Países con elevados indicadores de capital social logran notables índices de desarrollo.
En la entrega anterior insistimos en que para superar la grave crisis que vive el país y deslastrar a la sociedad venezolana de los vicios del rentismo no es suficiente con aplicar políticas que impulsen la racionalidad económica en la gestión pública.
Se requiere profundos cambios estructurales y culturales que faciliten la aplicación de un sistema de Economía Social y Ecológica de Mercado (Esem), para lograr el desarrollo humano, es decir para impulsar un enfoque integral del desarrollo nacional que va mucho más allá de la concepción economicista que se limita a medir el avance de ese proceso en base a cifras de ingreso per cápita, crecimiento del producto interno, etc., pero que no toma en consideración el enfoque holístico que supone ubicar al ser humano en su entorno ecológico como el protagonista y beneficiario de ese proceso, en el cual el Estado y la sociedad deben promover activamente el fortalecimiento y salvaguarda de las capacidades humanas, a través de la educación y la cultura, con la meta de remover los factores que restringen la libertad del individuo para desempeñarse satisfactoriamente en sociedad, como son la pobreza, la tiranía, la exclusión económica, la privación de la asistencia social, la negación de las facilidades públicas, la intolerancia y el autoritarismo estatal.
Dentro de esa concepción integral y humanista del desarrollo surge el concepto del capital social y sus valores constitutivos como herramienta y condición fundamental para lograr ese desarrollo con sentido humano, y se establece una estrecha correlación, como hemos indicado, entre el nivel de activos de capital social y el nivel de indicadores de desarrollo humano, e igualmente se plantea la importancia de la educación como estrategia clave para promover el capital social y por ende impulsar la sustentabilidad de ese proceso de desarrollo.
Lo anterior nos compele a explicar el sentido del capital social como pilar del cambio necesario. El capital social es más que el capital humano que representa el conocimiento, habilidades y otras capacidades productivas de las personas para la generación de bienes y servicios. Es más que la capacidad humana para escoger o mejorar la calidad de vida individual. Es más igualmente que el capital físico, producto de la actividad humana aplicado para producir más bienes y servicios.
El capital social entonces es un concepto que, en términos de Robert Putnam, sintetiza un conjunto de valores que generan en un conglomerado social la capacidad de trabajar juntos en grupos y organizaciones para lograr objetivos comunes. Y que debe entenderse como un recurso social que se incrementa cuando se usa y que, como bien de un país, contribuye a crear valor social y optimizar los beneficios del capital físico, del capital humano y de la capacidad humana.
Se trata entonces de una valiosa herramienta de desarrollo, como factor productivo y como cualquier otra forma de capital, ya que sus valores integrantes contribuyen al logro de ciertos fines que no serían posibles en su ausencia, pues es obvio que los procesos productivos y, en general, el funcionamiento de una sociedad se facilitan con la participación, el trabajo en equipo, la asociatividad, la solidaridad y la confianza interpersonal, valores constitutivos del capital social que fomentan la cooperación espontánea y contribuyen al desarrollo con sentido humano y eficiencia social, objetivos fundamentales de la Economía Social y Ecológica de Mercado.
Para Francis Fukuyama el capital social se homologa al concepto de confianza, como un valor económico amplio y la única característica cultural que condiciona el bienestar de una nación y su capacidad para competir, y se identifica con los valores de la asociatividad, la conciencia cívica, y el consenso moral, todos los cuales contribuyen al fomento de la solidaridad, que es pilar del capital social . Una sociedad o comunidad con un elevado activo de capital social constituye un conglomerado humano con redes comunicacionales entre las personas que la integran, las cuales actúan éticamente, es decir valorizando la responsabilidad sobre sus actos y relaciones con los demás, respetando la dignidad y cultura de los otros y actuando con compromiso y apego con los objetivos de progreso de su grupo.
Es por ello que está plenamente demostrado que sociedades o países con elevados indicadores de capital social logran notables índices de desarrollo humano. Tales son los casos de Finlandia, Austria, Suecia, Noruega, Alemania, Canadá, Taiwán, Corea del Sur y Singapur.
En conclusión, podemos deducir que en Venezuela se impone rescatar la ética y los valores morales y del capital social para que pueda echar raíces la Economía Social y Ecológica de Mercado rompiendo con la cultura del rentismo, del populismo y del paternalismo estatal.
Y en ese esfuerzo de cambio está llamado a desempeñar un papel protagónico un nuevo sistema educativo que debe promoverse, como un gran objetivo de consenso nacional, para asegurar una educación de excelencia no sólo para la productividad, el emprendimiento y el desarrollo científico y tecnológico, sino igualmente con un sólido componente de pedagogía de educación en valores para formar ciudadanos y profesionales con principios éticos, conciencia cívica y responsabilidad social que serán los impulsores, a nivel individual y colectivo, del nuevo sistema económico que el país requiere para asegurar el progreso participativo y en el que todos se beneficien de sus frutos.
Se trata de un cambio perentorio y necesario que no admite ni la politiquería, ni compromisos a espaldas de la grave realidad que aqueja al país.
Director General del Celaup
Universidad Metropolitana
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