El cobro de afrentas fue la motivación que impulsó a varias personalidades que participaron en la defenestración de Carlos Andrés Pérez, sin considerar las funestas consecuencias de sus acciones. La democracia entró en crisis y se abrió la caja de pandora de la cual surgió el militarismo, una pesadilla de los demócratas que se creía extinguida en el pasado.
En su programa “Venezolanos” el historiador Rafael Arráiz Lucca presentó evidencias que permiten afirmar que diversos actores de la vida nacional, quienes contribuyeron a la defenestración de Carlos Andrés Pérez (CAP), lo hicieron motivados no por razones éticas o ideológicas sino por animosidad hacia el ex presidente, que los llevó a aprovechar la oportunidad para cobrar antiguas afrentas sin considerar las consecuencias que ello tendría para la democracia venezolana y el país.
Uno de esos actores, mencionado por el historiador, fue Arturo Uslar Pietri quien dirigió el grupo de Los Notables los cuales con su oposición a las reformas allanaron el camino a la insurrección militar del 4 de febrero. Los Notables cuestionaron las reformas a pesar de que varios de ellos demandaron previamente la instrumentación de políticas similares. Ello revela que actuaron movidos más por razones personales que ideológicas. Uslar Pietri en particular tenia razones para cobrarle a CAP viejas afrentas. En la década de 1940 fue acusado de corrupción por el primer gobierno de AD, lo cual lo forzó a abandonar el país y exiliarse en los Estados Unidos. Regresó con la dictadura de Pérez Jiménez cuando el gobierno de AD había sido depuesto. Aparentemente nunca perdonó a los adecos por tal afrenta y a CAP en particular, que era el secretario privado de Betancourt en ese momento. No sabemos si fue ésta u otra la que motivó su conducta pero el hecho es que aprovecho la oportunidad, como cualquier hijo de vecino, para pasarle factura a su antiguo enemigo político.
Otro de los mencionados por Arráiz Lucca es el Fiscal General de ese momento Ramón Escovar Salom quien aprobó la tramitación del antejuicio de mérito ante la Corte Suprema. Escovar Salom también tenía diferencias personales con Carlos Andrés y cuentas por cobrar. Consciente de ello, el abogado adeco David Morales Bello, conocedor de los intríngulis del sistema judicial venezolano, le advirtió a CAP que no aceptara el nombramiento de Escovar Salom como fiscal porque en algún momento iría contra él. Con el tiempo se confirmarían los temores de Morales Bello ya que movido por sus diferencias personales con CAP, aprobó la tramitación de la solicitud de antejuicio ante la Corte Suprema, sin que hubiera fundamentos jurídicos para ello, como lo han demostrado eminentes juristas como Alberto Arteaga.
Los congresistas de AD también votaron a favor del antejuicio contra CAP en el Congreso Nacional. Como lo evidencia Mirtha Rivero en su libro “La rebelión de los náufragos”, los secretarios regionales de AD no le perdonaron a CAP por las reformas que introdujo durante su gobierno, en particular por la reforma que posibilitó la elección directa de gobernadores y alcaldes. Los secretarios regionales de AD tenían aseguradas las gobernaciones cuando su partido asumía la presidencia y utilizaban las mismas para drenar recursos hacia empresarios de su entorno en un proceso poco transparente. La elección directa de gobernadores dio al traste con este mecanismo de reparto de la renta petrolera y provocó la reacción airada de los comisarios políticos de AD contra CAP y su gobierno.
Todos y cada uno pusieron su granito de arena para pasarle factura al ex presidente, bien sea alentando la insurrección militar contra su gobierno o contribuyendo a la aprobación del antejuicio de mérito que lo obligó a renunciar a la presidencia. Actuaron sin considerar las consecuencias que la defenestración de CAP tendría para el país.
Según el historiador Arráiz Lucca la defenestración de CAP generó una crisis en la democracia venezolana que abrió la puerta a nuevos actores políticos, entre los cuales destacan los protagonistas de la insurrección militar. Se abrió así la caja de Pandora de donde resurgió el militarismo, una vieja pesadilla de la democracia venezolana, que truncó el experimento democrático en la década de 1940 e intentó hacerlo en la década de 1960. En esta ocasión la crisis abrió la puerta a los militares insurrectos del 4 de febrero que con el pasar del tiempo ingresarían a la política y accederían al poder, generando con su mal gobierno y acciones autoritarias el desastre social y económico que atravesamos desde hace varios años.
Profesor UCV