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Adam Smith: las ventajas comparativas y la “mano invisible del mercado”

Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 3 min.

Ahora que se ha puesto de moda la tesis liberal, en especial por el experimento de Javier Milei en la Argentina y ante las probabilidades de que se pueda intentar aquí, en Venezuela, reitero este planteamiento para aclarar ese maltratado concepto de la “mano invisible del mercado” que es una de las piezas fundamentales de esa doctrina. Ayer dijimos:

Poco se ha escrito sobre este componente de la teoría del mercado de Adam Smith siendo que, en mi juicio, es quizás uno de los más importantes de todo el cuerpo teórico que expuso en la “Riqueza de las Naciones” y, como defiendo ahora, tanto como su tesis de la “mano invisible”, de todas la más difundida y controvertida. Digo esto porque, en realidad, su tesis sobre las ventajas comparativas es verdaderamente el meollo de su crítica al mercantilismo, cual fue el propósito central de su libro.[1]

En efecto, el punto de partida de Smith no es, como se cree, la defensa a ultranza de una teoría del mercado, aun cuando esta resulta como consecuencia de su confrontación con aquel sistema económico en la que expone la conveniencia de que cada país, en su caso como ejemplos Francia e Inglaterra, se especialicen en aquellas actividades productivas en las que poseían ventajas comparativas en lugar, como creían los mercantilistas, de que cada país  produjera de todo, De allí el famoso ejemplo de que Francia produjera y vendiera los vinos e Inglaterra las telas, como resultado de las ventajas que la una tenía en la agricultura del viñedo y la otra en la manufactura de la lana de sus ovejas.

Decía: si ambos países se especializaran en ellas cada uno ganaría más que en elaborarlo todo, dado que, a Inglaterra le costarían menos los vinos franceses, que los suyos, por ser más eficiente su producción en Francia y a esta le costarían menos las telas por la misma razón. Ambos ganarían por igual en el intercambio pero, para que esa ecuación funcionara era indispensable y necesario que desaparecieran todas las intervenciones, restricciones y coaliciones que eran propias del mercantilismo y se dejase que el mercado funcionara libremente para que se expresaran en él las ventajas de cada quien. De allí que esta tesis es consecuencia de la anterior y no lo contrario.

Precisamente, para que el mercado pudiera contribuir con aquel postulado y cada quien (o cada país o región).pudiera desarrollar sus ventajas era imprescindible que el Estado abandonara sus funciones económicas, elevadamente distorsionantes de este principio. No olvidemos que la posición contraria de Smith al mercantilismo no era solo por su postulado de “producir de todo”, sino porque este sistema se fundamentó en una coalición monopolista entre el Estado y las grandes compañías mercantiles de su época, tratase de la de las Indias Orientales u Occidentales. De allí que el alcance de su tesis va mucho más allá que la de la simple defensa de la “mano invisible del mercado”.

De aquel punto de partida suena lógico que llegara a la conclusión de que cada quien debería especializarse en elaborar aquellos bienes o servicios en las que mayor ventaja tuviese y mayor utilidad o rentabilidad generase, esto es el conocido principio del “profit sake”, donde la división del trabajo se manifestara libremente, siendo que este seria “el mejor de los mundos”, ya que allí ganarían todos, productores y consumidores, en el supuesto de que que todos fueran iguales[2]. Cuando eso sucediera, la economía de un país o región se orientaría como en una especie de “mano invisible” que fue la frase y la tesis que más se difundió. Nótese que, aun cuando repitamos, esta expresión es consecuencia de la otra.

Sucede, entonces, que Smith es más conocido por ser el “padre de la economía de libre mercado”, lo cual es cierto por aquello de la “mano invisible”, pero poco más que menos por su tesis fundacional de la división del trabajo, de la especialización y de las ventajas comparativas, cuando este fue su controversia fundamental contra el mercantilismo.

Presentamos este punto de vista porque, si examinamos todas las críticas que se le han hecho a este último principio lo dan como el fundante, como si precediera al anterior, lo que lo coloca más en el terreno ideológico que en el teórico y lo estrictamente correcto es esa secuencia que siguió Smith, pero a ninguno de los adversarios se le ocurre abrir las críticas a los principios realmente fundantes. Pareciera, por decir algo, que les parece posible un mundo de ventajas comparativas, de especialización internacional y de división del trabajo sin un mercado libre que funcione plenamente. Extraña ecuación que no logro comprender.

[1] Véase “Adam Smith y los Mercantilistas” Ross, M.(1990)

[2] En otro momento discutiremos esta versión de Smith.