El eterno ¿Qué hacer?
La tiranía sigue siendo tiranía, sin embargo su cuerpo es un mísero esqueleto que sigue dado pasos al garete, moviéndose y subsistiendo por el piloto automático que proporcionan los cargos de la infraestructura gubernamental.
Pero el poder, el verdadero poder, aquel que emana del gobernante por medio de la autoridad, el respeto, la gestión, el ejemplo, la legitimidad y el grado de influencia en el comportamiento de la sociedad, las Iglesias, las fuerzas armadas, los gremios, los sindicatos, las asociaciones civiles, partidos político y los medios de comunicación, este poder simplemente no existe. La ilegitimidad es evidente al adueñarse del poder utilizando mecanismos no contemplados en nuestra Constitución, violando así el estado de derecho, de su gestión, mucha tela que cortar, del respeto y el ejemplo ni hablar, de la autoridad, solo queda el abuso de poder, y, de su influencia, solo se puede mencionar el aspecto negativo de lo que hoy somos como pueblo.
Queda entonces el ¿Qué hacer? Y según piensan los entendidos, esto, no es más que: