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Revocatorio en el país roto

Opinión
Artículos de opinión
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Hay que insistir cuanto más se pueda, mil veces si es necesario, en que la solicitud del Referéndum Revocatorio es un derecho de la gente, puesto en la Constitución. En que nada tiene que ver con el golpe del Estado, la desestabilización del gobierno, la creación de un caos nacional ni otras cosas igualmente perversas que algunos denuncian. En que se trata de un dispositivo institucional puesto en las manos de los ciudadanos con el propósito de ponerle término al mandato de sus gobernantes si así lo consideran. En que se trata, pues, de una herramienta importante en función de la gobernabilidad.

Hay que insistir que en el caso de la actual coyuntura nacional, el Referéndum Revocatorio es un mecanismo que puede contribuir a resolver la crisis que actualmente ahoga a nuestra sociedad. Que es una manera pacífica de hacerlo, conforme mandan los cánones de la democracia. Que, cumplidos los requisitos legales establecidos para solicitarlo, es bueno que tenga lugar, independientemente de sus resultados. Insistir en que resulta positivo para todos, al margen de las preferencias políticas, de la manera como calibra la situación nacional y de las formas como considere que puede resolverse. Apostarle a la paz siempre es ganancia.

Resulta bueno insistir, en consecuencia, que es inconveniente y peligroso que el Gobierno y los sectores que lo apoyan entiendan que su rol político es impedir a toda costa el Referéndum Revocatorio. Que resulta negativo, en ese sentido, que a cada rato se saquen barajitas escondidas con el propósito de impedirlo, valiéndose para ello de la colaboración de otros poderes públicos. E insistir en que el Consejo Nacional Electoral tiene la obligación de actuar como árbitro imparcial procurando las condiciones necesarias para que las diversas etapas previstas en la Ley se cumplan, sin echar mano de disposiciones que levantan obstáculos, contrariando el espíritu de la norma constitucional

II.

Pero el Referéndum Revocatorio no es brujería. No basta, como diría Perogrullo, autor muy poco estimado entre nosotros. El diálogo sigue siendo imprescindible, como nunca antes lo fue. Es volver a la política, según lo han señalado muchos, luego de haberla temerariamente ignorado desde hace demasiados años. Es entender que ejercer el poder en una cultura democrática implica, en primer lugar, generar gobernabilidad en medio de desacuerdos y contradicciones, sin ignorarlos ni suprimirlos, al contrario abriéndoles espacio para que se expanda la diversidad. Es, en suma, confiar en que para eso sirve la palabra.

Necesario acudir al diálogo, así pues, para intentar ser un país más cohesionado, mejor cosido. Que sepa convivir en medio de diferencias y conflictos, que sepa tragarlos y digerirlos, convertirlos en nutrientes democráticos. Que sea capaz de acordar los pactos básicos que lesden a todos sus habitantes la imprescindible convicción de vivir en una misma sociedad, de ser parte de un nosotros perdurable, ligado a un futuro compartido.

En suma, es urgente echar mano del diálogo para tener lo contrario del país políticamente roto que ahora somos.

HARINA DE OTRO COSTAL

Tengo particular interés en el tema. Diría, pues, que lo sigo seriedad. Y también con cierta preocupación por la forma como lo encara el Gobierno, esperando el milagro de un nuevo rentismo, depredación del ambiente inclusive.

He visto como coinciden en torno al tema grupos chavistas y opositores. Como tienen puntos de vista comunes en sus reparos a la estrategia oficial y en el serio menú de amenazas que representa. Uno se pregunta, entonces, ¿por qué no declaran juntos? ¿Por qué no se sientan a conversar sobre el tema? ¿No sería un buen motivo para el dialogar? ¿Que tal una declaración conjunta sobre un tema tan importante ? ¿No sería una muy buena noticia para el país?

El Nacional, 6 de julio de 2016