Josep Baselga llegó a la entrevista de selección para ser residente en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York con 26 años y un «inglés roto con un acento tremendo». Aunque tiene un currículum excelente -fue premio extraordinario de la carrera con una media de 9,8v, asegura que lo seleccionaron por su pasión. Estaba destinado a ser médico, su rotunda vocación. Su padre y su abuelo fueron médicos y su madre, enfermera.
Fue al primer residente que llamaron ese año y gracias al médico que lo entrevistó -John Mendelsohn- es hoy oncólogo especializado en cáncer de mama. Juntos descubrieron un anticuerpo que es “la bomba” porque mata las células del cáncer de mama.
Más de treinta años después, Baselga es, desde 2013, el director del mejor centro oncológico del mundo. Desde allí influye en la agenda científica mundial y es lo que verdaderamente le motiva. El presupuesto que maneja es de 4,5 billones de euros al año; 700 millones solo en investigación, y dirige un equipo de 1.200 médicos. «Podemos avanzar» es su mantra.
Lo pillamos en Barcelona. Llegó la noche anterior, y esta mañana a las ocho ya estaba en las oficinas de la Fundación La Caixa para reunirse con el consejo asesor de expertos en investigación, del que es vicepresidente. Valentín Fuster o Joan Massagué han sido algunos de los presentes. Recibe a XLSemanal en las mismas oficinas donde tuvo lugar la reunión, justo antes de coger el avión de vuelta a Nueva York. Su agenda está organizada al milímetro porque no le gusta perder el tiempo: «El día da mucho de sí si vas focalizado».
XLSemanal. Hace 15 años era optimista en ganar la batalla al cáncer. ¿Sigue siéndolo? ¿En qué momento estamos?
Josep Baselga. Está bajando la mortalidad casi un 3 por ciento por año, hemos mejorado en casi todos los campos. Sigo siendo optimista, pero… no visualizo una curación del cáncer en los próximos 20 años. Posiblemente deje de ser la causa principal de muerte en el mundo occidental, pero no lo podremos prevenir.
XL. ¿En eso es negativo, en la prevención?
J.B. Sí, porque, aunque modifiquemos todos los factores de riesgo -tabaco, obesidad, alcohol, inflamación, genes hereditarios-, el cáncer sigue siendo un fenómeno natural por el hecho de estar vivos. No creo que sea posible prevenir más de un 40 por ciento de los tumores.
XL. ¿Qué podemos hacer entonces?
J.B. Interceptarlo lo antes posible. Hay que focalizarse en detectar mejor los factores de riesgo individuales en el genoma de cada persona y en detectar el cáncer en fases mucho más iniciales, cuando está empezando a desarrollarse y se puede curar.
XL. El factor suerte, entonces, es terrible. Puedes hacer una vida sana y contraer un cáncer. Te toca y te toca.
J.B. Es un problema puramente matemático. Cada vez que ocurre una división celular hay un riesgo de que se produzca un error no detectado y que se vayan acumulando los errores genéticos. Esta certeza de que la incidencia de cáncer no va a bajar es super preocupante. Las cifras son brutales.
“No poder frenar el cáncer no es un fracaso. Es la propia vida. No estamos diseñados para vivir 90 años”
XL. ¿Cuáles son?
J.B. Uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres tendrán cáncer. Es bestial.
XL. ¿Por qué crecen las cifras?
J.B. Porque la gente vive más; porque se diagnostican más cánceres que antes y porque se mueren menos por el sida, por el corazón y otras enfermedades infecciosas. Quedan el cáncer, que en el fondo es una enfermedad degenerativa, y las afecciones neurológicas. Estamos ante dos grandes amenazas. el alzhéimer y todo lo degenerativo, y el cáncer. Bueno, y luego las dolencias propias del esqueleto, que no aguanta.
XL. ¿Puede la alimentación prevenir un tumor?
J.B. No hay datos claros de que la alimentación influya en el cáncer salvo la obesidad, que tiene un efecto clarísimo. Ahora hay que mantenerse en forma porque, si todo va bien, vamos a vivir muchos años. Y tenemos que cuidar también el cerebro estando intelectualmente activos.
XL. Entonces, ¿para cuándo ese diagnóstico precoz a través de una biopsia líquida que detecta el ADN de los tumores en la sangre?
J.B. En el Memorial se la hemos hecho ya a dos mil pacientes. Y diagnosticamos un 60 por ciento de los tumores en fases muy iniciales. Es mejor que la mamografía, que la colonoscopia y que el TAC de pulmón.
