El tema de la privacidad tiene tiempo rodando y hoy en día ha adquirido más importancia que nunca. En otras épocas era más fácil resguardar la intimidad de las personas. Estaba clara la raya amarilla que separaba las cosas particulares de las que podrían caer en la órbita colectiva. Sin embargo, hoy en día, la cuestión se ha enredado. Las separaciones se han vuelto opacas, por decir lo menos.
El surgimiento de las nuevas tecnologías digitales, sobre todo de la IA, ha cambiado el transcurrir de nuestras vidas. Son inmensos los beneficios que han traído consigo en muchos aspectos, pero a la vez han dado lugar a problemas severos, entre ellos, la invasión de la privacidad.
En efecto, los datos son la huella que vamos dejando y que permitan conocer y manipular nuestra conducta. En el escenario económico las empresas recogen y combinan nuestros datos con al fin de conocer y orientar nuestra conducta como consumidores, dentro del marco de lo que se ha denominado como el Tecno Feudalismo. Y en lo que respecta al escenario político, los gobiernos disponen de información que permite varias maneras de vigilar a la población, a expensas de la democracia, justificándose como medidas que persiguen garantizar la seguridad de personas y establecimientos. Es, pues, una espada de doble filo.
Hasta no hace mucho el cerebro humano era una cajita misteriosa. Aparte de que nos sirve para pensar, se sabían pocas cosas de lo que tenía por dentro. Pero el enigma se ha ido disipando, a partir del proyecto “Brain”, impulsado por el científico Rafael Yuste durante la presidencia de Barak Obama (año 2013), con el objetivo de ir dibujando un mapa detallado de la actividad cerebral. Desde entonces las investigaciones han proliferado en diversas partes del mundo. Se sabe ahora que ese órgano, de tan solo kilo y medio de peso, contiene una información clave para entender y modificar el comportamiento humano, dado que desde allí se generan todas las actividades mentales y cognitivas (memoria, emociones, imaginaciones, pensamientos). Todo ello ha sido posible gracias al desarrollo la neuro tecnología.
Su utilización ha sido altamente positiva, según se muestra claramente en el campo de la medicina, en donde se encuentran evidencias que lindan con la ciencia ficción, como, por ejemplo, permitir a las personas discapacitadas controlar el movimiento de su silla de ruedas a través de un dispositivo que se coloca en la cabeza y capta las señales eléctricas generadas por el cerebro. En un contexto distinto al anterior, el denominado “neuromarketing”, ha dado lugar al surgimiento de empresas que se valen de los datos neuronales del consumidor.
Así las cosas, pareciera que nuestra intimidad se encuentra en la vitrina. La vida personal es cada vez más pública.
Saco a colación todo lo anterior porque a principios de noviembre la UNESCO(Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) estableció un marco ético global para proteger la privacidad mental, la autonomía y la identidad personal, frente a los avances de la Neuro Tecnología y la Inteligencia Artificial, subrayando que la regulación de su desarrollo y utilización son indispensables para preservar los derechos fundamentales del ser humano
Harina de otro costal
El mundial de futbol, según Trump
Hace poco se llevó a cabo en la Casa Blanca una cena convocada por Donald Trump, con el propósito de recibir al príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman. Fueron invitadas alrededor de doscientas personas, en su mayoría directores ejecutivos de los sectores financiero, tecnológico y energético, vinculados comercialmente con el país árabe.
Para sorpresa de muchos se encontraba, además, Cristiano Ronaldo, quien llegó en el avión del príncipe. Como se sabe, después de pertenecer a los mejores equipos europeos, siguiendo su olfato económico el jugador portugués aceptó una oferta para integrarse al equipo Al-Nassr, de la Liga Profesional de Arabia Saudita, cuyo gobierno ha invertido miles de millones de dólares para atraer a los mejores jugadores. Y como figura principal de la liga profesional saudí, se ha convertido en una pieza relevante para limpiar la imagen de un país, marcado por la violación de los derechos humanos.
Sobran los videos en los que los que se observa al futbolista y al presidente norteamericano en medio de sonrisas y apretones de manos. Donald le dijo que era el mejor jugador del planeta y Cristiano le respondió que era el mejor presidente del mundo. Fue un encuentro armonioso entre egos.
Ronaldo encaja, sin duda, dentro del propósito de Trump de realizar un evento internacional exitoso que haga crecer la popularidad del “soccer” en el país del rugby, el beisbol y el baloncesto. Tiene la idea de convertirlo en un gran espectáculo que sirva para proyectar internacionalmente su figura, a pesar de que el escenario político no le es muy propicio que digamos, debido a sus políticas migratorias, su imprudente soberbia cuando expreso que Canadá, uno de los tres países sedes de evento (el otro es México), debiera ser el estado número 51 de Estados Unidos y, sin pensarlo dos veces, que eliminaría las sedes en donde gobiernan los demócratas.
En fin, Trump está dejando la sensación de que también en el futbol puede hacer lo que le venga en gana. Esperemos que Gianni Infantino, presidente de la FIFA sepa ponerle barreras. La duda es que entre ellos media una amistad de cómplices.