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El país de lo imposible

Democracia 2
Tiempo de lectura: 3 min.

China es un país de superlativos. Es la segunda mayor economía del mundo, el primer país más poblado y -algunos argumentan- está dirigido por el hombre más poderoso del mundo, Xi Jinping. Además, es un claro ejemplo de una dictadura civil con un modelo de partido dominante, muy distinta a las dictaduras castrenses que estamos acostumbrados aquí en Latinoamérica.

Occidente vive angustiado por la necesidad de democratizar al orbe. Como si la democracia, que es un sistema de gobierno muy joven, fuese el norte de la humanidad. No digo lo contrario, pero hay que saber que la democracia tal y como la conocemos (elecciones universales, separación de poderes, etcétera) es una invención que tiene poco más de un siglo. Y la otrora griega dista muchísimo a la actual; cuya única similitud está en el nombre que le decidimos dar.

A diferencia de los territorios americanos y europeos, China ha conservado su extensión prácticamente sin mutaciones. Además, en sus 5.000 años de historia, jamás ha sido una democracia. El confucianismo (corriente de pensamiento dominante por siglos), promueve la lealtad hacia los emperadores y hacia las dinastías seleccionadas por Dios. A comienzos del siglo XX la última dinastía, el Imperio Qing, terminaría, abriendo paso al sistema vigente en nuestros días: el comunista. El culto a la imagen del líder, es uno de los claros elementos que impiden una posible democratización como la que conoce occidente. El “Gran Salto Adelante” de Mao, tomó la vida de 30 millones de personas por hambruna; pero el amor de sus seguidores prevaleció casi intacto. Deng Xiaoping fue amado por distintos motivos. El no quiso apropiarse del aura de divinidad de Mao, pero sus acertadas políticas económicas mejoraron los estándares de vida considerablemente, lo que le ganaría afecto y aprobación colectiva. Sin importar las libertades civiles.
Hoy, Xi Jinping parece querer destronar a Mao como el líder de mayor impacto histórico de la China Republicana. Ha logrado tener tanto -o más- poder que Mao en su momento. Y esto lo podríamos ver no tanto en poder efectivo o influencia internacional, sino en número de años al mando. Esto, se puede evidenciar en el último Congreso del Partido Comunista, en donde Jinping se abstuvo en dejar un claro sucesor, cosa que abre la idea de que se encuentra lejos de sacar las pantuflas y ceder ante el ocio.

Ahora, el apoyo político al régimen crece a medida que su bienestar social lo hace. Es decir, a los chinos les importa más el crecimiento económico, la educación, la salud pública y la eficiencia en general, que los imperativos políticos que pueden oscurecer el fin final de las políticas públicas. Entonces, un gobierno eficiente (sea totalitario o no) genera la legitimidad política y el apoyo popular necesario para seguir en pie.

Como ejemplo de esta eficiencia, tenemos la crisis financiera del año 2008. Gracias a las rápidas políticas aplicadas por el gobierno central, China fue el primer país en recuperarse de la misma. Esto demostró la determinación y la habilidad de liderar el país (en protección al bienestar colectivo), en contraste con países de similares dimensiones (pero democráticos), como India, cuya respuesta fue mucho menos eficiente, en detrimento de su población. Todo esto ha llevado a que el Partido Comunista se encuentre en el punto más estable de su historia. Más del 80% de los ciudadanos que viven en áreas urbanas no piensan en cambiar el gobierno. Y, el proyecto político de Xi Jinping: “Cinturón y Ruta de la Seda”, parece haber captado las expectativas de la mayoría de la población.

El gobierno de partido único lo sabe, al punto que ve sus proyecciones económicas como una rendición de memoria y cuenta fundamental. Xi reconoce que el crecimiento mágico no existe y que el mundo se encuentra enfrascado en una crisis difícil de sortear. Pese a ello, prometió un crecimiento del 5% este año, lo que muchos especialistas aseguran que es una promesa estéril ya que, en las condiciones actuales, resulta virtualmente imposible.

Pero China es el país de lo imposible, con un crecimiento insólito y un movimiento económico que pasó de ser una economía feudal a una superpotencia tecnológica. Cabe sólo esperar.

@NelsonTotesaut
nelsontrangel@gmail.com