XL. ¿Pero sigue siendo poco un 60 por ciento?
J.B. Sigue siendo poco, pero en el año 2022 tendremos un test de diagnóstico precoz en el mercado. Hay cuatro o cinco compañías que lo están desarrollando, y esto para mí será el gran avance.
XL. ¿Es un fracaso no poder frenar la enfermedad?
J.B. No, no es un fracaso. Es la propia vida, y la vida no es un fracaso. Es una enfermedad que se produce como consecuencia de estar vivos. No estamos diseñados para vivir 90 años. La incidencia de cáncer a partir de los 65 o 70 años sube en picado. Es brutal. A partir de los 70, el 20 por ciento de la población normal tiene mutaciones en la sangre, que son idénticas a las del cáncer, las cuales se van acumulando.
XL. ¿Qué papel jugará el big data en la futura detección precoz?
J.B. Será muy importante porque hay mucho tumor que no te va a matar. Si tú puedes diagnosticar el comportamiento del tumor, habrá muchos de ellos que no habrá que tratar. Simplemente habrá que vigilarlos.
XL. ¿Por ejemplo?
J.B. El cáncer de próstata. Tenemos muchos cánceres hoy en día que no operamos ni hacemos quimioterapia porque podemos calcular con precisión que no va a matar al paciente. El big data va a permitir saber cuál es el tratamiento que hay que ofrecer en cada caso; mucho más individualizado. Podrás buscar entre los datos el paciente que más se asemeje a ti.
El Memorial Sloan Kettering Cancer Center, que dirige Baselga, está considerado uno de los mejores institutos del mundo en el tratamiento e investigación del cáncer. Más de 14.000 personas trabajan en sus instalaciones de Nueva York
XL. ¿Cómo se trabaja en el Memorial para obtener ese big data?
J.B. Hemos tomado la decisión de poner todos nuestros datos en la red, de acceso libre. Cualquier médico o investigador podrá entrar. Tendremos millones y millones de datos que podremos consultar para cada caso y con ellos los programas de inteligencia artificial te podrán dar una recomendación. Porque el gran problema que tenemos es que los médicos no podremos asimilar toda la información que hay.
XL. ¿Exactamente cómo están trabajando en cuestión de inteligencia artificial?
J.B. Estamos trabajando con IBM. Tengo a 60 médicos que están enseñando a pensar a Watson -sistema informático de inteligencia artificial de IBM-.
XL. Póngame un ejemplo de cómo se aplica esa inteligencia artificial para ayudar al paciente.
J.B. Tengo el historial de una paciente. Unos 15 años de información, de la enfermedad de la que ha muerto su madre, el tratamiento que hemos aplicado a su tumor, de cómo ha respondido… Todo esto yo no lo puedo asimilar. Si tienes un sistema de extracción de esa información y un sistema de procesamiento del lenguaje natural, entonces el ordenador analiza todos los datos y, en función de la información del genoma, de todo lo publicado en Internet, lo integra todo y te dirá qué hacer con el paciente. El ser humano es muy bueno tomando decisiones y muy malo integrando datos. El big data facilitará incorporar todos los datos para que podamos tomar decisiones.
“En España recomendaría a un paciente ir a un sitio de alta calidad dentro del sistema público. Vall d’Hebron, La Paz, Doce de Octubre o Ramón y Cajal”
XL. ¿En pocos años podremos aplicar las ventajas del big data?
J.B. En cinco o seis años. Esto mejorará mucho la toma de decisiones. En el Memorial, a pesar de contar con gente buena, tengo resultados muy distintos en función de cada médico. En el futuro, la decisión que se tomará sobre un paciente será mucho más uniforme.
XL. Hablaba de que la supervivencia en su hospital es un 30 por ciento superior a la media americana. ¿Cómo hay tanta diferencia entre un hospital y otro?
J.B. Es un montón. Porque tenemos 14.000 trabajadores y todos se dedican al cáncer, desde el patólogo, el cirujano, el que pone la quimio… El gran reto es cómo exportar este modelo de hospital, democratizarlo. El big data va a marcar la diferencia. Todos los hospitales trabajaran en red y se podrán beneficiar de toda esa información.
XL. ¿Cómo traslada ese reto a España?
J.B. En España ocurre lo mismo. En los centros donde tienen un volumen mínimo y tienen investigación, seguro que se curan más. No es lo mismo un centro de referencia que ve al año 15.000 pacientes que los que ven 500. Hay que trabajar en red para que no haya discriminación en función del hospital donde te cuiden.
