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Las olimpiadas 2016 y los ratoncitos Schwarzennegger

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 3 min.

El deporte ha llegado a ser, sin lugar a dudas, un fenómeno social distintivo de los tiempos que corren. Su importancia social, económica, política y cultural es difícil de exagerar y tiene, seguramente, muy pocos equivalentes en otros ámbitos de la existencia humana. Así las cosas, se ha dicho que la actual es una Sociedad Deportivizada en la que, entre otros aspectos que no cabe mencionar aquí, ha cambiado de manera radical la práctica misma del deporte.

En este contexto, la búsqueda de medios para lograr elevar el desempeño del atleta, si bien es ciertamente muy antigua, hoy en día tiene una relevancia mayor y abre posibilidades insospechadas. En efecto, en la actividad deportiva, actualmente tejida en torno a la competencia, el negocio y el espectáculo, el apoyo de la ciencia y la tecnología se ha vuelto un factor crucial. De acuerdo a algunos estudios, cuyas conclusiones, sin embargo, aún son debatidas, se estima que a estas alturas resulta difícil mejorar de “manera natural” las marcas y para conseguirlo se echa mano de un extenso repertorio tecnológico. Es que la Sociedad Deportivizada es también la Sociedad del Conocimiento.

Así las cosas, las aplicaciones de la tecno ciencia se abren a todos los aspectos involucrados en el deporte, vale decir, la vestimenta, la elaboración de instrumentos y materiales, el entrenamiento, la nutrición y la salud del atleta, las estrategias para competir, el arbitraje de los eventos, el mejoramiento de estadios y canchas, la evaluación del desempeño de los jugadores o la intervención sobre el propio cuerpo humano. En suma, el deporte se ha vuelto una intensa lucha que se libra cada vez más en el terreno de las innovaciones. No hay aspecto suyo que no sea tocado por la varita tecnológica.

Dicho lo dicho, muchos se preguntan, entonces, si en las pistas y canchas también compiten los laboratorios.

II.

El dopaje ha sido siempre un dato del paisaje deportivo, presente desde cuando, en tiempos de la Antigua Grecia, se usaban unas yerbitas, cuyo consumo surtía efectos casi ridículos, hasta el sofisticado menú del que recientemente dispuso, por ejemplo, Lance Armstrong, señal, entre otras muchas, de que la actividad deportiva no ha transcurrido nunca bajo la inspiración de los valores predicados en el evangelio olímpico, expresados en torno a la máxima ¿moral? según la cual lo importante no es ganar sino competir.

Al contrario, tiene lugar bajo la despiadada obligación de conseguir la victoria, más o menos a como dé lugar, sobre todo en el escenario de la alta competencia y allí esta, como penúltimo botón, el caso de la delegación rusa preparada para la cita en Brasil.

III.

En este marco, el dopaje genético significa un brinco notable y ha quedado definido como el uso no terapéutico de genes, elementos genéticos y/o células que tienen la capacidad de mejorar el rendimiento aumentando la fuerza, la resistencia y la rapidez de los atletas.

Dice Mr. Google que en el año 2007, mientras investigaba las posibles formas de restaurar el crecimiento muscular en pacientes con distrofia muscular, Lee Sweeney, profesor de la Universidad de Pennsylvania, logró crear ratones que contaban con músculos muy poderosos, apodados “ratones Schwarzenegger”, asomando, así, como factible la modificación genética para mejorar el rendimiento deportivo. Informada de los resultados obtenidos por ésta y otras cuantas investigaciones, la World Anti-Doping Agency (WADA) se ha venido preparando desde hace algún tiempo para encontrar el modo de detectar la intervención en la condición genética de los deportistas. Como cabe esperar, ésta es ya una preocupación relevante en los Juegos Olímpicos que se efectúan en Brasil.

A propósito de lo señalado anteriormente, han empezado a surgir diversos problemas científicos pero, igualmente, éticos y legales, que navegan, por ahora, en medio de la incertidumbre y la confusión. Y, asociados a ellos, interrogantes que indagan acerca de la propia naturaleza y el significado del deporte del futuro, llegándose a hablar de una nueva época, la del post atleta, resultado de una revolución del conocimiento que está impactando nuestras vidas en modos que, como se ha señalado, probablemente contribuyan en alto grado a determinar la manera misma en que nos percibimos como humanos, no sólo, desde luego, en el ámbito deportivo.

El Nacional, 9 de agosto de 2016