Si usted es manager de un equipo de béisbol y manda al cuarto bate a tocar la bola, usted está equivocado. El único tema a dilucidar es cuándo se equivocó: si cuando ordenó la jugada o cual hizo el line up.
Eso es lo que ha ocurrido con el gobierno y las primarias. Se han equivocado. Lo que hay que indagar es cuando lo hizo, si cuando decidió ningunearlas o ahora, cuando el TSJ trata de anularlas y pretender que nunca ocurrieron.
¡Están desconcertados!, pero tampoco hay que culparlos, nadie podía imaginar esos resultados. Pensaron que lo que les salía más barato era que el proceso se cayera por su propio peso; confiaron en que los abandonos; la bajada de brazos, las limitaciones logísticas y hasta un palo de agua, lo hiciera fracasar. Se cayeron de un coco.
Este es un buen mensaje para aquellos que, creando una versión vernácula del síndrome de Estocolmo, afirman a pie juntillas, que el gobierno nunca se equivoca; que tiene unas salas situacionales, “cochadas” por el G2 que lo saben todo y lo anticipan todo. ¡Pura fantasía!
Pero veamos, esta equivocación no es una equivocación cualquiera y ocurre en un momento particularmente complejo para el gobierno.
No es lo mismo equivocarse con el 60% del apoyo popular, que con el 10%.
No es lo mismo equivocarse con la chequera petrolera de Chávez, recorriendo la América Latina, que hacerlo más limpios que talón de lavandera.
No es lo mismo equivocarse cuando una bolsa CLAP compraba la lealtad, que ahora cuando el atún de cartón y los frijoles con gorgojos solo provoca protestas y malestar.
No es lo mismo equivocarse cuando un salario de la administración pública o un bono de la patria, servía para comprar alguna comidita que, ahora que no da ni para un cartón de huevos.
No es lo mismo equivocarse y remendar el capote con populismo que funcionaba, que tener que montar un referendo chimbo, creyendo que El Esequibo son Las Malvinas y Guyana, el Reino Unido.
No es lo mismo equivocarse con un cordón protector de gobiernos afines en el continente que con una izquierda que viene palo abajo en los países del entorno.
Y finalmente, no es lo mismo equivocarse con una oposición fracturada que con una que ha logrado legitimar un liderazgo en un evento singular y de tanta trascendencia, como el que ha convertido a María Corina Machado en candidata frente al chavismo.
Las consecuencias de estas equivocaciones las vamos a ver en los próximos meses. Probablemente, las más importantes tendrán que ver con el reacomodo y los estragos que dentro del chavismo, va a tener todo este proceso. Pero esto es harina de otro costal y objeto de otro análisis digno de comprar cotufas.
Por lo pronto, regresemos al título de la nota. ¿Cuándo es correcto tocar la bola? Obviamente que todo depende de muchos factores.
Lo que si sabemos es que en un equipo tienes que tener a quien sepa hacerlo. Los bateadores largos y con fuerza son necesarios, pero no suficientes para ganar un título. La mejor prueba de esto son los Rockies de Colorado que en la temporada de 1997, alineaban a Larry Walker, Dante Bichette, Vinny Castilla y nuestro Andrés Galarraga. Los llamaban “Los bombarderos de la calle Blake” y llegaron a despachar más de 100 jonrones y más de 500 carreras empujadas y, aun así, no llegaron al clásico de octubre.
El gran encargo de María Corina Machado será integrar un equipo con los mejores talentos y elaborar una estrategia que combine las habilidades de todos. Su principal desafío será sortear las provocaciones de un gobierno que quiere sacarla del camino electoral y que no escatimará esfuerzos para lograrlo.
Hasta ahora, MC los ha sorprendido, no ha caído en ninguna de ellas. Esa capacidad es su mejor aval para lo que viene y un signo distintivo de su liderazgo.
Por lo pronto, que tenga que mandar a tocar o a batear hacia afuera, lo importante es lo que todo buen manager recomienda:
¡NO HAY QUE QUITARLE LA VISTA A LA BOLA!