XL. ¿Dónde recomendaría ir a tratarse a un paciente de cáncer en España?
J.B. En España hay un sistema de sanidad público muy bueno. Ese es el primer punto. Mi recomendación sería ir a sitios de alta calidad dentro del sistema público. Intentaría ir a un centro de excelencia que también haga investigación. Porque la investigación salva vidas. Estamos hablando de Vall d’Hebron en Barcelona, La Paz, Doce de Octubre o Ramón y Cajal en Madrid. Es importante ir a estos centros de referencia y que el Ministerio entienda que no puedes tener un centro de cáncer en cada pueblo. No todo el mundo puede atender un cáncer. Hay que centralizar… y más cuando estamos en un país pequeño. Por ejemplo, los pacientes de Lérida todos tienen acceso a Vall d’Hebron.
“¡Yo a los médicos que comunican mal no los quiero! La parte humana es clave. El poder de un médico es tremendo, puede hacer que una persona se cure o no”
XL. Todos dicen que usted es una máquina recaudando dinero.
J.B. En España es difícil porque no hay tradición de filantropía, al contrario que en Estados Unidos. El ser humano es muy generoso, pero hay que darle oportunidades. Si tú tienes medios y visualizas el bien que puedes hacer, ayudas. Ahí están los casos de Vall d’Hebron y la Fundación Fero -presidida por él y dedicada a la investigación oncológica-. El edificio Cellex -donde se encuentra el Instituto de Oncología de Vall d’Hebron- está ahí gracias a un señor que lo financió. No solamente es una responsabilidad del Gobierno, es también de la sociedad civil. Del mismo modo que yo, cuando puedo, ayudo al colegio de mis hijos porque creo que está marcando su futuro y el de otros.
XL. A pesar de toda su responsabilidad como director del centro, sigue visitando a sus pacientes todos los martes.
J.B. Es lo que más me gusta. Si algún día me dicen que tengo que elegir entre dejar la dirección del Memorial, el laboratorio o ver pacientes, lo dejaría todo y vería pacientes. Me gusta ayudar. El poder del médico es un poder tremendo. Puede hacer que la persona se cure o no. Y luego la relación humana con una persona que tiene un problema grave, que se encuentra perdida y decirle que estás con ella, que navegamos juntos. Aprendes mucho de la condición humana y te maravilla.
XL. Por eso es tan importante que los médicos sean buenos comunicadores, ¿no?
J.B. Yo, a los malos comunicadores no los quiero. ¡No los quiero! [Repite]. La parte humana es clave. Si tú eres muy bueno pero incapaz de comunicarte con los pacientes o entenderlos, ¿qué poder de curación tienes? Es más, he creado un programa en Memorial de comunicación para médicos y los que no veo buenos los envío ahí. Es un laboratorio de comunicación con psicólogos que enseñan a nuestros médicos cómo comunicarse con los pacientes.
XL. ¿Qué le recomendaría a un joven oncólogo?
J.B. Salir fuera y a más de un sitio. Hay que enriquecerse y conocer diferentes formas de pensar. Y esto no es ‘fuga de cerebros’. En Memorial hay unos 30 españoles de altísimo nivel. La ciencia no tiene fronteras. Unos vuelven y otros se quedan. Esto no me preocupa.
XL. Con Obama tuvo una buena relación gracias a la iniciativa del expresidente del proyecto Moonshot (1,8 billones del presupuesto dedicados a erradicar la enfermedad). ¿Cree que se mantendrá este esfuerzo con Trump?
J.B. Yo me pasaba el día en la Casa Blanca. Iba mucho a ver al vicepresidente Joe Biden; era su asesor. El proyecto está aprobado por el Congreso y el Senado y lo firmó Obama antes de irse. Los mensajes actuales de la Casa Blanca es que seguirán con el Moonshot.
XL. ¡Menudo legado, el de Obama!
J.B. Un superlegado. Obama es una persona que tenía mucha sensibilidad por la ciencia. La agenda del cáncer la vamos a seguir avanzando con cualquier Administración. Está blindado porque el cáncer afecta a todo el mundo.
XL. Decía que lo que más le motiva de trabajar en Memorial es que puede influir en el mundo entero desde ahí. Más de lo que podría hacer desde España. ¿De qué se siente especialmente orgulloso de lo que está consiguiendo en este campo?
J.B. Tengo dos iniciativas que para mí son muy importantes. Los niños con cáncer no se han beneficiado de los últimos tratamientos. Esto lo estoy cambiando. He ido a las compañías farmacéuticas y las he convencido de que a partir de ahora tenemos que hacer estudios con las mejores drogas en niños [lo dice hablando rápido y se le nota emocionado]. Y ya estamos empezando a ver resultados espectaculares. Ahora empiezo este año un programa para interceptar los tumores pronto a través de la biopsia líquida con un nuevo equipo de expertos bajo la dirección de un chico muy bueno, Luis Díaz, que acabamos de reclutar de Johns Hopkins. Estoy encantado. Es mi pasión y lo paso bien.
