En los últimos años los precios del petróleo han disminuido en forma sostenida, lo que ha reducido la rentabilidad del negocio petrolero global, haciendo que los inversores pierdan interés en la actividad y reorienten sus capitales hacia otras alternativas. Los países con elevadas reservas, como Venezuela, corren el riesgo de que tengan que dejar las mismas en el suelo, debido al poco interés de los inversionistas en explotarlas. Ello soporta el planteamiento de Conindustria sobre la necesidad de buscar alternativas a la producción de petróleo.
Durante los últimos años la producción petrolera se desarrolló en un entorno en el cual predominaba la idea de que las reservas se habían agotado, en consecuencia la producción se expandía en función de lo que producían los campos existentes. El temor por el agotamiento del petróleo creó el ambiente para nuevos proyectos y emprendimientos como fue el caso del fracking en los Estados Unidos y nuevos proyectos costas afuera en Noruega y Brasil. Ello impulsó la producción no Opep y posicionó a los Estados Unidos como el principal productor de petróleo a nivel mundial.
En este contexto Arabia Saudita inició una guerra de precios impulsando la producción a fin de provocar la salida de las compañías que laboran bajo el sistema fracking del mercado, sin embargo las inversiones que realizaron dichas compañías lograron sorprendentes incrementos de productividad que permitieron competir exitosamente y superar la guerra de precios planteada por los sauditas. Los precios bajaron a tal nivel que afectaron las finanzas de los árabes los cuales se vieron obligados a abandonar su estrategia y recortar la producción para impulsar los precios.
Los precios se recuperaron pero en abril del 2020 la pandemia y el confinamiento colapsaron la demanda de combustibles iniciando un nuevo episodio que llevó los precios a niveles que hacían poco o nada rentable la actividad petrolera. Ello provocó nuevos recortes que llevaron los precios a niveles cercanos a los 40 dólares el barril en el periodo más reciente.
Todos estos episodios marcaron una tendencia sostenida a la disminución de los precios del crudo de 2015 en adelante lesionado la rentabilidad del negocio petrolero, llevando la misma por debajo de los costos del capital o sea la tasa de interés que cobran los bancos por los créditos concedidos. Ello ha presionado a los inversionistas a alejarse de la actividad petrolera y buscar otras opciones generándose un colapso en la inversión en la actividad petrolera global.
La caída de la rentabilidad afectará a los emprendimientos como los del fracking. Existe un consenso que el crecimiento del fracking americano en la década del 2020 será débil en comparación con el boom previo. Las inversiones, que generaron impresionantes incrementos de productividad en el sistema fracking, han disminuido. Los inversores pueden obtener mejores retornos en otras partes.
El colapso de las inversiones que se inició antes de la pandemia, ha cambiado el panorama del mercado petrolero. La Agencia Internacional de Energía (IEA), un organismo internacional especializado en proyecciones a largo plazo, estima que la inversión en exploración este año caerá a su nivel más bajo desde el año 2005. El banco Golman Sachs espera que la producción de crudo no Opep se estanque en la década del 2020, no debido a la geología sino a la carencia de inversión. Bernstein, una firma de investigación, piensa que la oferta no Opep, la cual aporta el 60 % de la producción global llegará a un pico en el 2025 y luego se mantendrá a nivel del último año.
La caída de la inversión ha agitado el debate sobre el futuro de la producción de crudo. Bernstein examinó las 50 compañías de energía más grandes fuera de la Opep y el caso de la extinta Unión Soviética. En el año 2019 ellos reinvirtieron un promedio de 64% de su flujo de caja operativo. El promedio en el largo plazo fue de 87%. La pandemia ha agudizado el asunto. Los productores han cerrado campos, retardado proyectos y contraído drásticamente la inversión. Se estima que el 15% de los emprendimientos clausurados no se reiniciarán. La IEA estima que la inversión que se traduce en incremento de la oferta será 33% menor este año que en el 2019 y 62% más baja en comparación al elevado nivel que alcanzó en el 2014.
En el contexto descrito, “si el apetito por petróleo disminuye en el futuro debido a los cambios de hábitos, tecnologías limpias, o regulaciones ambientales, los países con vastas reservas (como Venezuela) corren el riesgo de tener que dejar sus reservas debajo del suelo”.
En el hipotético caso que un gobierno de signo contrario al actual desee recuperar la industria petrolera venezolana, actualmente en ruinas, tendrá la dificultad de conseguir inversionistas extranjeros interesados en participar en la reconstrucción de la industria los cuales no abundarán. Ello confirma lo planteado por Conindustria, la recuperación de la industria petrolera será lenta y llena de dificultades. Por ello es necesario priorizar otras actividades que provean las divisas que necesita el país para sustituir las que en el pasado suministraba la actividad petrolera, como la industria, el turismo, el sector agroalimentario.
Referencia:
La mayor parte de este escrito está basado en una síntesis de un artículo publicado recientemente por la revista The Economist: The Economist. 2020.“Investment in oil supply has collapsed, it may no roar back”. Jun 11th 2020.
Profesor UCV