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El legado de Chávez: nepotismo y corrupción

Opinión
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Tiempo de lectura: 5 min.

Seguidores de Chávez como Nicmer Evans de Marea Socialista, plantean que la razón de ser de su movimiento es defender el legado del difunto presidente, el cual está siendo destruido por el gobierno de Nicolás Maduro. Sin embargo, cuando uno lee la obra de Enrique Krauze “El poder y el delirio” llega a conclusiones diferentes. Enrique Krauze es un historiador mexicano especializado en historia de las ideas, particularmente de las ideas que han nutrido el pensamiento político latinoamericano. En el año 2007, se trasladó a Venezuela para estudiar la revolución bolivariana como fenómeno político y particularmente a Chávez, sus ideas, su proyecto, su obra de gobierno, el movimiento latinoamericano que impulsó y sus relaciones con Cuba. Los resultados de su investigación los expuso en la obra citada.

En su obra, Krauze señala que Chávez planteó en algún momento de su evolución política, que su rol en la política venezolana y en la historia de nuestro país se compadecía con los planteamientos de Gueorgui Plejanov sobre el rol determinante que algunos individuos desempeñan en la historia. Sin embargo, el historiador mexicano plantea que probablemente Chávez no leyó bien a Plejanov o no lo comprendió adecuadamente, pues su visión se correspondía más con la de Thomas Carlyle sobre el rol de los héroes en la historia. Carlyle era un escritor de tendencia fascista que en algún momento expresó con entusiasmo que prefería a “un judío torturado que a un judío millonario”.

En la perspectiva descrita, el historiador mexicano señaló que Chávez aspiró a ser el héroe del siglo XXI venezolano. “Se ha acostumbrado a vivir inyectado de adrenalina…, de una heroína que el mismo genera. Esa heroicidad, piensa él, le da derecho a la ubicuidad, la omnipresencia, la omnipotencia y a la propiedad privada de los bienes públicos; a disponer de ellos con absoluta discrecionalidad, como si fueran su patrimonio”.

Al analizar la prédica bolivariana del difunto presidente, Krauze encontró un conflicto entre el discurso y los hechos. Bolívar era un republicano y rechazó convertirse en un monarca cuando se lo propusieron. Sin embargo, la paradoja mayor del régimen bolivariano de Hugo Chávez fue el intento de restituir el absolutismo monárquico contra el cual luchó el libertador. En esta misma línea, Krauze apunta que “para los monarcas españoles los bienes públicos eran su propiedad privada, y disponían de ellos a discreción, según su real saber y entender. Chávez los sigue puntualmente. Él es el propietario privado de su puesto público… Así como Chávez es dueño de la riqueza pública… , puede disponer de ella a discreción, puede hacer partícipe a su familia de ese bien: padre, madre, hermanos, todos tienen el derecho de participar en el sagrado deber del nepotismo”.

En síntesis, el historiador mexicano nos revela que Chávez construyó un régimen absolutista y personalista en el marco del cual, la corrupción era solo un subproducto natural del régimen. En la construcción de este régimen personalista, el ex presidente destruyó las capacidades institucionales para controlar los desmanes del ejecutivo. No solo convirtió a la Contraloría y al aparato judicial en instrumentos partidistas sino que fue más allá, los transformó en sus instrumentos personales para la vendetta política y la venganza personal, como lo demuestra el caso del General Baduel al que nunca le perdonó haberse opuesto a sus deseos de eternizarse en el poder.

Señala Krauze que en su esencia... la nueva corrupción no es pues muy distinta de la antigua: disposición de bienes públicos como propiedad privada. Pero la corrupción es también un fenómeno moderno presente en todas las sociedades, aunque más frecuentemente en las estatistas, proclive a la opacidad de los asuntos públicos; nada ayuda más al surgimiento y consolidación de una nueva clase capitalista que la oportunidad de una economía en proceso de estatización. Ahí se da en la Venezuela actual, la verdadera acumulación primaria del capital.

En consecuencia, si bien el chavismo como movimiento político enarboló con gran energía las banderas de la corrupción y los derechos humanos, una vez que Hugo Chávez asciende al poder éstas no solo siguen siendo asignaturas pendientes, sino que su deterioro es inocultable. En septiembre del 2008, Transparencia Internacional presentó su índice de percepción de la corrupción. En dicho índice Venezuela ocupó el lugar 158 entre 180 naciones, y es calificado como el segundo país más corrupto de los 32 analizados en el continente americano (solo por encima de Haití). Esta percepción se confirmó en el Estudio de Opinión Pública del tercer trimestre del año 2008 realizado por Alfredo Keller, que mostró que 60% de los encuestados consideró que el problema de la corrupción empeoró durante el gobierno de Hugo Chávez, mientras que 28% opinó que continuaba igual.

La corrupción como un legado de Hugo Chávez no solo ha sido planteado por Krauze; la obra reciente de Carlos Tablante y Marcos Tarre confirma los planteamientos del historiador mexicano. En “El Gran Saqueo”, ambos autores presentan evidencias sobre la descomunal corrupción que se desarrolló en el entorno cercano a Hugo Chávez cuando se desempeñó como jefe de gobierno. Al amparo del control cambiario se llevó a cabo un gigantesco desvío de fondos provenientes de los ingresos extraordinarios del petróleo, que la actual Asamblea Nacional estimó en medio billón de dólares.

En este aspecto, el gobierno de Nicolás Maduro ha sido consecuente con el legado del difunto. En el reciente informe del Secretario General de la OEA a la Comisión Permanente del organismo sobre el caso venezolano, se señala que la Comisión de Contraloría de la AN estimó gastos del gobierno de Maduro de 69.000 millones de dólares, por presunta corrupción. En dicho informe también se cita que la percepción de corrupción ha empeorado con respecto a los tiempos de Chávez. Transparencia Internacional ubica a Venezuela en el lugar 156 entre 168 países evaluados. Por debajo de Venezuela se ubican gobiernos ilegítimos y países devastados por la guerra.

En su informe, el Secretario General de la OEA, ante la desenfrenada corrupción generada por el gobierno chavista-madurista, insiste en el tema ético y señala que aquellos que han elegido representar al pueblo en funciones de gobierno deben estar conscientes de que “es un servicio público… no es un negocio donde las personas buscan un beneficio”. Luego señala que “lo que hemos atestiguado en Venezuela es la pérdida del propósito moral y ético de la política”.

Las evidencias presentadas indican que Hugo Chávez construyó, como parte de un régimen absolutista y personalista, un entramado de corrupción que involucró a su entorno más cercano y a su gobierno. Este fue un aspecto central de su legado, el cual fue asumido y profundizado por el gobierno de Nicolás Maduro.

Profesor UCV