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¡Ahora o nunca, por ahora!

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 4 min.

Si fuera cierto que gobierno y oposición se reúnen, habría que alegrarse porque es el primer paso. Pero no deberían asumirlo de manera vergonzante, como quien peca, sino defenderlo con claridad. Todas las actividades de los mortales tienen momentos sublimes y grises, y así es la política, “bestial y humana”, como la definió un pensador italiano. Los presos que salían de la Seguridad Nacional el 23 de enero de 1958; Yeltsin montado encima de una tanqueta en Moscú, o Violeta Chamorro en su triunfo, son episodios gloriosos en los que todos reclaman haber participado. Pero asuntos incómodos también existen en la política, la familia, las parejas, las iglesias, los negocios y en cualquier otra cosa. Líderes son aquellos que asumen magnas empresas y las explican, y nunca dejan ver costuras, debilidades.

No permiten chantajes de las musarañas del camino. “Actúa como si cada una de tus acciones fuera a convertirse en ley general de la Humanidad”, escribió Kant. Es éticamente correcto hablar con el adversario. En cambio los políticos ligeros trasudan resentimiento, pasiones menudas, minucias políticas de barbería. Si estás en desacuerdo con lo que hacen otros, se agradece que endereces la torcida realidad, trueques el deber ser en estado práctico y no que te conviertas en simple némesis, detractor, negación esperada, previsible, crónica, ni te ocupes solo de arrojar pelos a la leche. Si no estás de acuerdo con A, construye B y no vivas invadido por la amargura en el sordo rencor al que tiene más éxito, el estómago contraído y el rictus marcado en rostro. El 6-D todo el mundo triunfó, incluso los que han pasado la vida llamando a no votar (o que dificultaron ese triunfo).

¡Patria o heridas leves!
Hoy vuelven a morder la mano una vez que las papas se ponen duras. Se cae en el vicio de invocar con estridencia to be or not to be, traducido es este caso como ahora o nunca, alternativa demasiado grave para ruletearla y manosearla. Cuando Fidel Castro dijo patria o muerte al abordar la desvencijada barcaza Abuela para invadir Cuba, lo hizo en serio y al atracar en las playas de oriente, el ejército de Batista liquidó a 80 de los 92 invasores. Por desgracia ahora o nunca se repitió tanto en estos dieciocho años bolivarianos, que dio origen a un híbrido, a un ornitorrinco verbal: ahora o nunca, por ahora. Y si hablamos del RR, más allá de los ácidos digestivos que perturban la racionalidad, lo real es que existen dos opciones para este año, no una: que haya o que no haya. Dice que si no es este año no sirve para nada. Eso es un error político que asocian a una trastada: si no hay este año, es porque “nos vendieron”.
El dilema existencial, voy jugando a Rosalinda, la apuesta estocástica, ahora o nunca, tienen de malo que la gente lo cree y si pierde, tiende a expandir una marea de frustración entre los que compraron boletos solo de ida a la victoria. Reverdece el abstencionismo, se pone camisa limpia el bocón radical, recomienza el asalto anti Unidad. Y la joya de la corona, la guerrilla off-shore arroja su barcucho a las redes. Es una relación parasitaria: no hacen nada, cuando lo intentan es un desastre, pero sobreviven gracias a los granos de maíz que caen de la carreta de la Unidad. Saben perfectamente bien que la oposición apostó mucho en la jugada RR -aunque algunos no la creen viable- y que el desenlace no tiene que ver con ninguna fabulesca transacción para la que nadie está autorizado ni posee poder. No se puede transar lo que no se tiene y la Unidad hasta ahora no ha nombrado plenipotenciarios.

Un parpadeo
¿Qué se puede ofrecer a cambio de la libertad de los presos políticos sin que estos estén de acuerdo? Pero hay una inquina premeditada de calumnias contra los que estarían “negociando la entrega del revocatorio” para arrojar sospechas. Se trata de maniobras editoriales, inventar falsos “misterios” para desacreditar. Lo cierto es que si no hay RR no se acabará el mundo, se mantendrá la lucha, y ese es el mensaje que debe trasmitirse. Pero la posibilidad de elecciones en un futuro próximo, obliga a precaverse de mordiscos en el zapato de la Unidad, y también de tormentas mayores: si los restos del PSUV ya no son peligro electoral, surgirán intensas pulsiones a la ruptura, a que los partidos desarrollen su instinto democrático natural de buscar el poder. En 1958 Venezuela vivió una situación parecida.

Luego de la caída de la dictadura, entra en suspenso el Pacto de Nueva York acordado entre Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera contra Pérez Jiménez, y los partidos concurren con sus propios candidatos a las elecciones. Betancourt gana la candidatura de Acción Democrática por un voto frente a la terna independiente en la que figuraban Rafael Pizani, Francisco De Venanzi y un tercero. Pero tuvo claro que su organización sola no garantizaba la gobernabilidad y posteriormente firma con Copei y URD el Pacto de Punto Fijo, coalición que le permite derrotar veintidós intentos militares, la subversión armada del MIR y el PCV y dos divisiones de AD. Los líderes tuvieron la claridad suficiente para hacer lo que reclamaba el momento y eso permitió 40 años de democracia modelo para el mundo, un vertiginoso camino de modernización y evitar las dictaduras militares que poblaron el continente. Bienvenidos el diálogo si hubiera nacido y el RR si nace.
@CarlosRaulHer