Pasar al contenido principal

En defensa del correo electrónico

Opinión
Tiempo de lectura: 3 min.

A Martin Scorsese le da miedo el ‘email’, no sin razón

Una de las mejores cosas de que Martin Scorsese haya estrenado Los asesinos de la luna —aparte de la película, claro— es que el director está de gira por los medios y siempre tiene algo interesante y divertido que decir. En 2019, cuando estrenó El irlandés, se ganó el odio de los fans de los superhéroes cuando dijo que las pelis de Marvel no son cine. Y hace unos días se ha ganado el aprecio de casi todo el mundo, menos el mío, por atacar a un rival más débil y del que casi nadie se acuerda: el correo electrónico.

En una entrevista con Associated Press, Scorsese explicaba que no usa ordenador: “Lo intenté un par de veces y me distraje”. Normal: abres el portátil con el objetivo de escribir, qué se yo, un guion para una película de siete u ocho Oscar, y hora y media después te descubres leyendo una discusión en Twitter entre dos personas que no sabes muy bien quiénes son, pero que te caen fatal. Scorsese añadía que no tiene problemas con el teléfono y los mensajes, pero que no ha empezado a leer emails hasta este año, 2023, medio siglo después de que se enviara el primero de la historia: “Los correos electrónicos me asustan. Pone CC y hay mil nombres. ¿Quién es esa gente?”

En Twitter, casi todo el mundo está más o menos de acuerdo con el director. Hay quien se siente identificado con él cada vez que recibe un correo de trabajo, o quien tiene escalofríos porque esas declaraciones le han recordado a su etapa en una multinacional. Por una vez que los tuiteros no discuten, me sabe fatal venir a llevarle la contraria a todo el mundo, pero he de confesar que entiendo mejor la animadversión de Scorsese hacia Marvel que hacia el correo electrónico, uno de los mejores inventos de la historia.

Sí, de acuerdo, la inmensa mayoría de los correos que recibimos hoy en día son de spam, o casi. Pero el resto, aunque sean pocos, tienen muchísimas ventajas. Por ejemplo, cuando enviamos un correo no interrumpimos a nadie, al contrario de lo que ocurre cuando llamamos por teléfono. Un correo tampoco exige respuesta inmediata, como un mensaje de WhatsApp. Y, como sabemos todos, con un mail podríamos ahorrarnos la inmensa mayoría de las reuniones. Además, podemos ignorarlos con muchísima facilidad: basta con crear una carpeta de “pendientes”, meterlos ahí y no volver a leerlos en la vida. Yo lo hago constantemente. Tengo correos pendientes en pesetas.

No quiero parecer lo que soy, una persona que nació hace ya unos cuantos años, pero hubo una época en la que escribíamos correos larguísimos a nuestros amigos y, aunque ahora nos parezca increíble, ellos los leían y, a veces, incluso nos contestaban. En The Encyclopaedia of Trouble and Spaciousness, Rebecca Solnit le dedica unas cuantas páginas a estos mensajes, que “tenían toda la profundidad y la complejidad de las cartas”, y que unían “la intimidad de lo que escribías desde el corazón con la velocidad del telégrafo”. Pero luego los correos acabaron convertidos en mensajes breves y, claro, para eso mejor WhatsApp o Telegram.

Me parece muy difícil que los correos personales vuelvan a ponerse de moda, a pesar de que han vuelto los boletines: nos gustan los boletines porque son un refugio frente a los gritos de las redes sociales y vienen a ser un poco como aquellos blogs de hace 15 o 20 años, más cercanos que una columna de periódico y menos impostados que una cuenta de Instagram.

Pero es verdad que quizás no haga tanta falta enviar correos a los amigos o a la pareja teniendo tantas opciones y habiendo bares.

Aun así, quiero insistir en que hay cosas peores que un correo electrónico, y esto lo sabe hasta Scorsese. Un grupo de WhatsApp, por ejemplo. O un grupo de WhatsApp de trabajo. O, peor aún, un grupo de WhatsApp para buscar hueco para una reunión.

En fin, gracias y un saludo.

23 de octubre 2023

El País

https://elpais.com/opinion/2023-10-24/en-defensa-del-correo-electronico.html