En el reciente Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC) Raúl Castro renunció y entregó el liderazgo del partido a Miguel Díaz-Canel y a una nueva generación de líderes. Deja como legado una sociedad agobiada por la inflación, el desabastecimiento y las colas. El nuevo liderazgo en el gobierno, ha obtenido logros precarios. Los jóvenes cubanos están impacientes y demandan resultados. Evidencia de ello es el protagonismo del Movimiento San Isidro.
Hasta ahora las sucesiones en el liderazgo cubano se han llevado a cabo en calma. Sin embargo, este no parece ser el caso del cambio que acaba de ocurrir en el reciente Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC), celebrado entre el 16 y 19 de abril. En el mismo Raúl Castro le entregó el liderazgo del PCC a Miguel Díaz-Canel.
Después de media centuria al frente del régimen Fidel Castro delegó en su hermano el liderazgo del régimen y del PCC. Raúl Castro lanzó un conjunto de tímidas reformas bajo las cuales 600.000 miembros de la fuerza de trabajo pasaron a laborar en cooperativas independientes. Él permitió a los cubanos comprar casas y celulares. Bajo el gobierno de Barack Obama permitió el restablecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Él separó los roles del partido y del gobierno y estableció límites de tiempo. El Congreso del PCC completó esta racionalización. Los compañeros de generación de Raúl abandonaron el politburó, aunque su hijo y su yerno mantienen puestos de mucho poder en las Fuerzas Armadas. Estos cambios dejan a Díaz-Canel con las manos libres para rehacer la dirigencia del PCC.
Con la autoridad carismática de los hermanos Castro fuera del juego, el nuevo liderazgo será juzgado fundamentalmente por los resultados. El problema es que hasta ahora estos son muy pocos. El manejo de la pandemia ha sido efectiva, gracias a los avances en el área de salud. Pero la pandemia ha paralizado el turismo y golpeado una ya debilitada economía.
La apuesta de los Castro por el apoyo del régimen chavista fue “Pan pa hoy y hambre pa mañana”. El subsidio permitió prolongar la existencia del socialismo cubano a pesar de sus taras. Sin embargo, al final, la incompetencia del régimen venezolano se tradujo en una crisis que ha derivado en una declinación de la ayuda a Cuba. Esto, aunado al impacto de las sanciones de Estado Unidos bajo el gobierno de Donald Trump e ineficiencias de larga data, se han combinado para colapsar las importaciones y causar un desabastecimiento generalizado, lo que obliga al cubano promedio a desperdiciar buena parte de su tiempo en colas para abastecerse.
Esta situación impulsó a Díaz-Canel a reformular el sistema cambiario, unificando los tipos de cambios, lo que implicó una fuerte devaluación. Ello estaba diseñado para forzar a las empresas estatales a ser más eficientes y exportar más. Esto ha incentivado la inflación que se espera este año crezca hasta llegar a 500%, lo que podría contraer los salarios reales en un 15%, según estimaciones del economista cubano Pavel Vidal. Según éste solo hay dos vías: ajuste y reformas estructurales o estancamiento.
Hasta ahora el incipiente sector privado no llega más allá de una economía de subsistencia Muchos economistas esperan que el Congreso del PCC autorice el funcionamiento de las pequeñas y medianas empresas (PYMES). No ha habido tal fortuna. Raúl Castro en su discurso estableció que las reformas deben tener límites, pues podrían causar la destrucción del socialismo. Sin embargo, el economista Ricardo Torres de la Universidad de la Habana señala que el mensaje del Congreso fue que no podían detenerse las reformas. Torres piensa que las PYMES serán autorizadas progresivamente, comenzando con la producción de alimentos.
En una sociedad infantilizada por el paternalismo los cubanos más jóvenes digitalmente interconectados están impacientes. En los pasados meses hemos observado inusuales demostraciones de artistas y activistas demandando mayor libertad cultural. Estos grupos incluyen a ambientalistas, anti racistas, feministas y artistas, como los raperos creadores de la obra “Patria y Vida”, cuya letra refleja la decepción de los jóvenes con los precarios resultados de la revolución. Incluye también al Movimiento San Isidro que se ha convertido en una piedra en el zapato para régimen. Ellos son difíciles de descalificar como agentes del imperialismo, aunque Díaz-Canel ha tratado de hacerlo. El régimen está controlando esto mediante las tradicionales políticas represivas, de acuerdo con Rafael Rojas, un historiador cubano residenciado en México. El Congreso del PCC ha enviado una tímida señal de apertura sustituyendo al jefe de ideología por Rogelio Polanco una figura más flexible. Adicionalmente Díaz-Canel ha ofrecido conversar con los jóvenes e intelectuales aunque ellos quieren más que esto.
El férreo control del Estado policiaco cubano no está amenazado, en términos inmediatos. Pero la frustración está creciendo. Mucho más que antes la gente está diciendo que quieren emigrar, dice un joven profesor. Esto es un problema en un país cuya población está declinando. Cuando la generación post revolucionaria ascendió al poder en China y Vietnam, ellos lograron que la población sintiera los beneficios del crecimiento económico a través del capitalismo de estado. Díaz-Canel ignora esta lección a su cuenta y riesgo.
Nota: la mayor parte de este escrito está basado en una traducción libre del artículo: The Economist. 2021. After the mith, the grim facts. April 24.
Profesor UCV