Al igual que otros movimientos populistas en Latinoamérica el chavismo ha estado, desde sus inicios, integrado por fracciones de signos opuestos. En los primeros años se impone una fracción democrática pro mercado y se instrumentan políticas que favorecen la equidad. Sin embargo progresivamente el movimiento involuciona imponiéndose una tendencia fascistoide, acompañada de políticas anti mercado que lo han alejado de sus banderas fundacionales.
El populismo en América Latina no ha sido un movimiento coherente. Un ejemplo de ello es el peronismo argentino que ha estado integrado, a lo largo de su existencia, por fracciones de signo ideológico distinto. En algún momento se ha impuesto una fracción pro mercado, mientras en otro, las políticas instrumentadas han sido anti mercado. El peronismo argentino todavía se debate en este conflicto que ha complicado la gestión de políticas económicas en el país austral.
En la perspectiva señalada el chavismo, como movimiento populista, ha sido desde su inicio un movimiento constituido por fracciones de signos contrapuestos. En sus primeros años, desde la campaña electoral hasta el 2002, se impone la fracción democrática dirigida por Luis Miquilena. En estos años, el chavismo es un movimiento democrático pro mercado que busca fortalecer las instituciones para profundizar la democracia y luchar contra la corrupción como quedó plasmado en la Constitución de 1999, cuya elaboración fue dirigida por el veterano líder de izquierda. Continuó la política antiinflacionaria concebida por Teodoro Petkoff, adhiriéndose a la Agenda Venezuela. El Banco Central de Venezuela (BCV) continuó controlando la emisión de dinero en forma autónoma y el dólar siguió desplazándose en una banda. La inflación en consecuencia tendió a descender y la capacidad adquisitiva de los trabajadores y la clase media mejoró.
Después del año 2002 se inicia una segunda fase en la cual la fracción democrática es desplazada y el régimen implementó una agenda de orientación antiliberal orientada a expandir la acción del Estado, hostigando la iniciativa individual tanto en el campo económico como en el cultural, así como la disidencia política. Se impone una hegemonía comunicacional y un régimen absolutista y personalista en el marco del cual se desarrolló uno de los mayores escándalos de corrupción en el cual el jefe del ejecutivo y su entorno no diferenciaban entre el patrimonio público y el personal. Esta agenda se lleva a cabo en el contexto de una alianza con Cuba, en lo que dio en llamarse el Socialismo del Siglo XXI. Con la asesoría cubana se instrumentan políticas inclusivas orientadas a ampliar su base electoral. La lucha contra la corrupción se aparca y se privilegia la equidad. Se trata de proteger el ingreso de los más pobres recurriendo a los programas sociales como el programa Mercal, de subsidio al consumo, para protegerlos de los efectos de la inflación; fenómeno que se agudiza gracias a que el ejecutivo utilizó al Banco Central como su caja chica. A pesar de ello los programas sociales logran compensar el efecto de la inflación y se logra mejorar la distribución del ingreso y la capacidad adquisitiva de los sectores de menor ingreso.
Las políticas anti mercado que se implementan en esta segunda etapa lo hacen en un forcejeo con los restos de la fracción democrática que sobrevive. El impacto de las políticas anti mercado es moderado por la presión de esta fracción y los ingresos extraordinarios del petróleo, que impiden el colapso de la industria petrolera y contribuyen a ralentizar la creciente inflación. Se designan gerentes competentes en la industria petrolera, como Guaicaipuro Lameda, que moderan el colapso de la industria. Una vez que Chávez muere y se desploman los precios del petróleo se inicia una tercera fase donde se impone en forma hegemónica la fracción pro cubana y se profundiza el perfil fascistoide y la represión.
En esta tercera fase, que se inicia, en el 2014 surge un Estado fallido como consecuencia del colapso de la industria petrolera y de los precios. La industria petrolera colapsa por la huida del personal y el nombramiento de militares leales para gestionarla, uno de los cuales destruyó un millón de barriles de capacidad productiva durante su gestión. La principal característica del Estado fallido es la desaforada inflación que se impone ante la ausencia de un programa de ajuste como la Agenda Venezuela sugerida por el ex ministro de Chávez, Rodrigo Cabezas. La condición de Estado fallido se refleja también en la perdida de gobernabilidad en amplias zonas del territorio, así como en la crisis eléctrica y de los servicios públicos. La destrucción de las capacidades productivas se profundiza hasta ubicarse a niveles de 1950. Se impone una dolarización de facto que da lugar a una sociedad profundamente desigual.
En síntesis el chavismo involuciona de un proyecto democrático, en sus inicios, hasta convertirse en un movimiento donde privan tendencias fascitoides. A lo largo de esta involución el movimiento se ha alejado de sus banderas fundacionales: el fortalecimiento de la democracia, la lucha contra la corrupción y una sociedad más equitativa. En estos tiempos de negociaciones, el chavismo debe reencontrarse y recoger sus viejas banderas, en particular las que tienen que ver con la equidad y la protección del ingreso de los más pobres, lo cual no se puede hacer sin que se produzca el control de la inflación como lo ha planteado Rodrigo Cabezas, ex ministro de Chávez.
El control de la inflación requiere un programa de ajuste similar a la Agenda Venezuela. Esto implica darle autonomía al Banco Central de Venezuela (BCV) y colocar al frente del mismo gente competente que sepa de políticas monetarias y dejar a un lado la política de colocar en estos cargos a gente leal que no tiene formación para el cargo. Es necesario también un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y mejorar las relaciones con los Estados Unidos y la comunidad internacional. Todo ello se llevó a cabo en los primeros años del régimen chavista y la inflación se redujo hasta llegar al 12 por ciento mejorando el ingreso de los trabajadores y de la clase media. La dolarización es una salida para unos pocos y no es la respuesta para los más pobres que optaron por el chavismo en sus inicios.
Profesor UCV