Grandes estrategas permitieron a EE. UU y la URSS superar un pulso en el que mundo podía desaparecer. Hoy de nuevo yacemos sobre 20.000 cabezas nucleares entrambos contendores, las más pequeñas con una potencialidad de diez veces Hiroshima. Por eso asombra la frivolidad de medios de comunicación internacionales otrora respetables, que mantienen la gente en un engaño. Terminada la Guerra Fría, EE. UU con prudencia y habilidad mantuvo bajo control a sus adversarios y potencialmente enemigos, y evitó un bloque eurásico hostil, pesadilla de Kissinger que hoy se materializó. La dramática tarea de los Estados Unidos es superar las guerras fría y caliente y enfrentar el deterioro económico social interno. Robert Kennedy Jr. viene de una familia de mártires democráticos. Tiene un distinguido curriculum académico-profesional, es un escritor exitoso, pero su lanzamiento en las primarias demócratas proyecta sombras como potencial estadista y hace temer que continúe el deterioro de los dos últimos gobiernos. “Habla claro”, demasiado, cosa más propia de los respetables gremios de taxistas y barberos que de líderes, y ronda el fundamentalismo ecológico.
Ha denunciado en falso, varios artículos suyos tuvieron que retirarlos de circulación, declara guerra contra las vacunas, el acetaminofén, fluorar las aguas. El mundo requiere que el presidente de EE. UU, más que cualquier otro, mantenga sus neuronas estables, esté abierto a cambios necesarios y recuerde siempre a Reinhold Niebuhr, politólogo inspirador del llamado “realismo político” norteamericano, y autor de la conocida Plegaria de la serenidad (“Dame Señor, la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que deben cambiarse y sabiduría para distinguir unas de otras”) Regresar a la normalidad desde la atmósfera de esoterismos y extravagancias alienígenas, entre ellas la Agenda 2030. En valetudinaria teoría del siglo XX, la “ideología verde” aspira desindustrializar al mundo y que todos seamos Salicio y Nemoroso. El filósofo antinatalista y posmoderno surafricano David Benatar, en Mejor nunca haber existido (2006) escribió que “traer nuevos seres al mundo es un error” y Joel Schumacher en Batman y Robin (1997) crea a la doctora Pamela Isley (Uma Thurman), dispuesta a exterminar los humanos para que crecieran plantas y animales.
En los setenta, la ultraizquierda quería destruir la médula de la sociedad: los beatniks, importantes intelectuales norteamericanos y europeos, Jack Keruac, Allen Ginsberg, William Borroughs, Timothy Leary, líderes de las sectas contraculturales universitarias, underground, el movimiento hippie, el mayo francés, entonces burla de las grandes fuerzas políticas de izquierda y derecha. Cuestionaban la perfidia de la “sociedad industrial”, la religión, la cultura, la familia, la sexualidad “de la burguesía”, y los ecologistas (el Club de Roma) pronosticaba que para 1990 la contaminación extinguiría la vida del planeta. Era la primera negación integral, holística, a fondo, de la civilización y la despreciada democracia, un proyecto psicopático y lo sigue siendo. Vivirían fuera de la sociedad, sin obligaciones ni ataduras, en los paraísos artificiales de Baudelaire. Esa ideología llega a la cúspide cuando Herbert Marcuse niega diametralmente el marxismo clásico: la clase obrera es enemiga de la revolución, que ahora la encabezarán marginados, delincuentes, drogadictos, presidiarios, a los que Foucault añadiría también locos y rechazados.
Una profesora icónica de entonces, Ángela Davis, militante comunista, tomó fielmente la tesis, se vinculó a con crímenes y delincuentes y participó en un asesinato para liberar de la cárcel a George Jackson, terrorista de los Panteras Negras, con quien tenía vínculos particulares. Se liberó de cargos de asesinato por la campaña mundial que Marcuse desato en su defensa. Hoy las elucubraciones de entonces cuajaron un proyecto con piel de oveja para revolucionar pacíficamente (y este es su rasgo más destacado) desde la relación hombre-naturaleza hasta el comportamiento en la cama. El choque trasuda desprecio y violencia verbal contra los valores mayoritarios, lo que afortunadamente les asesta derrota tras derrota (Chile, Italia, Finlandia, Suecia, seguramente España) Promueven desde la pederastia, hasta el bestialismo (Peter Singer) corrompen a los niños, quieren librar el mundo del kapitalismo, de los hidrocarburos, objetivo hasta el momento bastante inviable, salvo por la energía atómica. Los “verdes” en Alemania, desde los setenta y luego a partir de su unificación en 1993 y fundarse en sentido estricto, han sido modelo de la moda posmarxista, antipolítica, ecológica, pansexualista, antikapitalista.
