(A quien pueda interesar)
Reformas con miedo. Un confuso intento de magnicidio contra Cristina Kirchner, lleno de inconsistencias y cosas inexplicables, podría salvarla políticamente. Si hablar de crisis permanente no fuera un exabrupto, sería hacerlo sobre Argentina, donde desde hace siete décadas peronistas y militares se turnan para gobernar y crear calamidades, cinco grandes crisis, con breves interregnos, Frondizi, Alfonsín, Macri. Perón llega al poder en 1946 en uno de los países más ricos del mundo, más que las hoy potencias. Para tener idea, la moneda británica ni siquiera era transable internacionalmente e Inglaterra penaba para pagar los alimentos importados de la misma Argentina. Como para toda política tercermundista, gobernar consiste en un gasto fiscal enorme y corrupto envuelto en retórica populista, para forrar a los gobernantes, matando la producción de riqueza y 300 mil millones de dólares de deuda externa. “Gasto fiscal”: Argentina es de los países más corruptos de la tierra y ahora se sabe que los Kirchner recibían en promedio noventa millones de dólares mensuales en efectivo.
Agarraron a un distribuidor de coimas con cinco cuadernos en los que anotaba meticulosamente las direcciones, nombres y número de maletines que entregaba (se contaban maletines, no dinero). Un infeliz de última categoría, un José López, salió asustado en la madrugada a ocultar en un convento nueve millones de dólares que tenía en su casa para pagar deliveries y lo descubrieron. Proteccionismo, devaluaciones, regulaciones y entre los más altos impuestos del planeta, hicieron la economía no competitiva y paciente crónica de endeudamiento externo para funcionar. Pocos se aventuran a invertir en un país caótico de moneda sistemáticamente devaluada. Cuando llegaron los Kirchner al poder en 2002 el gasto fiscal era de 23% del PIB y cuando se fueron, 40%. El empleo público se disparó y hoy 35% de los trabajadores son empleados del gobierno y no producen nada. En siete provincias hay más empleados públicos que privados y el país entra en default.
A falta de financiamiento se dedican a imprimir billetes y establecer controles y “corralitos”. Gana Mauricio Macri (2015-2019) Tomó algunas decisiones correctas y mejoró el ambiente con su tesis “gradualista”. “Poco a poco”, según él, llegarían inversiones y aumentaría la recaudación, sin meterse con el problema esencial: el gasto gigantesco, corrupto e inflacionario. Tales estropicios y la alta tasa impositiva, hacen huir los capitales y fracasa escandalosamente, muy grave porque se veía en él un mandatario moderno que liberaría al país del anacronismo peronista y sus vicios ancestrales. Luego de resistirse con galimatías a un acuerdo con el FMI, termina pidiéndole un rescate su último año, demasiado tarde, y después de devaluar el peso 80% en el período. La caída del tipo de cambio es consecuencia inseparable de la filosofía peronista que heredó el macrismo: un gasto público desaforado y corrupto. Macri no redujo el derroche, ni la corrupción, ni el déficit, lo que le hubiera permitido gastar en la gente, e imprimió más moneda que los Kirchner, lo que mantuvo la inflación en alza.
La idea de gradualidad es correcta si se refiere a mitigar necesidades sociales con programas compensatorios, pero suele ser coartada para eludir los problemas difíciles, los nudos gordianos. La historia del falso gradualismo en Latinoamérica, darle largas a los problemas y dejar que se pudran, quiere presentar la indecisión como prudencia, y fracasa. A la caída del comunismo, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y República Checa desesperados por la situación humanitaria, aplicaron medidas de emergencia y obtuvieron resultados rápidos; hoy presentan niveles de vida superiores a Latinoamérica e incluso a Portugal. En cambio, Ucrania, Rumania, Tayikistán y Armenia, que decidieron ir paso a paso, no levantan cabeza. Macri deja escombros y en 2019 Fernández y Fernández lo apalean. Consiguen inflación de 50% y una de las recesiones más graves del mundo. El tipo de cambio pasó con Macri de 43 a 80 pesos por dólar.
La paliza electoral kirchnerista demuestra que reformas mediocres tienen más perjuicio que beneficio, porque desacreditan el cambio y levantan la false memory syndrome del pasado alegre. Gradualismo pinche, pequeñas enmiendas, eludir reformas estructurales, no enfrentar al gasto corrupto, todo reventó y el último año llaman la ambulancia del FMI. Las diferencias entre las gestiones de Macri y Kirchner fueron secundarias. La miseria llegó a 45%. La Universidad católica dice que dieciséis millones son pobres y tres, indigentes; apenas ocho millones de trabajadores productivos sostienen al país de millones de personas que no producen. Los impuestos suman más de la mitad del precio de un auto, que cuesta tres veces más que en EEUU, el doble que en España; y 40% del precio de la canasta de alimentos, en la tercera inflación más alta del mundo ¿Qué hacen los Fernández?: un nuevo ajuste pero no para adecentar el Estado sino para empobrecer más a los ciudadanos. Más impuestos, retienen producto de las exportaciones, reducen los renglones no imponibles, gravan la compra de dólares y controlan los cambios. El caos asoma el hocico. Y llega Sigfrido en su caballo blanco: Sergio Mazza. Veremos
@CarlosRaulHer