A Barack Obama, el presidente número 44 de Estados Unidos, le quedan solo 5 meses en el puesto. Por eso parece necesario hacer un balance de sus casi 8 años en esa posición, tan prestigiosa y a la vez tan llena de pesadísimas responsabilidades. Es una tarea cuesta arriba, casi diría que un atrevimiento, pretender hacer un juicio acertado sobre un período que solo será visto con imparcialidad y lucidez con el paso de los años, pero creo que merece la pena hacer el intento.
Fue sorprendente, y todavía hoy lo es, que un negro llegara a la Casa Blanca. Ese fue su gran logro producto de un empeño tenaz en alcanzarlo. Hoy se puede decir que esa condición racial no ha empañado su desempeño, porque nunca la usó para justificar sus fallos o para defender injustamente a los de su misma raza. En cambio, lo que es sostenido por muchos opinadores y personas del común en Estados Unidos es que en muchos casos, más de los que podríamos suponer, la oposición republicana, conservadora, blanca, a lo largo de su presidencia tiene en el fondo una base racista.
Su presidencia arrancó con una condición que a muchos nos preocupó de inmediato: la enorme esperanza, más allá de lo racional, que suscitó en mucha gente dentro y fuera de Estados Unidos. Como si por arte de magia, el hecho de su ascenso al poder fuera a resolver muchos de los grandes problemas del mundo. Como era de esperar, esa ilusión desmedida pronto se vio atenuada en el ejercicio diario y frustrante del poder.
Obama recibió la presidencia en enero de 2009 en medio de una recesión causada principalmente por el manejo irresponsable de instituciones financieras, lo que llevó a la crisis llamada la burbuja inmobiliaria. Fue una recesión tan seria que ha sido considerada la más fuerte y peligrosa desde la que se dio a finales de los 1920s en Estados Unidos. En febrero de 2009, al mes de jurar el cargo, firmó un paquete fiscal de $787.000 millones para estimular la economía, lo que fue una de sus acciones principales con el fin de dar un empuje fundamental para sacar al país de la recesión. Con ese paquete fiscal y con el apoyo a los constructores de vehículos de Detroit fue logrando su objetivo: hoy en día podemos decir que Estados Unidos salió de esa recesión, tiene una economía que crece aunque a una tasa no muy elevada, tiene un desempleo de 4,9 % cuando era de 10% o más cuando recibió la presidencia, cuenta con una industria automovilística boyante y con unos indicadores financieros que han roto records. De manera sorpresiva, estas decisiones fiscales de Obama fueron adversadas por muchos de los componentes del partido republicano, sobre todo por aquellos cercanos al Tea Party.
A pesar de los logros económicos de Obama , todavía hoy en día un 60% de la población americana dice que el país va por un camino equivocado. Al parecer este descontento generalizado, sobre todo entre la población blanca, trabajadores manuales, de las pequeñas ciudades de Estados Unidos, no se atribuye solo al período de Obama sino que se ha ido concretando a lo largo de decenas de años y de varios presidentes.
Una vez que lanzó su paquete de rescate financiero, y teniendo la mayoría del congreso entre 2009 y 2010, se dedicó a la aprobación del Affordable Care Act, conocido como ObamaCare, con el cual logró que, de los 50 millones personas que no tenían ningún seguro de salud, 20 millones pasaran a tenerlo lo que se considera un buen logro. Sin embargo, ese programa de salud, que pretende darle un seguro de calidad y asequible a más norteamericanos, ha tenido muchos contratiempos y enemigos porque parece haber afectado negativamente a la clase media al aumentar los costos anuales de sus cuidados de salud. Se ha convertido en el centro de los ataques de los republicanos contra Obama.
Mucha gente critica que se dedicara tanto tiempo y esfuerzo político al ObamaCare, descuidando otras metas prioritarias como una reforma financiera que regulara las instituciones de esa área con el fin de evitar en el futuro otro desastre como el de la burbuja inmobiliaria. Algo se logró en este aspecto, al aprobar el congreso el llamado Dodd-Franck Act en 2010, que, entre otras medidas, estableció mayores requerimientos de capital para los bancos, fortaleció los procedimientos para resolver las fallas de los bancos y otras instituciones financieras y limitó las capacidades de los bancos de invertir en papeles financieros riesgosos.
