Hace poco más de una semana el Presidente Maduro nos dio la noticia de que su gobierno daría comienzo a la explotación del Arco Minero, mediante la firma de varios contratos con empresas locales y sobre todo transnacionales, entre ellas la canadiense Gold Reserve, con un extenso prontuario ecológico en su haber. El negocio representa, para comenzar, el ingreso de 4.500 millones de dólares, suma que, según las malas lenguas, sirve para solventar a corto plazo los problemas que asfixian las finanzas públicas y atender las emergencias alimentarias que nuestro menguado aparato productivo no puede atender.
Dio arranque, así pues, al Motor Minero, ignorando las críticas que, desde distintos círculos, tanto políticos como académicos, y a partir de posiciones políticas disímiles, se le han hecho a esta iniciativa por razones ecológicas, económicas, étnicas y legales.
II.
La explotación del Arco Minero representa una prueba más de que, en materia de discursos y propuestas, para el gobierno la realidad es, apenas, un detalle menor, respecto al cual no es preciso guardar alguna relación de concordancia.
Vale, pues, hablar de la diversificación productiva y apelar al rentismo minero. Hablar de soberanía y rajarse ante las exigencias de las empresas multinacionales. Hablar del respeto a las comunidades indígenas e invadir sus territorios mediante una salvaje actividad de extracción. Hablar de democracia y transparencia y guardar bajo llave los contratos con las multinacionales. O hablar que Venezuela está en la línea de salvar al planeta del capitalismo depredador y quedar raspado en cualquier examen a la que se la someta desde la perspectiva del cambio climático.
En fin, es encender el Motor Minero y simultáneamente decir, como sostuvo el Presidente Maduro, que la nueva política de desarrollo minero “es profundamente soberana, ecologista y con una visión de desarrollo integral", dando a entender que se cumple con la propuesta de un socialismo ecológico “basado en una relación diferente entre seres humanos y naturaleza, garantizando el bienestar de las generaciones presentes y futuras”, según recita la página web del así llamado Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo y el Agua.
Con el Arco Minero el chavismo terminó de quedar desnudo, sin el ropaje que resulta necesario para cobijarlo política e ideológicamente. De esta manera, el mensaje que sedujo al electorado venezolano hace diez y siete años se disimula ahora en un proyecto reducido a consignas complementadas por una retórica que alardea de revolucionaria. Un proyecto, en fin, que se desenvuelve en clave “conforma vaya viniendo vamos viendo”, que cuenta con el Plan de la Patria como reserva épica y cuya única razón de existencia es el poder por el poder mismo.
III.
Hoy en día el chavismo ha asumido varias figuras, es decir, se ha desfigurado. Hay chavismo de diferentes colores y sabores. Así, en su nombre se prende el Motor Minero y en su nombre algunos proponen apagarlo. Es que desde hace un rato el chavismo viene dando para todo. Para esto, para lo otro e inclusive para todo lo contrario. Es lo más parecido a un saco de gatos.
El chavismo, pareciera, ha quedado reducido a una marca multiuso. Un sello que identifica a un contenedor vacío que cada quien va llenando como cree más conveniente, sin pagar más regalías que las que comporta la devoción al líder supremo y tal vez una visita de cuando en cuando al Cuartel de la Montaña.
No importa que ronde en la cabeza de algunos la idea de que el Presidente Chávez habría hecho lo mismo que el Presidente Maduro, sólo que le habría puesto más musiquita de fondo.
El Nacional, miércoles 17 de agosto de 2016