Esta no es una Navidad normal, sino la de un país en extrema necesidad. Por eso la queremos alegre y de abrazos sin fingimiento que nos lleve a reencontrarnos a todos los venezolanos en la reconstrucción que nos devuelva esperanza y vida. Necesitamos una Navidad que rompa cadenas, la Navidad que anuncia el propio Jesús en la sinagoga de Nazaret cuando dice que viene “para poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4,18).
Me tengo que poner en modo «carta al Niño Jesús” para expresar, sin rodeos ni autocensura, lo que en mi opinión necesitamos y deseamos los venezolanos de uno y otro signo: librarnos de las cadenas que nos oprimen y nos niegan el futuro.
Romper:
- Las cadenas de la cárcel de cada preso político, de la persecución y del exilio de millones de venezolanos.
- Las cadenas de la miseria salarial y de un aparato productivo brutalmente reducido al 25% de su capacidad instalada y al 10% de nuestras necesidades básicas.
- Las cadenas de la drástica desinversión, cuando necesitamos muchas decenas de miles de millones de dólares en los próximos cinco años para empezar a caminar.
- Las cadenas que amordazan a todas las instituciones públicas democráticas necesarias para que renazca la República como pacto inclusivo del bien común.
- Las cadenas que mantienen la actual ruina de los servicios públicos básicos de luz, agua, salud y educación…
- Las cadenas que amordazan y cierran los medios de comunicación social libres: prensa, radio, televisión…
- Las cadenas que quitan libertad a los partidos políticos opositores y les roban el sello para entregarlo a otros amigos.
- La cadena de la falta de confianza en el sistema político y económico reinante; seguridad clave para que renazca la inversión de miles de empresas en el país y del apoyo internacional que tanto necesitamos.
- La cadena de una mentalidad de estado petrolero con renta abundante y la ilusión de que puede cargar con todos nosotros y nuestras carencias. Estado que desde hace 40 años venía haciendo agua y ahora está en el fondo del mar y no puede volver a navegar. Recrear otro Estado viable, pequeño y eficaz.
- La cadena madre que impide todo deseo y posibilidad de renacer es la falta de unidad nacional -con pluralidad y diferencias- en la tarea de la reconstrucción. No me refiero a las lamentables divisiones entre los demócratas opositores, sino a la necesidad de superar al abismo y rechazo a muerte entre gobierno y opositores. No se trata de una unión boba entre quienes tienen razones para rechazarse, sino de un pacto social entre los hoy enemigos, para superar las diferencias en la gigantesca tarea que es imprescindible para que Venezuela renazca.
En la ingenuidad infantil basta que la carta navideña exprese sus deseos, pero en los adultos romper esas cadenas exige combinar deseos con el compromiso de poner todas las capacidades para lograrlo. Romper las cadenas significa para el gobierno y el propio Maduro liberarse y liberarnos de esta cárcel en la que sin querer-queriendo está encerrado al país sin futuro. La lógica de la acción y reacción lleva a que al actual enfrentamiento y trato de enemigos suceda otro enfrentamiento con persecuciones y exclusiones de signo contrario. Pero este año la lógica de la Navidad llama al abrazo, al perdón y a la reconciliación nacional. Esto significa la alegría navideña de “Dios con nos-otros”.
Los adultos cuando en Navidad nos ponemos en “modo niño”, expresamos nuestros deseos más profundos y auténticos, pero para que estos sean verdaderos, deben ir acompañados de un compromiso a prueba de toda dificultad y resistencia.
Dios está con nosotros, solo cuando unamos estos anhelos con el deber de lograrlos, y será verdad el artículo 2 de la Constitución: “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.