Venezuela está viviendo la mayor crisis de su historia republicana
Hemos sido reiterativos en el señalamiento de que, como consecuencia del colapso del histórico rentismo petrolero, Venezuela está viviendo la mayor crisis de su historia republicana expresada en un profundo deterioro económico, alarmantes indicadores de conflictividad social, en el debilitamiento de las instituciones democráticas, y en un déficit de liderazgo. Pero quizás el componente más preocupante de esa crisis lo constituye la pérdida de valores y los notables indicadores de corrupción que podrían considerarse simultáneamente como factores y consecuencias del grave mal que aqueja a nuestra sociedad y que refleja igualmente un deplorable deterioro de su capital social.
Frente a estas realidades y a la perentoria necesidad de impulsar un modelo de desarrollo que permita resolver los graves problemas generados por la profundización y agotamiento del rentismo petrolero y del capitalismo de estado que se ha querido implantar en Venezuela con obsoletas políticas socialistas, se menciona con frecuencia la posibilidad de promover el sistema de Economía Social y Ecológica de Mercado (Esem) para romper con esas fórmulas fracasadas y enrumbar al país hacia un desarrollo sostenible y con sentido humano. Sin embargo, este sistema económico y social, que ha demostrado ser exitoso en otras sociedades como Alemania, los países nórdicos y algunos asiáticos se fundamenta en una cultura de valores y principios éticos, y elevados indicadores de capital social que son pilares del cambio necesario y con frecuencia se omiten en las propuestas para lograr el mismo.
Lo anterior nos lleva a recordar a Amartya Sen cuando al señalar la importancia de la ética en las consideraciones económicas advierte: “La economía puede ser más productiva como ciencia social teniendo en cuenta, de forma explícita, las consideraciones éticas que afectan el comportamiento humano” . Y es que la reflexión ética forma parte integral del sistema de Economía Social de Mercado al considerar los valores morales que guían el comportamiento humano en sociedad, tales como las costumbres, normas y tradiciones que caracterizan un determinado conglomerado humano.
En el servicio público, por ejemplo, la ética y las costumbres morales determinan la conducta de los burócratas y demás gestores de la gestión de gobierno lo que obviamente se relaciona con la garantía de una administración libre del morbo de la corrupción. Igualmente en la política y en el sistema democrático que es base de la Esem -y que para Maritain es el camino para obtener una racionalización moral de la vida política y el sistema en el que se supone que los asuntos públicos deben ventilarse con la participación de todos- se requiere altos valores éticos y elevados principios morales para que los políticos entiendan su responsabilidad en el limpio juego democrático y los ciudadanos sean activos agentes para asegurar la transparencia en el ejercicio político y de gobierno. Por tanto, con políticos corruptos y orientados por el maquiavelismo que niega la aplicación de los valores morales a la política, es decir que legitima la inmoralidad política propiciando que el fin de la misma justifique todos los medios para lograr el poder y mantenerlo, no es posible impulsar la Esem. Así mismo en sociedades en las que los habitantes carecen de los valores y principios cívicos para calificarse como ciudadanos tampoco puede operar la Esem que se sustenta en políticos que entiendan que el fin de la actividad política es la promoción del bien común y que la construcción de la acción política debe apoyarse en valores como la verdad, la honestidad, la justicia y la práctica de la solidaridad; y que exige de una cultura social que fomente en los ciudadanos la conciencia cívica y ecológica, la cultura de paz, la asociatividad y el compromiso con una genuina democracia participativa que incluye el respeto a las minorías, la cultura del diálogo y el debate constructivo.
El sistema de Economía Social y Ecológica de Mercado, como respuesta exitosa frente al fracaso de las recetas retrógradas del socialismo real y las fórmulas economicistas y academicistas del neoliberalismo, se fundamenta en principios de competencia perfecta en el mercado, promovida con una política social que, sin generar dependencia ni clientelismo político, contribuya a incorporar a la economía de mercado a los ciudadanos más vulnerables; por lo que se propicia la humanización de la economía impulsando la solidaridad, la subsidiaridad, la humanización del trabajo, las trasferencias sociales focalizadas y la función social del Estado que supone el control de los monopolios, políticas redistributivas del ingreso, garantía de salarios justos y del salario mínimo. Todo lo cual se orienta a la búsqueda del bien común, la preservación del medio ambiente y el respeto a la dignidad de la persona humana y sólo es posible, como lo señalamos, en una sociedad con elevados principios éticos y morales que aseguren el consenso social para el logro de esos objetivos fundamentales como garantía del desarrollo humano sustentable.
Aunque no es frecuente encontrar en los escritos sobre la Esem referencias al capital social, se puede apreciar que las bases sociales y culturales de este sistema económico están íntimamente ligadas al capital social, que supone comunidades en donde prevalece la confianza entre sus miembros y acciones coordinadas en función del interés colectivo, por lo que, en la próxima entrega, expondremos en detalles como los valores y principios de este activo social son fundamentales para lograr la eficiencia económica y social que promueve el sistema de Economía Social y Ecológica de Mercado.
Director General del CELAUP
Universidad Metropolitana
http://www.unimet.edu.ve/celaup
Twitter: @caratula2000
Facebook.com/celaup