Pasar al contenido principal

Conejo y su novia serpiente

Opinión
Artículos de opinión
Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 3 min.

Entre extremos oscilan las expectativas sobre cambios económicos promovidos por el gobierno, que luce inseguro en sus pasos. Decíamos semanas atrás que en los ochentas después de un par de décadas de programas de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) y de gobiernos populistoides, la región entra en un espantoso remolino, la Crisis de la Deuda. Había derrochado recursos en una industrialización parasitaria y no podía pagar las importaciones, sus monedas desaparecen en inflación y devaluación, y los sectores populares se depauperan. Los bomberos llegan con los Programas de Estabilización Macroeconómica del FMI, des-aprendizaje del basurero marxistoide; y la nueva cultura: que el flujo de los precios los equilibra y la libre convertibilidad evita la fuga de divisas; el Estado debe estimular los capitales nacionales y extranjeros, controlar los gastos fiscales y moderar las ganas de “hacer el bien” a costa de quebrar la economía. Invertir los recursos públicos con transparencia en puertos, aeropuertos, carreteras, hospitales, electricidad, escuelas y demás servicios, pero no gerenciarlos porque los destruyen la corrupción y el despilfarro. Eso era un programa “neoliberal” del FMI.

Aprendieron a nadar mientras se hundía la canoa y costó ahogos. Pero en Bolivia, Ecuador y Nicaragua, gobiernos revolucionarios del siglo XXI lo dejaron claro: bien lejos con nacionalizar o estatizar empresas (la señora Castro de Honduras anuncia electricidad gratis. Ya se verá qué pasa) En el aprendizaje varios patinaron con engendros llamados programas heterodoxos de estabilización, eufemismo para designar chapapotes, mezclas oliscas de buena intención con ignorancia (Vaclav Havel escribió que “no se podía saltar un abismo en dos trancos”). Raúl Alfonsín asume la Presidencia de Argentina en 1983 para enfrentar la crisis que dejó la dictadura militar. Presenta el llamado Plan Austral de 1985, cuyos autores creían como Hans que el problema era el sofá y quitar ceros a la moneda detendría la inflación, mientras denunciaban el “neoliberalismo” y la “inhumanidad del FMI”. Hubo profusión de planes piratas heterodoxos pareja de culebra y conejo, que no erradican la enfermedad porque el tratamiento era fastidioso. Controlaban los precios de servicios públicos que quebraban y de alimentos que desaparecían.

El amor a la patria no aceptó privatizaciones, pero sí miseria, recesión, devaluación, hiperinflación, desempleo. El austral se hunde y se editaron a la carrera billetes de 10.000, 50.000, 500.000 y 1.000.000. No pueden con la deuda externa y emprenden una nueva ociosidad, el Plan Primavera, que trajo saqueos, incendios, fuga de divisas, devaluación, record histórico de pobreza y renuncia del Presidente. Asume Carlos Menem y con un plan serio, el de Convertibilidad, bajó la hiperinflación a un dígito y puso a crecer la economía, pero su sucesor, de la Rúa, en lucha renovada contra el dragón neoliberal, descarrilará los pobres de nuevo al abismo con el fin de ayudarlos (como Caldera aquí y su propio plan pirata, la Agenda Venezuela) Luego la familia Kirchner culminará el desastre. En Brasil de 1986, el Presidente Sarney intenta su propio gatuperio, el Plan Cruzado. Al cruceiro le quitan tres ceros y se convierte en cruzado, control de precios y de cambio, con el iluso fin de parar inflación y devaluación.

Publican la tabla de precios controlados en las dos monedas y una manada de lobos de la superintendencia sale a extorsionar comerciantes. Más hambre, las favelas tuvieron fama mundial por enjambres de garotos que bajaban en masa de Pan de Azúcar a Copacabana a asaltar a los turistas. Para 1990 triunfa Fernando H. Cardoso, ya sin las telarañas de la teoría de la dependencia. Confesó con conmovedora humildad no saber nada de economía, pero bien sabía qué hacer y se rodeó de quienes podían ayudarlo. Produjo el milagro, marcando el camino seguido por Lula, aunque el PT le puso aditamentos como Odebrecht. Los asesores ecuatorianos en Venezuela deben recordarlo. Cardoso creó una moneda ficticia llamada URV (Unidad Real de Valor) que coexistió unos meses con el cruzado. Los artículos tenían un precio invariable en URV, aunque la inflación inercial en cruzados seguía.
La gente se acostumbró al URV y mientras creaba confianza en el Real, Cardoso realizaba cirugía de corazón abierto a la economía apoyado por el cardiólogo jefe del FMI (tal como hicieron Menem, Salinas, Sánchez de Losada, Carlos Andrés Pérez) con una montaña de dólares a cambio de racionalizar los gastos del Estado y vender sus despojos. Libera importaciones y estimula exportaciones para traer divisas. Emprende la reconversión industrial, e invierte masivamente en formar mano de obra técnica. Eleva las tasas de interés por sobre la inflación para recuperar el ahorro y el valor de la moneda. Dio confianza a los trabajadores, comerciantes, empresarios, campesinos, profesionales, que nadie con carnet del gobierno podía arrebatarles sus empresas o los productos de su trabajo. Quienes invertían su dinero para generar empleo, tenían la protección de las instituciones. Para vivir mejor había que trabajar y estudiar más. ¿Pasará aquí algo parecido? Naturalmente con el Poder Comunal y demás cucarachas voladoras, no se llega muy lejos.

@CarlosRaulHer