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Amanecer de esperanzas

Opinión
Artículos de opinión
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El jueves de esta semana visité el negocio de un amigo y me produjo mucha tristeza observar que, como muchos otros venezolanos, está liquidando la mercancía y el mobiliario porque ya no resiste la gravedad de la situación económica por la que atraviesa. Él es uno más de muchos que liquidan sus negocios, venden sus activos, emigran del país o en el peor de los casos, pierden todo bajo la violencia de saqueos cultivados por un gobierno incapaz de garantizar las mínimas condiciones de alimento y medicinas de los venezolanos, como tampoco es capaz de mantener mínimas condiciones para que los venezolanos que se dedican al comercio, la industria o la producción en general, puedan trabajar sin sobresaltos y de manera estable.

A Venezuela este gobierno la ha transformado en un campo de batalla, destruida en su infraestructura, sin inversión productiva con consecuencias nefastas para un crecimiento sostenido de su economía. Y a los venezolanos lo han transformado en personas que a diario tienen que batirse fuerte para conseguir lo necesario para subsistir, en un escenario de precariedad, de injusticia e impunidad que nubla sus esperanzas mientras observa impávido, a un gobierno que niega reiteradamente la existencia de la crisis e inventa culpables para zafar su responsabilidad.

Los venezolanos en ningún periodo de su historia emigraban; mal que bien siempre conservaba los equilibrios económicos, políticos y sociales necesarios como para mantener estable su condición de ciudadano, independientemente de que tuviera gobiernos malos o mejores, dictaduras o democracias. Los venezolanos no sentían la necesidad de emigrar. Ahora se nos van los jóvenes, pues no ven futuro para desarrollar. Se van los capitales, nacionales e internacionales, pues no sienten ni tienen confianza que pueda respaldar su inversión. A muchos otros se les corre, se les persigue, los echan cuando no, se les encarcela. Hoy los venezolanos se aferran al referendo revocatorio como tabla de salvación del país.

El gobierno está en el suelo, pero desde allí sigue echando vaina. Quiere terminar de sepultar cualquier hilo de esperanza que el pueblo venezolano tenga de mejorar su situación. Prefieren terminar de destruir al país, aunque eso signifique su propio hundimiento. En ellos no prevalece mesura alguna, ni atisbo de demócratas. Los mueve una permanente vorágine por acabar con lo poco que queda. Y lo acompañan en su naufragio el resto de los poderes del estado venezolano y la cúpula corrompida de la Fuerza Armada Nacional ocupada en amenazar a los venezolanos con desatar demonios que desde su posición de fuerza, algunos payasos vociferan para amedrentar y atemorizar.

Pero el pueblo venezolano es sabio. Tensa la cuerda pero no la revienta. Sabe que tiene en sus manos y en su voto la posibilidad de cambiar el curso suicida que lleva este gobierno. Ellos lo saben, están convencidos que la paliza que le daría el pueblo venezolano en un escenario electoral, sería monumental. Por eso no quieren esa confrontación. Por eso buscan escusas, amaños y subterfugios para bordear la decisión y la convicción de un pueblo dispuesto a cambiar y derrotar contundentemente a un gobierno colapsado y a la defensiva. Los venezolanos saben que el día más glorioso, después de la independencia, será aquel en donde se entierre tanta indignidad. Ese día habrá un nuevo amanecer de esperanzas.

En dos platos. 8 julio de 2016

Docente universitario

ljm1802@hotmail.com