Las administraciones públicas harían bien en cultivar la tradición cooperativista española
La denominada "economía social" dispone de una importancia relevante en muchas economías avanzadas. Cooperativas o sociedades laborales son dos de las formas que adoptan esas organizaciones (o empresas propiamente dichas) que añaden a los objetivos propios del sector en el que actúan la satisfacción de objetivos de carácter social, distintos a la simple maximización del beneficio de las sociedades mercantiles al uso. El conjunto supera las 42.000 organizaciones en nuestro país, con una facturación agregada considerable, de 52.000 millones de euros, y más de 2,2 millones de puestos de trabajos directos e indirectos.
Dentro de esa diversidad institucional, son las cooperativas de distinta naturaleza las que disponen de una mayor peso económico. También las que han sufrido los rigores de la crisis, pero no más que el resto del sistema empresarial. Y, en todo caso, en las respuestas a la crisis también han prevalecido esos objetivos sociales diferenciales, con reducciones de empleo relativamente menores y con una distribución de los costes del ajuste menos asimétrica que en las empresas convencionales. Quizás porque en esas empresas de la economía social la solidaridad tiene un valor distinto. Quizás también porque sintonizan en mucha mayor medida con esa tendencia en las formas de "economía colaborativa" que están emergiendo de la mano de la extensión de las tecnologías de la información y de la comunicación.
A pesar de la crisis, en sectores importantes de nuestra economía se identifican empresas cooperativas que disponen de una mayor tradición que muchas empresas competidoras. El ejemplo que sigue siendo válido, constituyendo una referencia internacional, es el caso de las cooperativas de Mondragón, un grupo de 113 sociedades que conforman todo un sistema, ampliamente integrado en su funcionamiento, pero con un grado de diversificación sectorial que también garantiza su resistencia a los avatares del ciclo económico o directamente a crisis como la reciente. En 2015 la facturación conjunta del grupo alcanzó los 11.400 millones de euros, algo por encima del año anterior.
Menor dispersión salarial y participación de los empleados en la toma de decisiones son rasgos que caracterizan a ese tipo de empresas de la economía social. Además del sector industrial es en el sector primario donde el censo de cooperativas es mayor, incluidas las de naturaleza financiera. Son estas, las cooperativas de crédito, las que a pesar de la severidad de la crisis han garantizado una cierta defensa de la inclusión financiera. La importancia relativa sobre el conjunto del sistema financiero apenas supera el 3%, pero su vinculación al territorio y a la economía local ha sido compatible con la supervivencia, aun cuando el sector también asiste a un proceso de consolidación similar al de otras entidades. Dentro de ellas, las cooperativas profesionales, en especial las de crédito, satisfacen ampliamente las exigencias de sus asociados, con tecnología equivalente a las de las grandes entidades bancarias. También en el sector de seguros, las mutualidades contribuyen a esa amortiguación de algunas consecuencias de la crisis.
Sintonía con las nuevas formas de economía colaborativa, mayor transparencia y participación en la toma de decisiones, y peso económico menos dañado por la crisis, son algunas de las consideraciones que el Parlamento Europeo ha tenido en cuenta a la hora de conceder mayor protagonismo a ese tipo de instituciones en la formulación de algunas políticas. Las autoridades españolas harían bien en aprovechar la tradición asentada en nuestro país y cuidar la supervivencia exitosa de esos sectores. No tanto protegiéndolos frente a la competencia, sino estimulando su eficiencia y evitando penalizaciones, en particular de naturaleza fiscal. El capitalismo necesita de especies diversas, y las empresas de la economía social, las cooperativas, pueden mejorar el comportamiento del conjunto de la fauna empresarial, con mayores grados de identificación con el propio sistema económico y la generación de prosperidad.
El País
4 de septiembre de 2016