El país pasa por una situación de crisis inédita en la historia sanitaria, que no tiene analogía con algún conflicto en el pasado, por su extensión, su profundidad y por la falta de respuestas, o mejor aún, por el tipo de respuestas que ha ensayado el gobierno.
Nuestros hospitales públicos siempre han tenido fallas en la dotación de medicinas y material médico quirúrgico, en el equipamiento, la infraestructura, así como en el pago de los sueldos y salarios. Pero lo que hoy vivimos los médicos, pero sobre todo, lo que padecen los pacientes y sus familiares, es un infierno sin parangón. Es que el deficit es muy extendido: son numerosos los insumos que no se encuentran, los equipos dañados, los reactivos inexistentes, los problemas de la infraestructura y de saneamiento que dificultan el acto profesional. Esto ha durado el curso de este año, y ha venido profundizándose con el paso del tiempo.
No solo ha ocurrido la muerte del niño Oliver Sánchez, de ocho años, por falta de quimioterapia, es que continuamente nos enteramos de historias hospitalarias que generan desolación en el alma, con lamentable frecuencia. En un chat de médicos de nuestro Hospital Central de Maracay, podemos leer un texto espeluznante: “en estos duros momentos es bueno que nos reconciliemos con Dios. Anoche me tocó ver como moría un paciente durante la emersión de la anestesia, presentó signos de EKG de IM cara anterior (diabético e hipertenso) y sin siquiera un isordil que ponerle debajo de la lengua, ni morfina, ni lasix, ni siquiera una aspirina para triturarla y pasársela por sonda nasogástrica como antiagregante. A la hora ya estaba muerto sin que se pudiera hacer lo mínimo para salvarle la vida. Solo un EKG para hacer diagnóstico. ¡Es duro!”
Los médicos venezolanos no estamos acostumbrados a ver morir gente sin poder hacer nada por falta de insumos, ¡y nunca nos debemos acostumbrar! Estas historias se repiten en todo el país, lo cual explica los conflictos, con variantes, en cada estado y cada hospital. Los resultados son muertes y discapacidad evitables. Por eso el nombre de “crisis humanitaria de la salud”.
Pero lo peor son las respuestas que han ensayado los mandamases, también variables en cada entidad federal. En Aragua, la respuesta es el silencio. Aunque las autoridades sanitarias conocen de la grave situación, actúan como si nada pasara. Nada hacen, nada dicen, solo culpan a la ministra de salud. En Lara el poder ordenó, por medio de un tribunal, que no se hiciera un paro de médicos por 48 horas, público y privado, como protesta. Pero igual se hizo por el apoyo y presión de la sociedad larense. En Mérida, un grupo de valientes residentes del hospital universitario iniciaron una huelga de hambre, a la que sumaron varios especialistas, siendo amenazados de ser despidos por el funcionario que tiene la responsabilidad de dotar el hospital universitario. Luego fueron descalificados por el propio gobernador, señalados de desestabilizadores. El propio presidente Maduro tomó parte en el asunto al prohibir ayuda humanitaria de “Cáritas”. Pero todos siguen sin reconocer el problema, ni tomar las medidas específicas: dotar los hospitales y la red asistencial humanitaria gratuita.
Resulta sorprendente que sabiendo la gravedad de la crisis hospitalaria, insistan en mirar para el otro lado, en tapar el asunto de una u otra manera, a pesar de las consecuencias, en vidas perdidas. Más en aquellos que hablan de “sensibilidad revolucionaria”, “preocupación por los más pobres”, pero la verdad es que a los desvalidos, el poder los deja desamparados ante la agresión de una enfermedad. Sorprende tanta indolencia, tanta negligencia, tanto desamor.
¿Será que tienen miedo de reconocer que los hospitales carecen de los insumos mínimos para salvar la vida de nuestros pacientes, que aceptar que la infraestructura sanitaria del país está en el suelo, porque los inculpa? ¿Será que prefieren negar a toda costa esta crisis con tal de no reconocer que tienen toda la responsabilidad del asunto? ¿Será, peor aún, que no saben cómo resolverla?. ¿Será que mantenerse en el poder es más importante que salvar la vida de miles de venezolanos que padecen semejante drama?
El infierno descrito es la razón por la que hoy se extiende la protesta médica por todo el país. Se repite, con variantes, la historia de José María Vargas con Carujo. Hoy los descendientes del oficio de José María Vargas podemos decir a los Carujos de hoy, con nuestra lucha por la salud y por la vida de los pacientes: “El mundo es del hombre justo. Es el hombre de bien y no el valiente, el que siempre ha vivido y vivirá feliz sobre la tierra y seguro sobre su conciencia”.
Ex -Presidente de CorpoSalud-Aragua