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El liderazgo

Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 2 min.

Un líder es una persona que dirige y orienta a un grupo o colectividad que lo reconoce y tienen confianza en su mensaje y actividad. Es alguien que es referente y ejemplo, que encabeza una institución o número de semejantes y que, por supuesto, se ha ganado el respeto y admiración del conjunto. Es quien tiene la capacidad de influenciar, estimular e incentivar a los integrantes del sector, con el propósito de alcanzar los objetivos comunes previstos y propuestos. 

El líder debe tener, entre otras cosas, capacidad de delegación y de resolver conflictos y diferencias, comunicación clara y diáfana sin adornos, pensamiento crítico y de motivar al equipo que es clave para el éxito del conjunto. Debe tener la virtud de tocar corazones, incendiar espíritus y potenciar voluntades y vocación de entrega. También el líder y esto es fundamental y necesario, debe ser modelo en su conducta y comportamiento que necesariamente deben estar sujetos y limitados por la ética, la moral y la ciudadanía. 

Nadie debe seguir, aunque ocupe el cargo que sea, a alguien cuya conducta deja mucho que desear. El hombre no se desdobla, quien en lo personal no es adecuado, tampoco en política lo es, los defectos y deficiencias personales, algunos muy graves, cuando se actúa en política, se les transmiten.

Ahora bien, ¿Cuantos líderes de esas condiciones tenemos?, son contado con los dedos de una mano y nos sobran dedos; la única que descuella, dejando muy atrás los otros pocos, es María Corina Machado, que aglutina la inmensa mayoría de las esperanzas del pueblo. Ella surgió de la nada y se convirtió en lo que es hoy y lo hizo con un discurso de dejar el pasado donde está, olvidado, y así se llevó por delante partidos políticos y viejos líderes y dirigentes, ahora la situación es totalmente novedosa. 

Entendido lo anterior, sostengo que a ningún pueblo le conviene un liderazgo único, porque, entre otras razones, la debilidad humana produce fallas y errores, unos más graves que otros, y cuando se está solo en política se le transmiten ellos a la cosa pública, sin que existan otras veces que alerten. Dicho esto, el llamado es a la formación de líderes auténticos y para ello debemos con urgencia dedicar todo nuestro esfuerzo a la juventud que tiene el serio inconveniente de haberse levantado durante estos últimos 25 años en un ambiente absolutamente inapropiado, para decirlo con decencia, que es la negación del deber ser y ello deja sus huellas.

Uno de los más graves inconvenientes de los partidos políticos de ayer fue el abandono irresponsable de la formación de su militancia y eso los hizo clientelares y efectistas, lo que originó un crecimiento militante de barro que en la primera lluvia se desmoronó y pasó, sin ninguna consideración, a engrosar filas desconocidas pero atrayentes.

Urgimos de líderes auténticos, máxime en esta hora tan bárbaramente menguada que nos reclama a gritos la superemos cuanto antes. No debemos esperar más, el tiempo transcurre inexorablemente y si lo dejamos pasar sin tomar decisiones, seguro nos arrepentiremos de por vida. Aún creo estamos a tiempo de tomar las riendas y empujar duro, muy duro.