XL. ¿Cómo desconecta un médico cuando cruza la frontera del dolor a la vida normal?
J.B. Me gusta leer libros de historia. Estoy leyendo la biografía de Alexander Hamilton, de Chernow. Hago gimnasia tres veces a la semana y cuatro horas de tenis. ¡Ah! y tengo una moto de montaña que me gusta mucho.
XL. ¿Cree que el cáncer sigue teniendo mala imagen?
J.B. Sí. Hay que hablar más del cáncer. Lo que estamos haciendo nosotros ahora.
¡Si no podemos evitarlo, parémoslo a tiempo! (sin dolor, al instante y sin efectos secundarios)
¿Qué es la biopsia líquida?
Es un análisis de sangre que detecta mutaciones en las células. Piense en el cáncer como un ejército invasor. Un ejército compuesto por células que han cambiado de bando y se han unido al enemigo. El cáncer no se conforma con atacar un solo territorio -un pulmón, por ejemplo-, sino que envía otros destacamentos a conquistar nuevas tierras: quizá un hueso o el cerebro… Cualquier lugar que pueda utilizar como una cabeza de puente para seguir con su invasión. Es lo que llamamos ‘metástasis’. La forma más efectiva de moverse para estas células soldado es a través de la sangre. Pero antes de desplegar un batallón motorizado, con sus tanques y cañones, el cáncer envía una avanzadilla. Patrullas de reconocimiento. Un puñado de células muy bien camufladas, pero que han mutado y en su ADN esconden órdenes secretas. Una de ellas es convencer a la población local -las células sanas- y ganarla para la causa del invasor. Lo que hace la biopsia líquida es interceptar esas órdenes, desvelando la identidad y los planes de las células mutantes. Y lo consigue gracias a algo tan sencillo como una extracción de sangre.
¿Qué nos ahorramos con ella?
Molestias, dolores y riesgos. La biopsia tradicional consiste en extraer un trozo del tumor mediante punción o cirugía. Luego analiza ese tejido. Es un procedimiento doloroso. Y no está exento de riesgos, lo mismo que sucede con las mamografías y las colonoscopias. No son pruebas que se puedan repetir cada pocos días. Algo que sí permite la biopsia líquida. Y esto facilita que veamos cómo evoluciona un cáncer casi en tiempo real. Además, los resultados se pueden conocer en menos de 24 horas.
¿Para qué se utiliza?
Permite comprobar si hay recaídas antes de que sean visibles por el diagnóstico de imagen. El gran objetivo es lograr la detección temprana del cáncer, cuando las esperanzas de curación son más altas. Y que se generalice, además, a la inmensa mayoría de los tipos de tumor. De momento, la biopsia líquida se está aplicando ya en los de pulmón, de mama, al colorrectal, a algunos melanomas…
¿Por qué se considera medicina ‘a la carta’?
Porque cada cáncer es diferente. Y evoluciona de manera distinta en cada paciente. Hay tumores que presentan cientos de mutaciones y pueden ir cambiando casi de una semana para otra. En un mismo paciente, por ejemplo, las mutaciones pueden ser diferentes en el cáncer primario y en las metástasis. Los métodos actuales solo nos permiten ver esos cambios cuando ya se han generalizado y afectan a cientos de miles o millones de células. Pero la biopsia líquida los detecta al vuelo en cuanto un puñado de células ha cambiado. Es como si cada cáncer tuviera un código de barras y lo pasáramos por el escáner de la caja del supermercado. Esto permite a los médicos no perder un tiempo precioso a la hora de tomar decisiones.
¿Cómo funciona la biopsia líquida?
Tomar una biopsia directamente de un tumor da información solo sobre el ADN de esa parte extraída del tumor. La biopsia líquida, en la sangre, incrementa la información y la detalla.
La biopsia líquida analiza la sangre en busca de restos de ADN, bien de células tumorales que han muerto o de células vivas de un cáncer primario que pueden provocar nuevos tumores (metástasis). Las células tumorales arrojan ADN en el torrente sanguíneo.
Una vez que se toma una muestra de sangre del paciente, se aísla el ADN eliminando los glóbulos rojos, las plaquetas y el plasma. Los expertos toman el ADN del núcleo de los glóbulos blancos.
Se lee entonces el ADN para buscar marcadores cancerígenos, es decir, áreas con un componente genético específico; las células cancerígenas difieren claramente de las normales.
http://www.xlsemanal.com/conocer/salud/20170409/josep-baselga-las-cifras...