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Hermann Broch o el exilio

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 2 min.

Crónicas del Olvido

1.-

“Cuando un hombre audaz emigra a América, sus parientes y amigos le despiden en el puerto agitando los pañuelos. La orquesta del barco interpreta la canción “He de abandonar, he de abandonar mi pequeña ciudad”, y aunque, dada la regularidad con que parten buques, esto puede parecer un alarde de hipocresía por parte del director de la orquesta…”.

Nos topamos con esta idea en “Esch o la anarquía”, como fuente para avanzar en lo que significa o podría significar el exilio. Hermann Broch entonces se hace August Esch.

Pero, ¿quién era Broch? Nacido en Viena en 1886, en medio de las costumbres de una familia judía acomodada, hizo estudios de ingeniería textil. Años más tarde abandonó la empresa de su padre, con quien trabajaba, y se dedicó de lleno a la literatura. Se sumergió en indagaciones filosóficas, matemáticas y psicológicas.

La nota biográfica lo muestra como perseguido por la Gestapo, razón por la cual se ve obligado a emigrar a Estados Unidos, donde murió en 1951.

Desde esta perspectiva, desde esta realidad, Broch escribe “Esch o la anarquía” y una lista considerable de ensayos donde el dolor siempre está presente. “La trilogía Los sonámbulos” (1931-1932). Este trabajo incluye “Pasenow o el romanticismo”, así como “Huguenau o el realismo”, y las novelas “La muerte de Virgilio” (1945) y “Los inocentes” (1954).

2.-

La idea del exilio, del emigrado, se sostiene en los movimientos humanos provocados por razones políticas, económicas, ideológicas, etc. El rescate de la inocencia, en el sentido de que un sujeto huye de las injusticias de su historia para reconstruir la vida de quien se extraña y configurar la de los que aún no han nacido.

Sobran los ejemplos de emigrados que se forjaron un tiempo distinto. Vidas paralelas: los que se quedan terminan –en el caso alemán, soviético, chino o cubano- ahogados por la miseria y la injusticia. Los que se alejan se encuentran con otros problemas, con otras “felicidades” que no logran entender, toda vez que la nueva realidad se convierte en un problema psicológico.

3.-

A los treinta años, Esch fue echado del trabajo.

-“¿Despedido?

O sea que éste ya lo sabía.

-Despedido –replicó Esch con acritud.

-¿Te queda algún dinero?

Esch se encogió de hombros; le alcanzaría para un par de días…”.

Hecho un ovillo, se dedica a visitar tabernas y burdeles. El mundo le gira al revés. La realidad política se inserta en su piel y comienza la agonía.

Pese a todo, a los deseos y sueños por realizar, Esch se encuentra en otra tierra. Se aleja de la muerte, de la persecución y se interna en la selva urbana de América del Norte.

Los judíos –en la mira de los nazis- se agitaban contra ellos mismos. Intentaban recoger los vidrios rotos, esconderse de su origen.

La historia ya es harto conocida.

“-En el Reichstag y en los periódicos gritan mucho esos judíos –explotó Geyring-, pero cuando se trata de servir al sindicato desaparecen del foro.

Esch sí lo comprendió la señora Hentjen, y en tono ofendido añadió:

--Están en todas partes, se hacen con todo el dinero y se arrojan sobre las mujeres como machos cabríos.

En su rostro se reflejaba de nuevo el asco. Martín levantó la vista del periódico y no pudo evitar una sonrisa:

-No hay para tanto, mamá Hentjen…”

4.-

Ese hombre audaz, el emigrante, se hace un absoluto. El sueño por la libertad no queda en la huida: sabe que el sacrificio será parte de su historia y jamás será olvidada.

(16-09-2007)