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Nuestra relación con el “Imperio”

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 4 min.

Los países de América Latina han desarrollado, desde hace varias décadas, una relación con los Estados Unidos que oscila entre alianzas comerciales y políticas de diverso orden, como en el caso de Chile, Colombia, Perú, República Dominicana y México, o un régimen de tolerancia mutua como en el caso de los países de la llamada alianza bolivariana. Incluso Cuba ha iniciado un proceso de acercamiento hacia el coloso del norte, a fin de incrementar el turismo estadounidense hacia la isla y aumentar el flujo de dólares, que el régimen de Raúl Castro necesita desesperadamente ante la caída de la ayuda venezolana.

En el contexto descrito, Colombia ha sido el país que ha llevado a cabo una alianza más franca y estrecha, que se acaba de ratificar en fecha reciente con la reunión entre Trump y Santos, en la cual el polémico presidente de los Estados Unidos le ratifico al colombiano su disposición a continuar el apoyo estadounidense a la lucha contra las drogas y al proceso de paz. La exitosa lucha del gobierno neogranadino contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas ( FARC) no hubiera sido posible sin el apoyo estadunidense, implementado a través del Plan Colombia.

El Plan Colombia se inició en el año 1999 e implicó el apoyo militar y financiero de Estados Unidos a través de asesores, equipos y tecnología y sobre todo de información proveniente de satélites y de labores de espionaje, con el propósito de terminar el conflicto armado y crear una estrategia antidroga. Gracias a este apoyo y a la fuerte determinación de líderes, como el ex presidente Uribe, los colombianos lograron arrinconar a las FARC, la cual no tuvo otra opción que sentarse a la mesa de negociación y acceder a un proceso de paz, que todavía es objeto de polémica entre nuestros apreciados vecinos.

Mientras Colombia, con el apoyo estadunidense enfrentaba militarmente a las FARC, Chávez impulsaba una alianza con la narco guerrilla intentando financiarla en un primer momento, con el propósito de debilitar al gobierno de Uribe y hacer posible un gobierno de las FARC en los territorios “liberados” del vecino país, con el reconocimiento de los países de la llamada alianza bolivariana de naciones. De este modo los militares venezolanos se vieron involucrados con la narco guerrilla y sus negocios, dándoles un apoyo explicito del lado venezolano, por órdenes del presidente.

Una vez elegido Santos, y siendo evidente la derrota de la guerrilla, el astuto presidente colombiano convence al obsesionado Chávez, que lo más conveniente para su prestigio y liderazgo internacional era sentar a las FARC a la mesa de negociación y aupar el proceso de paz, por lo cual podría incluso ser merecedor del Premio Nobel de la Paz. Ante tal perspectiva, Chávez accede a impulsar las negociaciones, dejando colgados a sus aliados. Sin embargo, el daño estaba hecho, pues la relación de los militares venezolanos con la narco guerrilla ya era un hecho, lo que posibilitó que ésta utilizara el territorio venezolano como área de descanso y recuperación para sus maltratadas tropas, y como vía de transito para la droga dirigida a Estados Unidos y Europa, custodiada por los militares venezolanos.

La participación de militares venezolanos en el tráfico de droga ha llevado al gobierno estadounidense a acusar y sancionar a varios altos mandos militares. Estas acusaciones y sanciones se han extendido a miembros del alto gobierno como el Vicepresidente de la República. La detención y posterior juicio de dos sobrinos de la primera dama revelan hasta que punto la narco guerrilla ha sido exitosa en su tarea de penetración de las instancias militares y gubernamentales venezolanas.

En consecuencia, mientras Santos estrechaba la mano de Trump ratificando la alianza de Colombia y Estados Unidos, el presidente Maduro insultaba al mandatario estadounidense solicitándole que sacara sus cochinas manos de Venezuela, en respuesta a las sanciones que el Departamento del Tesoro había impuesto a los miembros del TSJ, por usurpar las funciones de la Asamblea Nacional.

En un artículo reciente que trata de analizar las realidades del poder en Venezuela Moisés Naím señala que el presidente Maduro es un títere de tres mafias que son las que realmente deciden en el país. Una de esas mafias es la de los narcotraficantes. Señala Naim “Que ellos constituyen el otro gran poder que hace que Maduro no importe mucho. Venezuela es hoy una de las principales rutas de la droga a los Estados Unidos y Europa. Esto significa que hay miles de millones de dólares en juego y que en el país opera una vasta red de personas y organizaciones que controlan ese comercio ilícito y la enorme cantidad de dinero que genera. Según las autoridades estadounidenses, una de esas personas es el Vicepresidente Tareck El Aissami, así como un buen número de militares y de familiares y socios de la oligarquía chavista”.

La gran mayoría de los países de América Latina mantienen una relación con los Estados Unidos que implica alianzas de diverso orden. En esas alianzas la lucha contra las organizaciones delictivas que giran alrededor del tráfico de drogas es una de las vertientes de mayor peso. Nuestros vecinos, como Colombia, han estrechado vínculos con los Estados Unidos a fin de reafirmar sus compromisos en esta dirección, conduciendo al país a una mayor estabilidad y menor nivel de violencia. En este contexto el gobierno de Venezuela luce entrampado con el narcotráfico, manteniendo un estéril enfrentamiento con los Estados Unidos, que lo ha conducido a un progresivo aislamiento de sus vecinos latinoamericanos.

Profesor UCV

josenri2@gmail.com