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Mississipi en llamas

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 4 min.

Al caos, el autoritarismo y la corrupción, hay que contraponerles ley y orden, democracia y libertad, honradez y transparencia. La polarización extrema, la ruptura que hace lucir imposible la convivencia, propicia paradójicamente que los contendores se aproximen en lenguajes y métodos, como las tánganas entre nazis y comunistas en las calles de Berlín y Munich. La polarización convierte a tontos y astutos en cómplices de errores y delitos: “la familia con razón o sin ella” y trapicheos precoces, pervierten los movimientos.

La revolución es una empresa delictiva. Su objetivo es privar a la sociedad de sus derechos constitucionales, vida, libertad y propiedad, y ponerlos en manos del Estado forajido, al extremo que alguien amenace sacar reos a la calle a matar. No hay cambio social aceptable sin Estado de Derecho, mientras el radicalismo posmoderno convierte en monstruos fuerzas que proponen justas reivindicaciones. Las históricas luchas que igualaron a las mujeres, ya presidentes de países o grandes empresas, hoy las sustituyen caricaturas. Por fortuna el Movimiento por los derechos civiles de EEUU superó durante los 60 y 70 el mal revolucionario.

Mientras Angela Davis y el Black Panter Party fundado en 1966 por Elridge Cleaver, Huey Newton y otros, cometían desafueros, Martin Luther King recorría pueblo por pueblo para inscribir a los reacios negros en el registro electoral. “Los blancos” los cazaban con perros, colgaban de postes y asesinaban activistas del SDS (Estudiantes para una Sociedad Democrática), pero King desmarcado de ellos negociaba, y entre 1964 y 1968 hizo aprobar la Civil Rigth Act, hazaña comparable a la abolición de la esclavitud.

Los medios justifican el fin

Aunque ya él había triunfado los radicales quisieron falsear la historia y exhibir el asesinato de King (1968) como prueba de lo inútil del pacifismo. Pero los hombres de acción directa solo tenían fracasos y tenebrosas biografías, ocultas gracias al poder cultural de la izquierda. Angela Davis, la discípula predilecta de Herbert Marcuse es una obra magna de distorsión y mentira. Se presenta por el P.C. USA en las elecciones presidenciales de 1980 y 1984 y, esperado fenómeno electoral, no llegó a 1% aunque su peinado afro dio vueltas al mundo. La detienen por terrorismo, secuestro y asesinato en la fuga de su amante, el presidiario activista George Jackson.

En la operación, Jackson liquida seis rehenes, deja agonizantes tres más y cae acribillado. En mismo juicio a los sobrevivientes una célula irrumpe, ametralla al tribunal y mueren el juez, dos alguaciles y uno de los acusados. Pese a esto hubo una atronadora campaña mundial que logra la libertad de Davis, promovida por Marlon Brando, los Rolling Stones y John Lennon, quienes le componen canciones. Huey Newton, fundador del Poder Negro, muy joven asesinó a una prostituta con un cuchillo de cocina porque lo llamó baby. Más tarde se apropió de 600 mil dólares de la organización. Lo liquidan de dos tiros en la cara en un tráfico de Crack.

Elridge Cleaver, otro de los próceres estuvo diez años preso por violador sistemático “un acto de insurrección con el que desafié los valores blancos” aunque la mayoría de las víctimas eran negras. Luego de ser candidato presidencial en 1968 y obtener 0.5%, por un atraco fallido en el que muere un camarada, huye a Cuba donde lo recibieron a cuerpo de rey. Se va a Argelia con una corte de panteras negras y una mesada del gobierno vietnamita, pero los desórdenes, francachelas y el asesinato del amante de su mujer crisparon al presidente Boumediene e hicieron que exclamara que estaba “harto de payasadas”. Tuvo que largarse a París.

Héroes y payasos

Ya en declive entra a programas del gobierno americano para arrepentidos y termina militante del Partido Republicano, se convierte en mormón y crea una organización filantrópica denominada Los guardianes de la esperma. Más tarde funda un nuevo credo denominado Crislam, pretendida síntesis de las dos religiones. La sociedad norteamericana absorbió la subversión de los años 60, y la integró a la vida democrática y así pudo seguir en su proceso gradual, pese a que habían anunciado su decadencia.

La democracia se conquista y se desarrolla cuando las invocaciones a la justicia mueven factores de poder de sus posiciones y se producen alianzas contra la barbarie, como logró King pactar con parte del sistema político “blanco”. Igual hizo el movimiento feminista hasta finales del siglo XX y conquistó espacios definitivos para las mujeres al convencer partidos y parlamentos hostiles. La historia de los revolucionarios, que se salen de la gradualidad y quieren saltos, oscila entre el drama y la comedia. Los que quisieron combatir el KKK con los mismos métodos, terminaron igual en el basurero de la historia.

En 1968 finalizan locales, baños, escuelas, asientos en el transporte colectivo separados para blancos y negros. Ello no implica la ingenuidad de que el racismo desaparece, porque todos los grupos étnicos desconfían y se desprecian entre sí. Solo el hombre de mentalidad universal supera el parroquialismo y la pequeñez del grupo al que pertenece. El Poder Negro hoy es un recuerdo de tropelías e indignidades, mientras gracias a Luther King, cuarenta años después un negro originario de la tribu keniana luo fue Presidente de EEUU.

@CarlosRaulHer