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Mano abierta o puño cerrado

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 3 min.

Sin duda envidio a algunos columnistas, participantes de las redes sociales y ciudadanos en general que emiten opiniones radicales y contundentes, o juicios de valor determinantes, que en síntesis, aspiran resolver esta crisis con alguna simple acción.

Los temas abordados en las redes sociales tienen una vertiginosa dinámica y hemos pasado de las críticas feroces a los partidos de la MUD por no ser idénticos, olvidando que la MUD existe precisamente para agrupar diferencias en el contexto de un juego democrático a otros sobresaltos gracias a la velocidad con que viaja la información. Vuelan opiniones sobre cómo se debe canalizar la protesta pública, aplicar el 350 u oponerse a la constituyente.

He leído una avalancha de críticas a la Asamblea Nacional por no actuar como su predecesora y de un plumazo deshacer las ilegítimas designaciones de jueces del TSJ. Olvidan que esa Asamblea, electa por el pueblo, está obligada a cumplir leyes y pautas, cosa que obliga a ciertos lapsos y procedimientos para las designaciones que le corresponden, sean del TSJ, el CNE y los restantes poderes públicos.

Entre una cosa y la otra, críticas, a veces feroces, sobre lo que declara tal o cual diputado, gobernador o alcalde de la oposición. Bien, bajo un sistema democrático, debe existir un espacio para la crítica y los líderes deben aceptarlo, pero vale también la crítica de la crítica y a veces desearía que se pensara más con la cabeza que con el estómago. Bien sé que es imposible ponerse en los zapatos de otro, por mucho que se utilice la frase, pero un poco de sosiego y meditación no sobran. No queremos más caudillos con sus retintines e ideas fijas o milagreras, esas que llaman contundentes, palabreja que con frecuencia me desagrada por atentar contra la inteligencia del lector.

Luego aparece, para mí de modo inesperado, la titular de la Fiscalía retando, criticando y hasta actuando de modo distinto. Sin duda se distancia del Ejecutivo y del PSUV que de inmediato la acusan de cuanto desaguisado existe. Doña Luisa genera varias divisiones, obviamente la primera es entre los seguidores del gobierno y no digo chavistas porque no todos lo son, pero en la práctica aparecen varias figuras, con grados distintos de liderazgo que se autodenominan “críticos”, “auténticos” o propulsores de una “tercera vía”. Están en su derecho de hacerlo. Entre los opositores también hay una división nítidamente descrita por Fernando Mires en un reciente artículo. Unos quieren primero un arrepentimiento público, otros un perdón condicional y hasta los que la quieren recibir con los brazos abiertos. Pero olvidan que ella no está pidiendo que la registren en la MUD como un nuevo partido y que, bajo las actuales circunstancias lo que cabe es muy simple, se suele llamar alianza y es una práctica política común entre gente que piensa distinto.

Subyacente a estas explosiones - que incluyen juicios sobre lo que hizo o dejó de hacer Julio Borges ante la primitiva agresión de un émulo de Carujo, probablemente intoxicado con las palabras de Maduro cuando señaló que lo que no consiga con los votos lo hará con las balas -está el tema del diálogo, acuerdos, conversaciones o como quieran llamar al necesario intercambio de ideas entre la minoría que desgobierna (militares y civiles) y la mayoría que se opone.

De nuevo, no es un tema emocional o moral, es una necesidad política. La historia está llena de alianzas y de acuerdos, algunos para evitar una guerra, otros para concluirlas y no faltan, son casi cotidianas en Europa, aquellos destinados a fortalecer la gobernabilidad y la armonía entre los ciudadanos. En nuestro caso una alternativa es la propuesta por el Padre Ugalde y otras voces calificadas: un gobierno de transición. Me parece bastante más inteligente que una guerra civil.

¿Cuantas cumbres no se realizaron durante la Guerra Fría? Muchas y con frecuencia se iniciaban con la mano abierta y no con el puño cerrado. Nadie en su sano juicio espera que los participantes sean genuflexos o arrepentidos, pero sí que tengan una agenda que probablemente no va a satisfacer a todos, pero que puede colocarnos de nuevo fuera de la lista de los países fallidos donde, sin duda, estaremos fatalmente sumergidos con una dictadura consagrada por una constituyente que adversa el 90% de los venezolanos.