer cosas como la Ciudad Universitaria para albergar a la UCV y se dotaron bien las instalaciones de la ULA, UDO, UC, USB y otras. La nueva Ley de Universidades de 1958 le dio un buen impulso a nuestras principales casas de estudio y a la par se desarrollaron universidades privadas. Pero ideologías trasnochadas, política, compadrazgo, gremialismo mal concebido, aislamiento del sector privado y el control gubernamental a través del presupuesto, fueron erosionando un sistema que creció en cantidad y calidad hasta 1978. Hoy el sistema está deteriorado al extremo, buena parte de la infraestructura está destruida, han migrado miles de docentes e investigadores porque el populismo y la corrupción, que en todas partes existe, pero no domina, se impuso sobre la calidad.

Esas cosas las conversamos en un grupo de opinión denominado Nueva Universalia, profesores universitarios preocupados por el futuro, pero obligados a atisbar al pasado. Existen frases crueles para describir lo ocurrido, una, común en lo cotidiano, reza así: “es que tiene un rancho en la cabeza”. Pero ¿por qué elegimos gente que tiene un rancho en la cabeza para gobernarnos? Quizás los años de bonanza se nos fueron en vivir mejor que las generaciones precedentes que nacieron en una Venezuela pobre que venía de ser una colonia muy pobre, en lugar de hacer un esfuerzo por inscribirnos en el pujante siglo XX. Ojalá que de esta crisis, la peor que hemos tenido desde la Guerra Federal, nos hayan quedado lecciones para el futuro, que necesitamos más baños en las escuelas, maestros y profesores bien pagados, capacitados y estrictamente supervisados -en lo que al conocimiento concierne- y menos citas de textos o cuadros de algún prócer matizando las paredes.

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