Estamos acostumbrados a navegar medias y post verdades, errores, fakes, y a estas alturas pocos tan ingenuos para pedir objetividad en controversias políticas, porque se discute para salirse con la suya y no para aclarar. Por ejemplo: de dos corrientes católicas actuales, una la presentan como “inquietante”, mientras la otra deviene ejemplo de virtud y heroísmo: el Opus dei y la Teología de la liberación respectivamente. A la primera, la Obra, fundada en 1928 y retocada en 1930 por san (2002) José María (Escrivá de Balaguer) la rodea una imagen de secta desconcertante, misteriosa, a lo que contribuyeron ampliamente los cuarenta millones de ejemplares vendidos por El Código Da Vinci de Dan Brown, y la película de Tom Hanks dirigida por Ron Howard (2006) que los presenta como un grupo aterrador. El Opus dei tiene cerca de cien mil miembros activos, casi un tercio de ellos numerarios, (dedicados existencialmente a la militancia), que viven en residencias de la organización, separados de acuerdo al sexo, y con votos de celibato y obediencia. La mayoría de los miembros son supernumerarios (a tiempo parcial) y aproximadamente 60%, mujeres.
Practican la penitencia y se someten a privaciones, ayuno, duchas frías, moderados cilicios y de vez en cuando a dormir en el suelo. Otros misticismos occidentales y asiáticos de hoy y siempre, ballerinas luchadores de artes marciales y atletas de alta competencia, practican entrenamientos estoicos. Eso se percibe normal y al opus nadie les molestaría si estuvieran libres de un estigma: ser conservadores, verdadera falta imperdonable e irredimible para algunos factores de nuestras cultura y comunicación. No son una orden religiosa, como algunos creen, sino laica y sobre todo voluntaria de la que gente se afilia y también se retira libremente, de diversas profesiones, políticos, gerentes, técnicos, empresarios, y se espera que tengan éxito en ellas. Pero su ascetismo conservador los hace desconfiables para ciertos entornos, aunque los supernumerarios son casados, con familias y su vida es convencional. Miembros prominentes de la obra han desempeñado y desempeñan los más variados cargos en diversos lugares del mundo (De Gaulle, Adolfo Suárez) pero los rodean nubes de sospecha.
Lo contrario ocurre con la Teología de la liberación. Durante el pontificado de Pablo VI, al CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) organiza una reunión en Barranquilla, Colombia (1968) para discutir los problemas de la Iglesia latinoamericana. Se hace sentir fuertemente la “nueva” concepción revolucionaria que recorre la región, con la “opción preferente por los pobres”, representada por los curas Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Pedro Casaldáliga, Frei Beto, Ernesto Cardenal y muchos otros. Los arquetipos de la “opción” son Fidel Castro, el Che Guevara, y para el momento su expresión más sublime, el cura guerrillero Camilo Torres, caído en combate en 1966. Torres formó parte del ELN una guerrilla que había sentenciado la muerte al “capitalismo y la oligarquía”, y que, con la FARC los teólogos de la liberación veían como instrumentos de lucha necesarios, igual que otras experiencias hoy también naufragas, Allende, Velasco, Torres, MNR, Tupamaros, Sandinistas, Farabundo Martí.
Frei Betto entrevista a Castro en un extremadamente obsequioso libro llamado Fidel y la religión. Treinta años después, recuerda el autor: “yo estaba feliz, dispuesto a nunca más lavar mi mano que había saludado a Fidel. Era un sueño conocer al guerrillero de la Sierra Maestra… nos quedamos ahí hasta las 6am”. Otra de las rocks star que todavía ilumina, Leonardo Boff, autor de Memorias de un teórico de la liberación, no cree en la resurrección (peculiar en un cura franciscano) y entiende que “la resurrección es una rebelión contra el mundo”. Pero las enfermedades revolucionarias cuestan sanar. Interrogado frente a lo aplastante de que utopía revolucionaria condujo al totalitarismo y a la debacle universal comunista, tensa su argumento: “cuidado con los juicios tajantes. Los ochenta años de socialismo no han sido en vano ni suponen un desastre global… nos aportó instituciones progresivas para las inmensas mayorías marginadas”.
Nunca pedirán perdón por bendecir una de las dictaduras más crueles conocidas que arrastró a Cuba al siglo XIX, ni por apoyar guerrillas, ni por conducir cristianos, laicos y curas a la muerte (aunque él viajaba la isla para recibir atenciones revolucionarias). La proximidad con el castrismo es virtud, pero a la Iglesia española, incluido el Opus, si les enrostran su relación con Franco, quien fue una desgracia, sin olvidar que la república española fue una dictadura revolucionaria que ejecutó en masa a los prelados católicos, al trotskismo (y a 600 mil españoles). Según las fuentes históricas en Lérida asesinaron 66% de la curia, en Madrid 30%, en Barcelona 22%, en Barbastro 88%. En Tortosa, 62%, Málaga 48%, Menorca 49%, Segorbe 55 %, en Toledo 42% y en Valencia 27% para un total de 7835 religiosos, y entre iglesias, abadías y monasterios calculan cerca de seis mil edificios destruidos. Guardo desconfianza a ideólogos revolucionarios (los que se pasaron a la derecha lo hicieron también para cometer rubieras) que a conservadores tranquilos.
@CarlosRaulHer