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Peligro inminente

Opinión
Tiempo de lectura: 4 min.

Los medios europeos se muestran “preocupadísimos” por el “avance de la ultraderecha”, pero no porque en España, y peor, en el gobierno europeo, predomina la ideología de la extrema izquierda wokista. Cuando mencionan a la mandataria italiana, la prefijan como “la ultraderechista Georgia Meloni” pero jamás escriben o dicen “el ultraizquierdista Pedro Sánchez”. Lo que revela aquello de “poderoso caballero, don dinero” y que entre USAID y SOROS lograron pervertir la gran prensa. Lo mismo ocurre con la calificación de “fascista” para todo aquél que discrepe con el pensamiento asalariado o que simplemente me caiga mal. Si un vecino hace ruidos molestos, un mecánico cobra caro o una novia te deja, lo primero que le dice la prensa es “fascista” o “ultraderechista”. Según los semiólogos el resultado de tales prácticas es privar a los significantes de significado, mientras los estudiosos se esmeran más bien por dotarlos, conferirles precisión.

La lectura de Kant es trabajosa, a diferencia de engatusadores como Deleuze, Guattari o Laclau, porque sus párrafos son concatenaciones rigurosas de conceptos y no de palabras raras. En la alta cultura el fenómeno requiere un estudio cuidadoso. Sobre el siglo XX dicen algunos eruditos que los únicos pintores libres de la torrentosa, oceánica influencia de Picasso son Jackson Pollock y Francis Bacon. Que, de la impronta de Neruda en la poética, estuvo exento un solo poeta latinoamericano, Nicanor Parra. Y que no hay ninguno en lengua inglesa después de él, sin la marca del norteamericano Ezra Pound. Así es la arrolladora, insondable profundidad de este titán, capaz de escribir Cantares, un libro casi impenetrable, de extensión gigantesca, con pasajes tan sublimes que no parecen humanos. Es tal vez el mejor representante de la llamada generación perdida norteamericana, nada perdida, por cierto, sino genial y prolífica.

También se recuerda de él su generosidad e inusual bonhomía. Durante su vida en Europa, se dedicó a estimular, proteger, financiar y promover a muchos escritores y artistas de la época. Joyce, a quien consiguió editor para Ulises, T. S. Eliot, John Doss Passos. También D. H. Lawrence, Robert Frost, Hemingway y muchos otros. Pound los acompañaba en sus depresiones, les impedía suicidarse, vendía cuadros de pintores amigos, pagaba hospitales, conseguía editoriales, -y hasta novias-, y les organizaba conciertos. Llega a Italia en 1924 y viene la metamorfosis. Se hace propagandista del fascismo con un programa en Radio Roma dedicado a desmoralizar las tropas norteamericanas y enaltecer la ola totalitaria. Es la antinomia moral entre el norteamericano Pound, genio que milita contra el gobierno de su país, y su némesis.

Thomas Mann el genio alemán que, por el contrario, se nacionaliza en EE. UU en disidencia de Hitler. La defensa de la democracia y la vida civilizada por Mann en es transparente y no lloveré sobre el mar, para ocuparme más bien de la oveja negra. Más allá de la tesis de Kristeva, que recomienda separar los hombres de sus creaciones artísticas, me acosaron varias ideas fijas, liebres del pensamiento y hay que asarlas. Una: cada vez que invocamos a Pound, Heidegger, Celine, Pessoa, Cioran, Blanchot, Eliade, Borges, escoliastas de fuerzas autoritarias “de derecha”, se nos exige recitar antes el anatema, “pese a ser un miserable, es un gran creador…”. Muy distinto si mencionamos a Lukács, Merleau-Ponty, Sartre, Brecht, Kojeve, Neruda, Louis Aragón, Marcuse, Picasso, García Márquez, que de formas incluso abyectas apoyaron tiranías tan terribles o más que el fascismo y no se exige una letanía parecida. 

Han gozado de bastante simpatía, son incluso referencias del compromiso intelectual sartreano y a nadie se le ocurrió que alguno de ellos fuera recluido en el manicomio de St. Elizabeth, como Pound. Demasiados escritores de izquierda, entre ellos Sartre, se arrancan las barbas por Stalin, Mao, Pol Pot y Castro, entre otros. vampiros. Y cuando no manifestaba en favor de Pol Pot hacía tríos de cama con su mujer Simone de Beauvoir y niñas curiosas. Como premio recibió nada menos que el Nobel, máximo galardón de Occidente. Lo paradójico es que tanto los creadores fascistas o criptofascistas como los comunistas o criptocomunistas pertenecen a la misma matriz ideológica: el perverso e ingenuo desprecio por la sociedad abierta, “capitalista”, laica, pluralista, democrática, liberal, a la que quieren destruir para someterla a patrones inhumanos. Un reclamo de “orden”, naturalmente desde el Estado corporativo o proletario. Todos quieren imponer su moral a los demás.

Nuestro poeta-economista, como llamaban a Pound, quería que los hombres fueran igualados por la mano del Duce, a quien llamó “macho de la especie” e igual que Mussolini, Pound se desplaza desde el socialismo hacia el fascismo. Entre el totalitarismo de izquierda y el de derecha las únicas diferencias observables son los colores rojo, pardo o negro de las camisas de los aporreadores en las calles, lo que se traduce en que comunista y nazi deberían ser términos intercambiables, sinónimos. Entre 1910 y 1921 en Gran Bretaña Pound escribe en publicaciones fabianas con el confeso propósito de devastar los “valores burgueses” que se resumen en la vida convencional, la Iglesia, el sentido del humor británico, el comercio, la usura, el “teatro de la conformidad”, la poesía tradicional, el “elitismo cultural” de los movimientos vanguardistas y también, paradójicamente, la “cultura popular adocenada”.

Está fanatizado con la idea de que la suya es la mejor vía para acabar con el orden establecido, igual que los marxistas por su lado. Intenta formular ideas políticas o económicas en artículos y conferencias sencillamente rupestres, hasta idiotas, que no se compadecen con las dimensiones del poeta y traductor, lo mismo que las atropelladas alocuciones radiofónicas. Traición a la patria es una idea fuerte, estremecedora, pero que generalmente la usan los regímenes totalitarios, mientras en las democracias se suele desempolvar en casos extremos, sobre todo de nacionales que espiaron para países enemigos. Desde el punto de vista de los Derechos Humanos, nadie tiene la obligación de apoyar gobiernos en su país o en otro, pero hay que tener cuidado en un error muy de tontos, pedir invasiones extranjeras, expresar alegría cuando el tuyo enfrenta problemas o recibe agresiones. Engels recomendaba jocosamente, cuando se baña al niño, no botarlo con el agua sucia.

@CarlosRaulHer