Obama ha sido criticado porque en su primer período, sobre todo cuando tenía mayoría en ambas cámaras del congreso, no le haya dado prioridad a las leyes de inmigración para tratar de resolver el problema de los 12 millones de inmigrantes ilegales que hay en Estados Unidos. Luego, cuando ya perdió esa mayoría, nunca más pudo avanzar en esas leyes por la oposición de los republicanos. Ante esa situación, Obama se ha valido de decisiones ejecutivas para tratar de alcanzar logros parciales en el área migratoria, especialmente las conocidas como DACA(Deferred Actions for Chilhood Arrivals) y DAPA (Deferred Action for Parents of Americans and lawful permanent residents), pero esas decisiones de gran significación para los latinos ilegales, se han visto detenidas por la decisión de un juez de Texas, la cual sigue vigente luego de que la Corte Suprema no tomara posición gracias a una votación de cuatro magistrados a favor y cuatro en contra de cambiar la decisión del juez tejano.
Los demócratas solo tuvieron mayoría en ambas cámaras del congreso entre 2009 y 2010. Luego perdieron esa mayoría, especialmente en la cámara de representantes, y nunca más la pudieron recuperar. Ese hecho ha sido un enorme lastre para la presidencia de Obama porque los republicanos han mantenido una oposición obcecada ante casi todas sus iniciativas. Pocas veces, quizás nunca, se había visto una división tan abismal entre los dos partidos esenciales, casi únicos, de la política norteamericana.
En el segundo período, 2012-2016, después de haber superado la dura campaña electoral en la que se enfrentó a Mitt Romney, Obama pudo dedicar mayores esfuerzos a aspectos no muy trabajados en su primer período, como la cuestión ambiental. En este aspecto, él ha sido un convencido de la importancia capital de tomar medidas para frenar el progresivo calentamiento global producido por las emisiones de CO2 e incidir sobre otros aspectos del deterioro ambiental. A través de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) se ha logrado disminuir las emisiones de carbono y otros elementos contaminantes. Antes de Obama, el 50% de la electricidad provenía de la quema del carbón, hoy en cambio es el 33%. Las fuentes alternativas de energía, como el uso de la energía solar y del viento, han visto un repunte. Hoy en día un millón de hogares norteamericanos tiene instalaciones para el uso de la energía solar. Otra acción aplaudida por los ambientalistas fue el rechazo de Obama a la aprobación del oleoducto que iba a ir desde Canadá hasta el sur del país, conocido como Keystone XL Pipeline. Aprovechando el apoyo dado a la industria automovilística se aprobaron también regulaciones para limitar la producción de dióxido de carbono, y otros contaminantes ambientales por carros y camiones ligeros.
Lamentablemente, los últimos 10 años están entre los más calientes en los registros meteorológicos, han aumentado los incendios forestales, la concentración atmosférica de dióxido de carbono sigue aumentando lo mismo que los niveles de los océanos. Es evidente que solo una acción concertada y constante por parte de todos los países, en especial los industriales, puede permitir la disminución de esos alarmantes índices ambientales en los próximos 20 años.
Una de las preocupaciones más profundas de Obama, pero en la que no ha logrado casi ningún avance apreciable, ha sido el control de la venta indiscriminada y el uso cada vez más frecuente de armas en Estados Unidos. Este país es el que posee un mayor número de armas en manos privadas y en el que ocurre el mayor número de homicidios en todo el mundo. Basados en la segunda enmienda de la constitución, los republicanos defienden agresivamente el derecho de la gente común de poseer armas de todo tipo. La Asociación Nacional del Rifle es una organización poderosa que apoya esa política y que ha manifestado su apoyo irrestricto a Trump en su campaña electoral.
En política internacional, Obama ha sido considerado por muchos como un presidente débil que no ha sabido enfrentar diversas situaciones peligrosas como las del Oriente Medio. Resulta contradictorio, por decir lo menos, oír el lamento de los americanos cuando sus hijos mueren en guerras en el extranjero, pero ver cómo en estos años, cuando no ha habido acciones bélicas de consideración, critican al presidente por no ser más agresivo en su política internacional.
