El 1° de septiembre de 2016, independientemente de los resultados de la llamada «Gran Toma de Caracas», tiene visos de adquirir importancia para el análisis político y el registro histórico.
Por razones que desconocemos, la movilización de la población nacional hacia la capital de la República se fijó para el primer día de septiembre; para muchos, esta fecha le concedió al régimen veintitrés días de sosiego en un País cuyas circunstancias hacen prever un estallido social impulsado por el hambre y la desesperanza. Pero la fecha en si resulta irrelevante, ante el cúmulo de fallas y peligros que se ciernen sobre la convocatoria a un pueblo cuya mochila está tan vacía de bienes como llena de suspicacia.
Esta desconfianza es lógica, pues son muchas las actitudes criminales de algunos políticos «opositores»: haber planteado el referendo revocatorio como el único camino viable hacia la libertad y haber transigido, a la vez, con el régimen en aspectos electorales que convirtieron al CNE en el poder electoral real, es decir, en quien determina vencedores y derrotados, de espaldas al voto popular; haber convertido a la MUD en coto de caza de AD, PJ y UNT y en instrumento para potenciar trasnochadas aspiraciones presidenciales, que estorban el espíritu unitario requerido por la brega para la recuperación de la libertad; haber convertido los términos «Oposición» y «Unidad» en suerte de marcas registradas o franquicias y haberlas usado para fustigar la disensión interna, que es consustancial con la democracia; haber convertido a partidos como Alianza Bravo Pueblo y Vente Venezuela en rehenes de una mayoría parlamentaria construida por «el dedo» y afincada sobre la falacia de la votación del 6D, que en realidad fue una explosión de rechazo al régimen y una expresión masiva de quienes asistieron a las mesas de votación con los ojos cerrados y el pañuelo en la nariz.
Estas circunstancias, que cada día son de mayor dominio público, debilitan «La Toma» y acrecientan la incertidumbre de un conglomerado que ve su nevera vacía y el caudal menguado y que, sobre todo, reza pasando las cuentas de un rosario de fracasos que tuvieron su origen en la fragilidad testicular de los dirigentes «opositores».
Nadie, grupo o persona, debe tratar de apropiarse de la jornada del primero de septiembre. Ella será construida por ciudadanos del más variado estrato social y de las más disímiles posturas políticas, hermanados por el hartazgo producido por un régimen que ha irrespetado las libertades básicas, destruido el aparato productivo y manchado el honor nacional; la gente saldrá a la calle en una operación de autodefensa, aguijoneada por el hambre, la inseguridad y el desconcierto que producen horrores inéditos, insospechados hace apenas tres lustros.
La gente estará en la calle en busca de la libertad y en defensa de sus intereses básicos; no marchará animada por intereses parciales ni en apoyo a ambiciones personales. Su esfuerzo y objetivos serán mucho más trascendentes, mil veces más hermosos e infinitamente más valiosos: pan, libertad, justicia, seguridad y trabajo. La gente marchará pensando en la Venezuela que quiere para sus hijos y recordando el País que alguna vez tuvimos, que luce brillante (sin serlo) al ser contrastado con el desastre actual, o como dijeran algunos partidos y diputados de la MUD en documento fechado el 21 de agosto, por cuanto «… Hoy en Venezuela no hay Estado de Derecho, no hay gobierno democrático, no hay respeto a la separación de poderes, no se respeta el pluralismo político, no se respetan los derechos humanos, no hay transparencia ni probidad en el manejo de los recursos públicos».
La «Gran Toma de Caracas» se realizará bajo una doble acechanza: la del régimen, dispuesto a todo para impedirla, para no quedar desnudo de pueblo ante propios y extraños y, también, por los intereses subalternos que se mueven dentro de la MUD, entre los que destacan las candidaturas presidenciales, a gobernaciones de estado y al posicionamiento de partidos políticos a cuya dirigencia parece importarles poco la suerte de la República.
Mientras que la carta de Luis Almagro a Leopoldo López atizó nuestras esperanzas, así como el documento suscrito por algunos miembros de la MUD (21/08/2016), el firmado por Jesús Torrealba nos llenó de incertidumbre, pues contrariamente a lo que afirma Chuo, en el documento «Objetivos políticos y plan operativo de la jornada del 1ro de septiembre 2016», los marchantes estarán allí sin ningún interés en «la necesaria foto unitaria», rechazando la «sentada», sin ningún interés por las palabras de los representantes del antidemocrático «G4» y de los gobernadores, ni como ratones de laboratorio para que se experimente «la capacidad de conducción y liderazgo de las direcciones partidistas y de la MUD como conjunto».
El pueblo irá a marchar, pero no a favor de la MUD, ni de los partidos que la lideran hegemónicamente, ni en apoyo a los trasnochados candidatos presidenciales. Lo hará en rechazo al régimen genocida que destroza al País, en un legítimo ejercicio de supervivenciay en busca de un mejor futuro para todos, al cobijo de una sola bandera: la tricolor de siete estrellas.
@DulceMTostaR