“El peor analfabeto es el analfabeto político. Él no oye, no habla ni participa en los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado y de las medicinas dependen de las decisiones políticas...”_
*Bertolt Brecht*
De nuevo en el tapete el tema de la anti política partidista… Tomo al dedillo lo anotado por el buen amigo Julio Castillo en su reciente columna: “Esgrimida por algunos dirigentes de la “sociedad civil” ungidos, por cierto, por ellos mismos de tal carácter de dirigentes. Normalmente no son elegidos por ninguna asamblea, ni se someten a primarias, ni a la consulta de sus seguidores para ostentar el grado de cabecillas de sus organizaciones...En una ocasión señalamos aquí como De Gaulle, de Gasperi, Cincinato, Cromwel, fueron sacados de sus retiros voluntarios para hacerle frente a una situación de crisis. Pues bien. ¿Cómo puede hacerse política exitosa en Venezuela y Carabobo, sin la experiencia de gente como Víctor León. Sin lo que sabe Diego Borges en materia electoral, o Carlos Aguilera en movilización o Chucho Ganem, Antonio Ecarri, Henrique Salas, Ely Yepez, Pérez Silva, Santafe en política?
Expuesto de tal manera, echo mano a diversas notas para intentar ubicar puntos de reencuentro, concordancia y necesario entendimiento, pues acá lo que se ha evidenciado desde hace mucho tiempo, es la falta de confianza hacia los Partido Políticos; el por qué nos llevaría a un largo, pesado e innecesario análisis que no aportarían mayor claridad a la deliberación que ahora nos ocupa…y menos aún poner en tela de juicio a los De Gaulle, Cincinato, o Cromwel de nuestro terruño en su trayectoria por ese duro y arduo camino de la política.
Así pues que tratemos de ubicarnos, para buscar esa necesaria conexión que nos permita recorrer cuanto sea menester, los unos con los otros, o como el estribillo dominical “juntos como hermanos”, en el rescate de nuestro carajeado país. Y nunca olvidemos que nuestros verdaderos adversarios están en Miraflores y en el Capitolio...no en nuestras redes sociales.
El asunto tiene sus años, pues hace más de tres lustros uno de los arrepentidos “Frankesteins” se preguntaba – refiriéndose a la Sociedad Civil… ¿Y con qué se come esto?... Por aquellos años, el padre Arturo Sosa tallaba esas lapidarias observaciones: "Una sociedad democrática requiere un sistema político en el que las organizaciones partidistas ocupen su papel de reunir intereses coincidentes, convertirlos en proyecto político y propuestas programáticas de gobierno por los que luchen cotidianamente. No hacemos, por tanto, un discurso anti-partido ni aceptamos el malintencionado esfuerzo de reducir las alternativas de futuro a la aceptación de estos populistas cogollizados con algunos retoques o alguna forma de autoritarismo más o menos militarizado. Una sociedad civil, sujeto de un sistema político democrático, complejamente organizada, tiene que expresarse -entre sus muchas formas- políticamente a través de organizaciones partidistas que correspondan a esa complejidad adquirida y representen el camino hacia un futuro más profundamente democrático, requisitos que no cumplen los actuales partidos, cuyo momento histórico pasó..."
Luego, es entonces necesario considerar que el propósito de la sociedad civil no reside en conquistar el poder, sino influir en la actuación del gobierno y de los actores políticos, con la lógica pretensión de buscar un espacio para las asociaciones cívicas en el cual converjan la paz, el respeto a los derechos humanos, el orden y la solidaridad. La sociedad civil no es enemiga de nadie, pero sí un juez muy pendiente de la rendición de cuentas. Es fundamental que la sociedad civil se revigorice, se manifieste y se ubique en la dirección de lo que se avizora como una ardua lucha; puesto que es evidente que ni el régimen inepto que padecemos ni los inoperantes partidos políticos cuentan con la debida autoridad moral para revitalizar el maltrecho civismo de nuestro país. Por tal razón, recae en la sociedad civil la tarea de liderar -sin infiltrados ni adláteres- la transformación socio-política local y nacional.
Y como siempre surge la pregunta ¿Y los líderes? Pues de ella misma saldrán, ella misma les irá creando; pues es un hecho que a la sociedad civil no se le puede detener; no se le puede ignorar, y no se le puede cooptar.
Los partidos políticos tienen que organizar el trabajo territorial, no en el sentido tradicional, de que para la configuración de mi lista para las elecciones voy a integrar a un líder local, porque eso es cooptación, eso es sacar a una persona sin que haya tenido una competencia real.
Ya se han dado los pasos decisivos, al diferenciarse de la sociedad política, a la que no pretende sustituir, pero sí regenerar. La Sociedad Civil está consciente de mantener y apoyar a los partidos políticos, solamente que el funcionamiento actual de éstos no corresponde con sus expectativas.
Para que vuelvan a tener vigencia, tienen que refundarse, que reconstruirse radicalmente, algo que parece muy difícil pero no imposible. Tienen que aceptar el resultado de sus mismos diagnósticos, que arroja un evidente rechazo. Tienen que adecuarse a la realidad sin auto-engaños, lo que pudiese inferirse como dejar ese único "objetivo estratégico" de la victoria electoral.
Los viejos jabillos partidarios impedían ver el bosque al igual que a los frondosos arbustos de la sociedad civil.
Ahora bien, las organizaciones de la sociedad civil tienen que responder rigurosamente al preguntarse qué democracia quieren, tienen que saber qué rol político quieren y cuál rol le dan a los partidos, o si seguirán esperando a que se destrocen para sustituirlos; pero siempre considerando que la crisis política, desde la perspectiva de la acción política no es responsabilidad de unos o de otros, sino que es responsabilidad de todos. Se hace impostergable llegar a un acuerdo con todos los actores para saber cómo se articulan representación y participación. ¿Es que aún hay quien lo dude? De la política depende todo, y no es cuestión de la MUD, ni de las “cuadraturas”; o de tal o cual Partido que se fractura o se transforma; ni de estrategias, tácticas, encuestas, campañas; no, eso es política electoral. La mayoría de los ciudadanos aún no se siente atraída por los partidos, pero esta misma ciudadanía se encuentra fascinada por la acción política: discute, se enerva, participa en ella como nunca antes, está pendiente de cada intervención de nuestros Diputados; los colegios y universidades visitan a la Asamblea Nacional como hace más de tres lustros visitaban las instalaciones de PDVSA; busca información confiable a propósito de la Enmienda, del Revocatorio, o de la Constituyente.
Es evidente que lo que rechaza la ciudadanía no es la política en sí misma, sino a cuantos han pretendido convertir en una exclusividad suya aquello de "representar y dirigir al ciudadano", apoderándose de su libertad de opinión y utilizándola para su propio beneficio. Ni el Estado, ni un partido político deben definir y, menos aún, decretar lo que es verdadero o bueno para el ciudadano. Así tan sólo actúan los regímenes totalitarios.
*PD:* Y de corazón, no pretendo buscar, sonsacar, o evangelizar nuevos seguidores a nuestra causa, el *PEO* (Partido de Escuálidos Organizados) pues si de tantas organizaciones políticas con trayectoria, militancia, constancia y prestancia, *solo cuatro (4) son las decisorias en el seguro porvenir de nuestra Nación*, _*pues flaco favor le haríamos a nuestra golpeada democracia.*_