Pasar al contenido principal

El nuevo estilo de desarrollo y las estrategias para su implantación

Opinión
Artículos de opinión
Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 4 min.

El cambio de régimen político que espera la mayoría de nuestros compatriotas es indispensable, pero no será capaz de asegurar el progreso y la expansión de las libertades de los venezolanos, a menos que rebasemos la crisis de desarrollo que empezamos a vivir hace cuatro décadas, cuando el populismo clientelar se hizo el instrumento principal del estilo rentista que comenzó a agotarse. Es indispensable que superemos ese estilo y nos desembaracemos de su legado cultural.

La sociedad venezolana y sus liderazgos deben tomar conciencia de que retomar una senda democrática y lograr progreso y libertad sostenibles en el futuro, exige ir más allá de programas y proyectos concebidos para inaugurar un nuevo gobierno, en los que parecieran concentrarse las propuestas que circulan bajo el auspicioso título de Plan País.

Requerimos asumir un nuevo estilo de desarrollo, que asegure permanentemente el funcionamiento de unas dinámicas sociales que conduzcan a resultados distintos de los que hemos cosechado en los últimos cien años:

  1. un incremento incesante de las capacidades humanas de todos los venezolanos, para que cada quien pueda hacerse agente de su propia vida y no tener que hipotecar su autonomía;
  2. un crecimiento económico vigoroso que no dependa del protagonismo del Estado, del que se beneficien todos los hogares, que genere muchos empleos en condiciones de trabajo decente y que ocurra en armonía con la naturaleza;
  3. una cohesión social creciente, sustentada en que todos progresemos y en el reconocimiento mutuo y la cooperación entre grupos sociales;
  4. y unas instituciones inclusivas que apoyen la lógica anterior, que estén efectivamente al servicio de los ciudadanos y que defiendan la libertad, la igualdad de oportunidades y los derechos de todos.

Consolidar logros en la dirección del nuevo estilo obliga a desaparecer las conductas clientelares y de persecución de rentas en las que han participado en el pasado los actores políticos y una buena parte de los actores económicos de nuestro país.

La pérdida que hemos sufrido en nuestras capacidades, la degradación de nuestras instituciones y la destrucción de nuestro tejido social son tres graves problemas que se nos hicieron crónicos por cuarenta años y que explican nuestro derrumbe actual. Los debemos resolver con unas estrategias que cambien dramáticamente las orientaciones que venimos siguiendo desde el siglo pasado.

Restituir la generación de capacidades

El primero de los graves problemas que nos llevaron a donde estamos es el decaimiento de las aptitudes, habilidades y competencias de que disponemos para generar progreso, como individuos y como sociedad. En efecto, por cuarenta años hemos mantenido tres tendencias negativas en la creación de capacidades, que se expresan en una reducción de la escala de nuestro aparato productivo, en la disminución del acceso de la población en edad escolar a la educación de calidad, y en un importante rezago en el dominio del conocimiento y su aplicación a la producción.

Para asumir el nuevo estilo, es necesario implementar una estrategia que promueva la robustez de los sistemas responsables de generar capacidades en Venezuela y una intensa interacción entre ellos y de ellos con el resto del mundo, para aprovechar en todo momento lo más valioso de las tendencias globales y lo mejor de nuestros valores y nuestra cultura.

Se trata de reformas y políticas relativas a la elevación de la calidad y la pertinencia de nuestra educación en sus diversos niveles; de políticas activas dirigidas a incentivar el desarrollo y la consolidación de un robusto sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación; y de un nuevo sistema regulatorio que afecte al aparato productivo, petrolero y no petrolero. Todas esas reformas y políticas deben avivar de forma permanente la creación de las capacidades que requerimos, y revertir los vicios que las han hecho mermar en las últimas décadas.

Una reforma institucional que ponga el Estado al servicio del ciudadano

El segundo gran obstáculo que ha derivado del agotamiento del estilo rentista de desarrollo es que a lo largo de los últimos cuarenta años nuestras instituciones se han degradado. La segunda estrategia para el establecimiento del nuevo estilo de desarrollo debe implantar una lógica de innovación permanente en las instituciones, que afecte -entre otros ámbitos- al ejercicio de la política, a nuestras relaciones con el resto del mundo y a la rendición de cuentas del Estado; a los sistemas regulatorios de la economía; a la fuerza armada, al sistema de justicia y de protección de los derechos humanos; a las instituciones responsables de la seguridad social; y a la educación superior.

Reconstruir el tejido social desecho, que pone en riesgo a la nueva democracia

Y nuestro tercer gran problema, derivado de los dos anteriores y a la vez coadyuvante para que aquellos no se resuelvan, es la pérdida de nuestra cohesión como sociedad, la cual ha venido asociada a la exclusión social que vemos crecer desde la década de 1980, agravada por la siembra de odios que implantó el régimen socialista desde 1999. Nuestro tejido social está deshilachado y a menos que lo reconstruyamos, la democracia que recobraremos estará en riesgo de perderse nuevamente frente al neopopulismo, que no desaparecerá al librarnos del regimen socialista.

Para enfrentar este tercer problema, la estrategia de reconstrucción del tejido social debe promover la reconciliación con justicia, por una parte, y por la otra la desaparición de los mecanismos que generan y perpetúan la exclusión social en nuestro país, a través de un Pacto de políticas públicas para el progreso de todos y la superación de la pobreza, que comprometa a los partidos políticos, las organizaciones empresariales y laborales y las iglesias, entre otros actores, a ser implementado sin descanso por unos 25 años.

El Pacto debe asignar la más alta prioridad a un conjunto de programas apoyados en reformas institucionales y en políticas económicas, educativas, de seguridad social y de infraestructuras y mejora del hábitat popular, que se mantenga a través de sucesivos períodos presidenciales, dirigidos a la creación de capacidades y oportunidades para el progreso de todos, con logros específicos en los horizontes de largo, mediano y corto plazo.un pacto de políticas públicas.