El jueves pasado los venezolanos marcharon para solicitar que se desbroce el camino que lleva al Referéndum Revocatorio presidencial. La presencia de la gente en las calles caraqueñas y en otras ciudades del país fue masiva y tuvo lugar de manera tranquila, reiterando lo que vienen diciendo las encuestas, a saber, que una clara mayoría de ciudadanos quiere solventar en paz la crítica situación que vive el país, la cual, de paso, no es sólo económica – aunque allí es donde se coloca la luz de los reflectores -, sino que se muestra como el reflejo de una sociedad desencuadernada hasta el asombro en todos sus aspectos.
Lamentablemente, el Gobierno y el liderazgo del PSUV siguen tergiversando la naturaleza y la pertinencia de la consulta. Se trata de un proceso subversivo, de acuerdo a su lectura. Apartan a un lado, así pues, la Constitución Nacional, en donde, palabras más, palabras menos, queda establecido que cuando le pierden la confianza a un funcionario elegido por el voto popular, los ciudadanos pueden revocar su mandato. No sé si habrá que añadir que se trata de un derecho político que marca un deslinde entre la democracia representativa y la democracia participativa, de ahí que no se requiera de concentraciones y marchas para ejercerlo. O reiterar, paralelamente, que el CNE no tiene razones, ni legales ni tecnológicas ni logísticas para no llevarlo a cabo este mismo año ni, tampoco, argumentos, para despachar, así como así, el significado de la manifestación realizada el primero de septiembre. O, por último, advertir que no resulta conveniente para el país la percepción de que el Poder Electoral se parcializa y ejerce su función de árbitro mirando cual es la conveniencia política de un determinado sector político.
II.
Recordemos, no obstante lo obvio de la cuestión, que la democracia radica en consultar a los peatones, mas elegantemente llamados ciudadanos de a pie. Estos se expresan de muchas maneras, de acuerdo a las circunstancias, y la aritmética es una de ellas. Por eso se dice que el acto fundacional de la democracia es una suma para precisar mayorías y minorías y de aquí en adelante vienen, luego, las demás cosas asociadas a la tarea de gobernar. Tal como se encuentra expuesto en nuestras normas, el Referéndum Revocatorio representa, entonces, la posibilidad de sacar cuentas y medir la confianza o desconfianza que la población tiene respecto al Presidente y su gestión al frente del gobierno. Supone, por tanto, que la política vuelva en este momento a la aritmética.
Hay, pues, que convocar pronto la consulta solicitada y ver qué dicen los peatones a través de los números. Pero teniendo en cuenta que al hacerlo no se habrá llevado a cabo la mayor parte del trabajo pendiente. En efecto, el referéndum puede ser, incluso, contraproducente, si no se asume como parte de un proceso de entendimiento que, diálogo mediante, junte a la sociedad en torno a ciertos pactos básicos dirigidos a superar la crisis venezolana dentro del imprescindible marco de la convivencia política y social. Trabajo complicado y difícil, cierto, pero imprescindible, dado que el revocatorio no es magia, y acudir al abracadabra no suele ser efectivo en la política.
El Nacional, septiembre del año 2016