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La fuerza de la historia

Opinión
Artículos de opinión
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Fue en Polonia donde se iniciaron las acciones para tratar de derribar el muro de Berlín. Para ello unieron sus voluntades el hoy San Juan Pablo II y el para entonces presidente norteamericano Ronald Reagan. Ellos le dieron todo su apoyo al proyecto de Solidaridad, que se convertiría en el primer sindicato libre en el Bloque Oriental bajo la dirección de Lech Walęsa.

Todo comenzó con Solidaridad y continuó en Hungría, Checoeslovaquia, Alemania Oriental y el resto de los países de la Cortina de Hierro, salvo Rumania, que fue la última antes de iniciarse la desintegración de la Unión Soviética.

Lo cierto es que luego de empezar todos los movimientos que dieron al traste con las tiranías comunistas, quienes dirigían esos países comprendieron que no podían ir en contravía de la historia. Ya para entonces les era fácil verificar que la economía de la Unión Soviética se encontraba prácticamente fallida, por lo que le sería prácticamente imposible ir en su ayuda. Ante esto y el arribo al poder de Mijaíl Gorbachov con sus famosos glasnost y la perestroika, prefirieron hacerse a un lado y darle así paso a las revueltas pacíficas que se desarrollaron en los países de la Europa Oriental.

La única excepción fue la de Nicolás Ceausescu, quien luego de convocar una manifestación de apoyo en Bucarest, el 21 de diciembre de 1989, terminó ejecutado cuatro días después junto a su esposa Elena. Y todo porque resolvió acabar con extrema violencia esa manifestación ya que escuchaba gritos de la multitud que le decía ¡Drácula, tu tiempo se acabó!

Eso sucede cuando los dictadores y tiranos no escuchan la voz del pueblo, que es la voz de Dios. La iglesia rumana se oponía a que fuesen ejecutados en esa fecha pues era el día de Navidad. Sin embargo, ese día se convirtió en el día en que en Rumania volvía a nacer la libertad.

Como dice el Eclesiastés, todo tiene su tiempo y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su hora. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir. Todas las tiranías tienen su fin, unas más temprano, otras un poco más tarde y hay algunas como las comunistas que duran hasta que los pueblos pierden el miedo.

Si hay una cosa cierta es que el comunismo sólo trae miseria, derroche, tiranía y corrupción. Venezuela es ejemplo patente de ello. Los gobernantes de este siglo presumían de un país que contaba con todas las riquezas del mundo. Hubo quien dijo que “tendrían que quitarse los inversionistas extranjeros a sombrerazos” y que añoraban el mar de felicidad de quienes vivían sometidos a la tiranía castrista. La historia castiga a quienes no aprenden de ella.

Hoy “vivimos” sin salud, educación, desarrollo y carentes de libertad, con la posibilidad cierta de morir muchos de hambre por haber acabado con la industria petrolera, la agricultura, la ganadería, el parque industrial y tantas cosas más, como haber sembrado el odio entre quienes viven en la que fue y volverá a ser Tierra de gracia.

Como dijo don Andrés Bello: Ya es la hora de la conciencia y del pensar profundo.