Mucho más prácticos que Podemos, su sobrino tonto, gobiernan en algunos estados con la democracia cristiana y en otros con los socialdemócratas y debatían entre pragmáticos (belicistas) que se impusieron y fundamentalistas (pacifistas) A comienzos de siglo crearon una alianza parlamentaria para eliminar las plantas nucleares, porque recibían energía barata rusa por el gasoducto Yamal, iniciado por el canciller Konrad Adenauer a comienzos de los 60 y proseguido por Willy Brand, para impulsar el “milagro alemán”. Empresas tedescas suministraron los insumos para construir el tubo desde los grandes yacimientos en Siberia. Luego los Nordstream I y II, hicieron posible la sobrevivencia de la economía europea. La decisión de cerrar las plantas nucleares se junta con eliminar centrales de ciclo combinado a gas, Alemania se queda sin energía y empuja que las empresas se fuguen a China, lo que allá celebran a mandíbula fracturada. Los “verdes”, con cara de póker, se pasan de pacifistas a ultrabelicistas y de ambientalistas en defensores del carbón en un santiamén. Aun así, las “energías renovables”, podrían ser, usadas con sentido común, auxiliares de las tradicionales.
La crisis en Texas 2021 dejó 5 millones de familias sin electricidad, por un efecto simple, que a posteriori quieren traspapelar: 30% de la energía era eólica y como el fuerte invierno congeló los molinos, las plantas clásicas debieron compensar el déficit y colapsaron. Hasta que inventen como acumularlas, las renovables no garantizan flujo constante, porque no hay luz solar de noche, y la eólica necesita vientos permanentes. Para disminuir y a largo plazo llevar a cero las emisiones de CO2, la estrategia es sustituir el parque automotor actual por eléctrico para 2035. Los expertos informan que producirlos y producir sus componentes, metales, plásticos, baterías, vidrios, contamina el doble que las automotrices tradicionales. La reconversión presenta grandes problemas, como la depredación ambiental de extraer litio para las baterías, pues se necesitan dos millones de litros de agua por cada mil kilos de litio. También será enormemente costosa la creación de decenas de millones “estaciones de servicio” para la recarga y cada recarga requiere cuatro horas.
Un proyecto ecológico, paradójicamente produce daños ambientales e inflacionarios. A muchos les parecía odiosamente capitalista que durante la pandemia los gobiernos se preocuparan por las empresas, es decir, por el empleo y la manutención de la gente. Pero la agenda revolucionaria guarda silencio sobre el litio y otros “detalles”. La automotriz es una pilastra de la economía mundial y en varios países es número uno y en su reconversión no puede quedar nada al azar, porque debilitarla cuesta puestos de trabajo. Desde que en 1885 el ingeniero Karl Benz inventó el motor de autocombustión y lo dedicó a Mercedes, la humanidad tiene hoy 8 mil millones de hab. y 1 mil quinientos millones de automóviles. Parte del siglo XX EE. UU dominó la industria, hasta que con la globalización entraron Japón, Surcorea y por último China. La agenda se va a complicar porque de 85 millones de autos que se produjeron el año pasado (2022), 27 millones (32%) se fabricaron en China, 10 millones (12%) en EE. UU, 8 millones (9.6%) en Japón, 3 millones y medio (4.2%) en México. El automóvil y sus coadyuvantes crean 12.6 millones de empleos (12%) del total en Europa.
Para los que odian el kapitalismo, lo que llaman “vehículos de alta gama”, es decir, de lujo, se producen en China: el sueco S-90 Volvo, el DS Automovile francés, el M8 BMW de Alemania, el Dacia Spring de Renault con el dato de que apenas 3% de las baterías para carros eléctricos se producen en Europa. Además, el año pasado en el mercado interno chino, se vendieron 7 millones y medio de autos eléctricos, mientras en EE. UU 1 millón 726 mil y en Europa 1 millón 560 mil. La industria automovilística está liderada por Pekín y las empresas se refugian allá porque el precio de la energía europea les quita toda competitividad. Si la humanidad sobrevive a su estupidez el próximo presidente norteamericano no la tendrá fácil. Deberá ser tan racional como Descartes.
@CarlosRaulHer