Una de las situaciones más difíciles de manejar fue la prometida salida de Iraq. Obama, a diferencia de Hillary Clinton, nunca aprobó la invasión de Iraq pero recibió el encargo de tratar de terminarla. En el año 2011 salieron casi todas las tropas de Iraq, pero pronto se vio que iba a ser difícil salir definitivamente de allí. El gobierno de Nouri-Al-Maliki no ayudó en nada al empezar una persecución de los sunitas. Luego vino el surgimiento de ISIS que ocupó gran parte del Iraq sunita, limitante con Siria, donde también tiene territorio. Aquí todo el mundo está de acuerdo en que la invasión de Iraq por el gobierno de Bush fue la raíz del surgimiento de ISIS, pero también hay muchos republicanos que culpan a Obama por haber salido de Iraq demasiado pronto. Es muy difícil saber dónde está la verdad, porque el manejo político y mediático de todo lo relativo al Oriente Medio está lleno de confusión y de posiciones interesadas. Hoy en día ha ido aumentando poco a poco la presencia americana en Iraq, hay alrededor de 4500 comandos especiales allí, y se hacen bombardeos de la zona donde está ISIS usando cada vez más los drones para ese fin.
Siria ha sido el más molesto y permanente de los dolores de cabeza de Obama y de los países de Europa. Estos últimos han recibido una oleada de refugiados que huyen del hambre y de una muerte segura. Llama la atención que muchos líderes europeos y americanos critiquen tan acerbamente la política de Merkel o de Hollande de recibir a los refugiados, tan solo porque es factible que entre esos refugiados se cuelen algunos radicales islamitas. No son capaces de ponerse en los zapatos de los refugiados.
Hay un capítulo de la guerra en Siria relacionado con Obama que merece ser destacado. En el año 2012, Obama señaló que había una línea roja que Bashar Al Assad no debía pasar, so pena de que Estados Unidos lo atacara militarmente y terminara su gobierno. Esa línea roja era un ataque con armas químicas a los rebeldes anti Assad. En agosto de 2013 se produjo, en los suburbios de Damasco, un ataque con gas Sarin contra los rebeldes en el que murieron 1.500 personas, 400 niños entre ellas. Sus muertes fueron horribles entre espasmos y espumarajos. A los pocos días parecía que el ataque de Estados Unidos era inminente, pero de repente Obama lo detuvo para consultar al congreso y al pueblo si estaban de acuerdo con la guerra en Siria. Ambos contestaron que no. En ese momento surgió inesperadamente una salida gracias a un comentario de Kerry, Secretario de Estado, que llevó a Rusia a intervenir, con el resultado final de que Siria reconoció que tenía armas químicas y que estaba dispuesta a entregar 1.300 toneladas de esas armas a una coalición internacional, lo que finalmente hizo. De esa manera, sin disparar un tiro, se alcanzó un gran logro. Sin embargo, Obama fue acusado, y todavía lo es, de cobarde y débil al no lanzar la guerra contra Assad y sacarlo del poder.
La guerra en Siria es un rompecabezas que heredará el próximo presidente de Estados Unidos. En ese país destrozado concurren, como actores, el gobierno de Bashar Al Assad, los rebeldes que pretenden su caída, Rusia que apoya a Assad, ISIS que es combatido por Rusia y Estados Unidos y por el mismo Assad, y los kurdos. Además, de manera menos evidente pero cierta, intervienen Arabia Saudita e Irán.
Una de las cosas que suceden con la política internacional de Estados Unidos es que los países europeos y los pa]ises árabes, que serían los primeros llamados a resolver sus problemas cercanos, esperan que Estados Unidos intervenga; cuando no lo hacen los critican y cuando lo hacen también. Unas veces quieren que Estados Unidos se quede quieto en su mundo americano y en otros que haga el papel de policía del mundo.
Una de las últimas acciones de Obama es el tratado de comercio con países del Pacífico, conocido como TPP (Trans Pacific Partnership), que incluye a 11 países, entre los cuales están Canadá, Mexico, Perú, Chile, Australia, Malasia, Singapur y Japón. Todavía no ha sido concluido y firmado, pero gracias al apoyo republicano y con la oposición de los demócratas, Obama podría negociarlo y luego tratar de que el congreso lo apruebe. