Venezuela es un país único en Latinoamérica. Su composición étnica, su geografía y su condición de petro-Estado son características que lo diferencian del resto. Para el periodista Rafael Osío Cabrices esos matices son lo más difícil de explicar a cualquiera que no sea venezolano. En su quinto libro Venezuela: memorias de un futuro perdido cuenta, desde su perspectiva personal y profesional, qué le ha sucedido a este país durante 25 años de chavismo y madurismo.
Al tener más de una década en el extranjero, Osío Cabrices ha comprobado que la percepción que se tiene sobre Venezuela es muy superficial, a tal punto de que se cree que está totalmente devastado. Si bien reconoce que la situación es grave, destacó a los venezolanos que, pese a las adversidades, encuentran soluciones para salir adelante. Además, descartó la idea de que es un país “muerto” y afirmó que aún vive dentro de los venezolanos que se quedaron y los que están fuera.
El valor de la cultura
Una de las situaciones que más le ha tocado enfrentar al escritor en el extranjero es responder a la pregunta de qué ha pasado en Venezuela. A partir de esas reuniones y celebraciones en las que Osío Cabrices ha tenido que “echar el cuento” a sus amigos de lo ocurrido, nació la idea de escribir su nueva obra.
Si bien es un texto dirigido a los españoles y a cualquier otro extranjero interesado, también sirve para que los venezolanos reflexionen. Es un recuerdo de la cadena de eventos irracionales y dolorosos que han vivido y que, por la cantidad de sucesos y el paso de los años, se pueden haber olvidado.
El autor dijo que contó su perspectiva en la obra y subrayó que no es la única ni es la definitiva sobre el caso venezolano. Al haber nacido en la década de los 70 y tras ejercer el periodismo durante el nacimiento del chavismo en los 90, hizo una crónica de la transición desde “la gran Venezuela” que vivió en su niñez hasta el país que hoy observa como adulto.
“Al final es una interrogación sobre el futuro, cómo podemos concebir un futuro hoy en comparación con el que nos vendieron nuestros padres y abuelos, en el que nunca ocurrió”, añadió.
¿Qué es Venezuela para Rafael Osío Cabrices?
“Es una obsesión, es el tema central de lo que he escrito y seguiré escribiendo. A pesar de que parezca que escribo de otro sitio, siempre estoy escribiendo de Venezuela. Me pregunto cuál es la naturaleza, el alcance y el volumen de las dimensiones de nuestra transformación colectiva e individual. No es solo un territorio, un paisaje, aunque tendemos a reducirla a eso, es sobre todo una nación. Es una cosa intangible que compartimos y está hecha de ideas, sentimientos y discusiones”.
Más allá de las diferencias políticas, algo que el escritor cree que ha ido desapareciendo en algunos sentidos, señaló que la semilla de la resurrección de Venezuela como nación está en su cultura.
Aparte de los paisajes y las riquezas naturales, valoró las posibilidades que tiene la ciudadanía de procesar la desgracia que ha vivido en el último cuarto de siglo, para así transformarse y hallar un balance positivo entre todas las pérdidas que no se dejarán de contabilizar.
“Aunque no estemos dentro del país, llevamos por dentro un pedacito de esa cosa grande, que está viva y que el chavismo no nos quitó, que es nuestra cultura”, recalcó.
Venezuela es una de las culturas más sofisticadas de América Latina, está viva y está transformándose con todo lo que nos ha pasado
Reflexiones generacionales
Las memorias de un futuro perdido es un título que, si bien el autor reconoció que algunos lectores lo han percibido como una capitulación, realmente alude al futuro prometido para su generación y que nunca ocurrió.
Osío Cabrices recordó que la clase política, los abuelos y padres en la década de los 70 le prometieron a los jóvenes un futuro de desarrollo automático que, dos décadas más tarde, se desmoronó porque los venezolanos pensaron que habían alcanzado el punto más alto y absoluto del sistema democrático.
“A principios de los 90 recuerdo que se pensaba que habíamos alcanzado la democracia como quien alcanza la adultez, como si fuera algo de lo que no se regresa”, comentó sobre la década en la que el expresidente Hugo Chávez, antes de llegar al poder, intentó dos golpes de Estado.
La democracia siempre está en peligro, en Venezuela y en cualquier parte, y se trata de estar consciente de eso para poder defenderla
Una de las críticas hechas por el escritor fue dirigida a los jefes de los medios de comunicación y la clase política gobernante de los últimos diez años del siglo XX en el país. “El discurso era que la democracia no servía”, recordó.
La poca distinción entre los políticos corruptos y la falta de defensa al sistema derivó en que, según el periodista, se perdiera la consciencia del valor de la democracia. Esa consecuencia causó una tolerancia en la sociedad venezolana ante varios hechos que “luego le abrió las puertas al chavismo”.
Cuando era un periodista joven y aún universitario, Osío Cabrices notó que las personas no reconocían las malas señales que transmitía Chávez y sus partidarios. Esto hizo que grandes sectores de la sociedad venezolana “se hicieran la vista gorda” frente a la violencia y obvia vocación autoritaria que mostraba.
“No importó que un movimiento político, que entró echando plomo a la historia venezolana en la madrugada del 4 de febrero de 1992, se ofreciera como un cambio político positivo para nosotros”, criticó.
–¿Qué tan responsable es tu generación de lo que le pasa a la nación?
–Cada uno de nosotros debe preguntarse si las cosas pudieron haber sido diferentes y qué pudimos haber hecho. Desde el 2002 me he preguntado si pude haber ejercido mejor mi labor como periodista, si hubiese podido distanciarme más de la polarización y ser más cauto con los actores políticos al hablar, describir y analizar la realidad.
Establecer responsabilidades en bloque es imposible. Bajo esa afirmación, Osío Cabrices invitó a que cada venezolano reflexione sobre lo que ha hecho. Al comprender la historia y el rol de cada uno en ella, aseguró que habrá una mejor definición de cómo podrá contribuir la sociedad en el futuro del país.
–Después de esos 25 años y a un mes para el 10 de enero, hay más control, un andamiaje de leyes para reprimir y violar los derechos humanos, y una sociedad civil perseguida, ¿queda algo por hacer?
–Sí, la sociedad venezolana de adentro y de afuera debe involucrarse. Esto en el sentido de que cada uno, desde lo que podemos hacer, debemos reconstruir una democracia en la que podamos discutir de los problemas.
Entre las soluciones que, tanto la comunidad internacional como los políticos venezolanos y la sociedad venezolana han considerado, rechazó que haya una invasión armada extranjera en el país.
Más allá de que otras opciones han fallado y que aún el Gobierno de Nicolás Maduro no reconoce los resultados del 28 de julio, el escritor no apoya ninguna intervención militar de otro país que pueda ocasionar más víctimas civiles.
“Tenemos que discutir y recordar que el fin último no es reemplazar a una élite por otra, sino es el bienestar de nuestra gente. El propósito es que los venezolanos puedan comer, educarse, tener electricidad y agua, que dejen de emigrar a pie por el Darién porque no tienen otra opción”, enfatizó.
Sobre la diáspora venezolana, de más de 7,7 millones de personas, el autor del libro dijo que significó la pérdida del bono demográfico que tenía Venezuela. Este es uno de los aspectos que más dolor le ha causado porque “el chavismo devastó al país y colapsó el petro-Estado” justo en el momento en que debía impulsar su crecimiento.
El foco no es cambiar una dictadura de izquierda por una de derecha, es recuperar las condiciones de vida y posibilidades de desarrollo de nuestra nación
Resignificar los términos
En medio de las transformaciones que ha tenido Venezuela durante este primer cuarto del siglo XXI, el periodista señaló que hay que cambiar en otro aspecto: el culto a la figura militar.
Los salones de clases en el país históricamente han sido decorados con cuadros y demás referencias militares de los próceres del período independentista. Este “patriotismo escolar de primer grado de primaria”, como lo definió Osío Cabrices, termina “justificando el autoritarismo militar de hoy y el del pasado”.
El pasado 4 de diciembre, Maduro criticó la canción Veneka, de la banda Rawayana, al calificarla como una falta de respeto a las venezolanas. Incluso, el Ejército publicó un video con mujeres que pertenecen a la Fuerza Armada Nacional rechazando la pieza musical.
En relación a ese “patriotismo”, celebró la brillantez y fluidez de la generación de jóvenes venezolanos que han sabido apropiarse de un término xenofóbico como es la palabra “veneco” para resignificarlo.
–¿Cuál es tu análisis del término “veneco”? En tu libro lo abordas, pero lo terminaste antes de que se diera conocer la canción de Rawayana
–Me parece sana la distancia irónica y el gesto antisistema que hay al decir ‘veneco’. No solo te estás separando del militar que te chantajea con el patriotismo, mientras te quiere secuestrar, torturar y matar, como ha sido el caso del régimen tratando de jurungar el sentimiento patriótico a su favor. Cuando dices ‘veneco’, también te estás burlando del extranjero que ejerce xenofobia contra el migrante venezolano. Se trata de resignificar y apropiarse de ese término.
Otro concepto que Osío Cabrices también desarrolla en su libro es el “neoperejimenismo”. A partir de un relato superficial de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, dijo que hay venezolanos que, pese a no vivir ese período, han reelaborado una nostalgia de lo que no conocen.
La presunta ausencia de corrupción y crímenes en esa autocracia son afirmaciones que carecen de argumentos para el escritor. En el período presidencial de Rómulo Betancourt se enjuició a Pérez Jiménez por corruptela. Además, en cuanto a la criminalidad, explicó que era algo común en Latinoamérica porque no había surgido el narcotráfico como la industria corruptora de los Estados y de fuente de violencia.
“Mandara quien mandara, el país iba a ser mucho menos peligroso que en los años 70 y los 80 porque, cuando el narco llegó, todo cambió para las democracias y las dictaduras”, aseguró.
Después del 28 de julio, la aparición de personajes que son cercanos a Maduro y prefieren un gobierno autoritario, con acceso a una riqueza y unas oportunidades de desarrollo productivo, se hizo algo más habitual. A este grupo que se mantiene en la línea del discurso del oficialismo se les denomina los “normalizadores”.
–¿La figura de los “neoperejimenistas” se parece a la de los “normalizadores”?
–Estoy de acuerdo. Esa admiración me preocupa muchísimo porque tiene que ver con una nostalgia sobre el orden y esta termina soportando muchos autoritarismos (…) Un país debe ser seguro gracias a un sistema de administración de justicia, no por cinco mil ejecuciones extrajudiciales al año. Eso no puede estar bien.
Para quienes justifican las acciones de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) y demás componentes del Estado, Osío Cabrices recordó que es el mismo aparato represor que utilizó Maduro para “robarse la elección del 28 de julio”. Para el escritor no hay diferencias entre quienes se forman para “masacrar los barrios con el cuento de la delincuencia” y quienes se forman para “masacrar las autopistas cuando se protesta por la democracia”.
–Dices que Venezuela no está muerta, que está malherida, ¿cómo se cura? ¿Cómo renace?
–El deber de los periodistas es formular esa pregunta, pero quienes deben responder son los líderes políticos (…). Quienes quieren tener el poder están obligados a producir esas respuestas y a producir imágenes factibles de lo que puede ser el futuro. No creo que baste con decir que el 10 de enero estará allá porque un movimiento espiritual lo llevará a Venezuela. La realidad no se manifiesta así.
15 de diciembre 2024