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De la neo dictadura a la totalitaria

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 3 min.

El chavismo no ha sido ni es un proyecto democrático. No podía serlo porque su ideario político es la confluencia de ideas retrogradas: el militarismo, el fascismo ceresoliano, el castro comunismo y el populismo latinoamericano. Combinación indigesta, pasaporte directo y seguro al despotismo, la miseria y la injusticia como ya lo estamos padeciendo los venezolanos.

Chávez trató y pudo desde la democracia y por la vía electoral construir un sistema que fue pasando de autoritario a autocrático en el cual su persona concentraba de facto todos los poderes del Estado. Cuando perdía alguna elección esterilizaba las competencias del espacio perdido. Se cuidó siempre de mantener la fachada democrática y de no cerrar todos los espacios democráticos, sin embargo fue progresivamente incumpliendo la Constitución hasta el punto de que la fisiología del sistema político, realmente imperante, era dictatorial.

Es lo que llamamos Neo dictadura, régimen parecido al de Putin, Erdogan y por estos lares al de Ortega. En esos sistemas la bonanza económica, la religión, el nacionalismo y el carisma del líder son la fuente de legitimidad. En ellos se combina un fuerte apoyo popular con el férreo control de las fuerzas armadas.

En nuestro caso el asunto siempre tendía a ir más allá por la influencia del castrismo tanto en el líder como en buena parte de la jerarquía chavista.

Todo pudo funcionar bien (muy bien) mientras el régimen pudo disponer de los recursos políticos y económicos para seducir a la mayor parte de la población. De hecho, durante un tiempo era correcto hablar de hegemonía chavista – en términos de Gramsci -. Lo que convenció a Chávez de que las condiciones estaban maduras para el salto hacia adelante: construir el Estado Comunal, versión criolla del poder popular cubano, mediante una reforma constitucional en el 2007.

Puede decirse que allí comenzó a gestarse una crisis de representatividad del chavismo alimentada por las incipientes muestras de agotamiento del modelo económico y sus secuelas amén de otras crecientes insatisfacciones ante el avance de problemas como la inseguridad. Consecuencia directa del autoritarismo y la insatisfacción ciudadana fue el aumento de la influencia y fuerza de la oposición democrática que no hizo sino crecer desde el 2010 hasta el presente.

La muerte del líder y el desplome de los precios del petróleo fueron un catalizador para la pérdida definitiva de la hegemonía chavista. Los legatarios del Conducator recibieron una herencia envenenada: un país sumido en una monumental crisis sistémica que no hacía más que empezar y que iba a secar las fuentes de la legitimidad del proyecto chavista.

El formato neo dictatorial no daba para más y el resultado de los comicios del 6/12/2015 demostró que la mayoría quería cambio.

La respuesta del chavismo a la nueva y dramática situación fue consecuente con su indisimulada vocación dictatorial: poner en marcha un golpe de Estado por etapas culminado al final del año 2016 y que ahora está en fase de consolidación con la fraudulenta Constituyente Comunal, que es la vía para instaurar la dictadura totalitaria.

El Madurato no es una distorsión o desviación del chavismo, es su hijo legítimo, es su fase superior, es la respuesta lógica al cese del apoyo popular, a la incapacidad de resolver la crisis y al propósito continuista. Además la gobernanza maduriana es consistente con el ideario de Chávez y su forma de gobernar. El Estado Comunal fue un proyecto del Cdte.

El chavismo gobernante ha dado la peor respuesta al clamor mayoritario de cambio. A la justa rebelión popular ha respondido con acciones claramente violatorias de los derechos humanos, civiles y políticos consagrados en la legalidad nacional e internacional. Ha cometido toda clase de atropellos y desmanes cónsonos con los de cualquier tiranía.

La Constituyente es su última carta para tratar de someter al país. Proceso ilegal, irrito y viciado de principio a fin, que le ha ganado el repudio de la mayoría nacional – verificado en la enorme abstención del 30 de julio – y ha concitado el rechazo generalizado de los estados más influyentes del continente, de la Unión Europea y amenaza convertirlo en un paria internacional.

Creo que la instauración de una nueva Cuba no es viable porque lejos de resolver la crisis nacional la potenciará exponencialmente, porque afecta demasiados intereses políticos, económicos y de seguridad en la Comunidad Internacional y sus apoyantes no tienen capacidad para ir más allá de lo declarativo.

Con esto no quiero decir que la solución al drama será fácil ni está a la vuelta de la esquina. Las fuerzas democráticas deben evaluar con seriedad el camino andado y sus resultados. Asuntos complejos no se resuelven con simplezas ni voluntarismos.

Caracas, 8 de agosto de 2017