El "sueño americano", la idea de que en Estados Unidos la gente puede salir adelante por sus propios méritos, en la actualidad es una "farsa", asegura el economista y filósofo Daniel Markovits.
Este profesor de la Universidad de Yale, reconocido por sus amplios trabajos académicos sobre cómo está estructurada la sociedad de EE.UU., afirma que la concepción de que en su país quien persevera alcanza sus metas es equivocada.
Lo llama la "trampa de la meritocracia", un sistema socioeconómico que no solo evita que las clases medias y bajas aspiren a escalar en los estratos sociales, sino que también afecta a las clases más pudientes.
¿Es realmente Estados Unidos el país más desigual del mundo?
"Lo que entendemos por meritocracia es que la gente puede salir adelante con base en sus propios logros, en lugar de por la clase social de sus padres, o su raza, o su sexo, o algún otro atributo", explica Markovits a la BBC.
"Pensamos en ello como una manera de dar a todos una oportunidad justa de éxito", añade en una conversación a propósito del lanzamiento de su nuevo libro, "La trampa de la meritocracia: cómo el mito fundacional de EE.UU. alimenta la desigualdad, destruye la clase media y devora a la elite".
Markovits dice que el "sueño americano" funcionó hasta la década de 1970, pero luego solo generó desigualdad.
Pero el profesor sostiene que en algunas sociedades occidentales la meritocracia está generando en realidad una nueva forma de "aristocracia".
El trabajo de Markovits parte de analizar la creencia de muchas democracias occidentales, con EE.UU. a la cabeza, de que las economías de libre mercado están hechas para promover el talento y la excelencia.
Así, el llamado "sueño americano" que persiguen los estadounidenses y los inmigrantes se basa en la idea de que cualquier persona con habilidad, deseo y perseverancia puede llegar a la cima
Aunque hasta la década de 1970 parecía que funcionaba así, las crisis económicas mundiales como las de 2009 han acentuado las desigualdades.
"Estados Unidos, de hecho, se ha convertido en una jerarquía de clases muy rígida y selectiva en la que las élites se segregan del resto de la sociedad", señala Markovits.
Los miembros de las familias más ricas, sostiene, "se casan en diferentes patrones, crían a sus hijos en diferentes patrones, y lo más importante de todo, invierten enormes cantidades de recursos en la educación de sus hijos para que los niños pueden ganar en la competencia meritocrática".
Markovits considera que en la actualidad la movilidad entre clases sociales en EE.UU. es la más limitada de países desarrollados.
Como ejemplo están las universidades prestigiosas de EE.UU. de la llamada Ivy League: Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth, Harvard, Pennsylvania, Princeton y Yale.
De ahí salen muchos de los altos ejecutivos, empresarios, economistas, políticos y personas que toman decisiones en el país.
Pero para ingresar en ellas, los estadounidenses no parten de un terreno parejo desde sus primeros años en la escuela, sino que la aspiración a esas prestigiadas instituciones está determinada en la riqueza de las familias.
La mayoría de los estudiantes en la Ivy League pertenecen al 1% de hogares que poseen tanta riqueza como el 50% de la población con ingresos más bajos en Estados Unidos.
¿Por qué el sistema golpea también a los ricos?
El análisis de la sociedad estadounidense lleva a concluir a Markovits que la meritocracia no solo daña a la clase baja y media, sino también a la alta en diferentes niveles.
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Los niños de familias en las clases menos favorecidas no pueden acceder a buenas escuelas, aun cuando tengan los méritos intelectuales suficientes para hacerlo, y eso se ve reflejado en las pruebas.
La educación que privilegia a los más ricos es parte fundamental de la falla de la meritocracia, según Markovits.
"La brecha de puntuación (en pruebas) entre los niños cuyos padres ganan más de US$200.000 al año y los niños de familias de ingresos medianos es dos veces más grande que la brecha de puntuación entre los niños de familias de ingresos medianos y los niños en condiciones de pobreza", explica el académico a la BBC.
"Y eso muestra hasta qué punto los ricos son capaces de comprar la educación para sus hijos", añade.
"El sistema de admisión a las universidades en EE.UU. está inclinado en favor de los ricos y famosos"
Al no poder acceder a escuelas de élite, como las de la Ivy League, también les resulta más difícil acceder a los empleos mejor pagados, ya que los que egresados de esas universidades prestigiosas son los preferidos en la "meritocracia".
"La desigualdad económica está produciendo una mayor diferencia en el rendimiento escolar que la segregación racial en su momento. Eso es nuevo y eso es impactante", dice el economista en referencia a la segregación escolar (prohibida en 1954).
Pero los ricos tampoco están exentos de ser golpeados por la meritocracia.
Aún quienes tuvieron las mejores oportunidades de educación padecen efectos nocivos para su salud producto de la "meritocracia".
Luego de invertir decenas de miles de dólares en educación de escuelas de elite, lograr que esa inversión sea devuelta a través de ingresos lleva a muchos profesionales privilegiados a trabajar de forma extenuante y nociva para su bienestar y el de quienes los rodean.
"Tenemos un sistema de educación superior que hace a las personas ser fantásticos banqueros, por ejemplo, pero no grandes ciudadanos; fantásticos administradores de grandes empresas, pero no buenos jefes en el sentido tradicional", explica Markovits.
¿Qué se puede hacer?
Los planteamientos del economista y filósofo están enfocados en la manera estadounidense de hacer las cosas, la cual es seguida por muchos países, pero no por todos en el mundo desarrollado.
En la Universidad de Oxford, institución británica privada que se equipara con las de la Ivy League, su directora de admisiones Samina Khan asegura que han logrado la inclusión de hasta 60% de alumnos procedentes de escuelas públicas.
"Estamos muy interesados en captar estudiantes de diferentes orígenes, porque la diversidad de orígenes significa diversidad de pensamiento", dice Khan a la BBC.
Markovits destaca la manera en que países europeos, como Dinamarca, tienen sistemas educativos públicos a los que asisten alumnos de todas las clases sociales.
Markovits dice que la forma de educar en países de Europa es un buen ejemplo de una política social incluyente.
"Una sociedad justa con una buena política social se centra en la gente común, porque la mayoría de nosotros somos gente común, no en la persona excepcional que puede romper la tendencia", señala.
"Y la gente común en Estados Unidos es mucho menos propensa a escalar en la jerarquía de clases que la gente común en Alemania o en Dinamarca o en la mayor parte de Europa".
En los países escandinavos, como Suecia o Dinamarca, no hay escuelas de élite y casi todos asisten a las escuelas públicas
"Tienen un sistema educativo que no es jerárquico, mientras que el sistema de educación en Estados Unidos es el más jerárquico en el mundo".
1 noviembre 2019
BBC News Mundo