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Populismo e inflación

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 6 min.

El peronismo dio inicio a un ciclo de gobiernos populistas en América Latina, los cuales incentivaron la inflación como un problema crónico. El chavismo se identifica en diversas formas con el peronismo, una de ellas es la utilización del Banco Central como la caja chica del gobierno, de este modo ha destruido la credibilidad del ente financiero transformándolo en una especie de gestoría que se dedica a tramitar las solicitudes del ejecutivo. El nombramiento de un cavernícola como Ricardo Sanguino, al frente del Banco Central de Venezuela, confirma lo degradado del cargo y la ruta que llevó al desastre económico del año pasado.

En un artículo previo analizamos la figura de Eva Perón como un personaje emblemático de la mezcla de reconcomio y poder en la política latinoamericana. Fue un personaje central del movimiento peronista en sus inicios y contribuyó a imprimirle a este sus rasgos distintivos. El peronismo surgió como un movimiento populista de naturaleza antidemocrática. La corrupción fue otra de sus lacras y Eva fue una muestra de ello, pues al fallecer poseía una inmensa fortuna. Contribuyó a destruir la credibilidad de una institución clave en la economía argentina, el banco central, presionándolo para que imprimiera dinero a fin de financiar sus obsesiones. Para muchos analistas el peronismo fue un factor clave en el declive de la economía argentina en las primeras décadas del siglo pasado. (ver: Rodríguez Rojas, José. 2017. Un nuevo reto para el chavismo. Digalo Ahí , n° 3, 8 de febrero)

El peronismo inició el ciclo de regímenes populistas en América Latina, los cuales implementaron políticas que tendían a impulsar la inflación como un problema crónico. En la medida que estas políticas se mantenían en el tiempo y se intensificaban, dio lugar a episodios de hiperinflación en Argentina, Brasil, Bolivia y otros países. Estas políticas impulsaron la inflación en diversas formas. En primer lugar, los gobernantes populistas presionaban al banco central a fin de que imprimiera dinero para financiar el gasto gubernamental, aumentos de salarios y las extravagancias de los líderes gubernamentales, como fue el caso de Eva Perón repartiendo dinero a diestra y siniestra en los barrios de Buenos Aires. Una vez que este dinero llega a manos de los consumidores incrementa su capacidad de compra presionando al alza los precios.

En segundo lugar los gobernantes populistas movidos por el reconcomio, como Eva Perón y su marido, canalizan su resquemor hacia los empresarios hostigándolos con políticas de control de precios, expropiaciones y otras acciones similares, lo cual provoca una contracción de la producción. Al final cuando los consumidores acuden al mercado con su capacidad de compra renovada, deben competir por menos productos, agudizándose aun más el alza de precios. Un tercer factor que impulsa la inflación son las modificaciones en el tipo de cambio, es decir en la relación entre la moneda nacional y una divisa como el dólar. Los gobiernos populistas implantan políticas de control de cambio que a la larga derivan en un mercado negro de divisas. Acá entran en juego las expectativas, en la medida que los ciudadanos al percibir un futuro oscuro y lleno de incertidumbres compran dólares, para abandonar el país o para ahorrar y protegerse. El dólar inicia así una danza imparable convirtiéndose en uno de los detonantes de la subida de precios. ya que los empresarios toman en consideración el tipo de cambio de este mercado para fijar los precios de los productos que generan y venden. En la medida que las políticas populistas se mantiene en el tiempo y se intensifican, la mesa está servida para una inflación desbordada y sus acompañantes: la escasez, la especulación y el mercado negro.

Si bien la inflación es impulsada por varios factores, en estas líneas queremos enfatizar el que tiene que ver con el exceso de dinero circulando en la economía. La solución reside en concederle al banco central (BC) una mayor autonomía y colocarlo en manos de expertos, para que lleve a cabo su labor: controlar el volumen de dinero en la economía ajustándolo a lo estrictamente necesario para el funcionamiento de la misma, haciendo caso omiso de las presiones del ejecutivo para imprimir dinero en función de su conveniencia. Los bancos centrales tienen diversos instrumentos a la mano para ello.

La conveniencia de concederle autonomía al BC lo ha entendido incluso la izquierda radical latinoamericana, como Lula Da Silva, quien durante su gobierno puso el BC brasileño en manos de un experto en finanzas, quien laboraba previamente en un banco de inversión en Estados Unidos. Evo Morales colocó en el Ministerio de Economía a un funcionario del BC boliviano, el cual apoyó la gestión de este instituto financiero que se ha caracterizado por su espíritu conservador en el manejo del dinero y la inflación.

Muchos analistas equiparan al chavismo con el peronismo en sus años iniciales, en la medida que ambos son movimientos populistas que surgieron en torno a un caudillo carismático de origen militar. La corrupción es otra de las lacras que los unifica; “con Perón aunque sea ladrón” gritaban los simpatizantes peronistas en las marchas de apoyo a su candidato. La utilización del BC como caja chica del ejecutivo es otro de los aspectos que los identifica. Debemos recordar el episodio en el cual el difunto comandante, en tono amenazante, pidió al Banco Central de Venezuela (BCV) dos millardos para el ejecutivo, los cuales fueron concedidos sin demora por los atemorizados directores del ente financiero.

El gobierno bolivariano ha vaciado de contenido la presidencia del BCV, transformándola en una especie de gestoría, cuya actividad fundamental es la de tramitar las solicitudes del ejecutivo. Siempre ha existido un personaje gris dispuesto a colocarse al frente de la degradada posición. El último fue Nelson Merentes un licenciado en matemáticas sin ninguna experticia en el área de finanzas. Esto ha contribuido a crear una caótica situación económica que ha sido analizada en una de sus ediciones recientes por la influyente revista The Economist, la cual pone de relieve una contracción económica del 18,6% en el 2016, que es mayor que la de Grecia en su peor momento; adicionalmente a ello se produjo una inflación del 800%. Ambas informaciones filtradas por el BCV a la agencia de noticias Reuters, según la mencionada revista.

Después de destacar la crítica situación económica la revista analizó el cambio en la presidencia del instituto financiero, señalando “que el cambio en la presidencia del BCV no augura mejores políticas”. Al resaltar la carencia de experticia en el tema del nuevo presidente del BCV, señala que éste es un “docente universitario marxista, que se ha desempeñado durante un largo periodo como un leal parlamentario del PSUV”. Confirmando su condición de gestor del cargo apunta que “tendrá menos influencia que Ramón Lobo, el nuevo Zar de la economía”, a quien describen como “un hombre con escasa experiencia en puestos gerenciales de alto nivel”.

Como lo hemos destacado el banco central es una institución clave para el logro de los equilibrios económicos fundamentales en una economía, en particular los que tienen que ver con la masa de dinero circulante, la cual tiene un efecto determinante en los precios y la inflación. El nombramiento de un cavernícola como Ricardo Sanguino al frente del BCV es una continuación de las decisiones de política económica que llevaron al desastre económico del año pasado, caracterizado por una contracción económica y una inflación jamás vista en la historia reciente de Venezuela. Ello augura un escenario donde probablemente se concreten las previsiones del Fondo Monetario Internacional, las cuales apuntan al inicio de un proceso de hiperinflación en el año en curso.

Profesor UCV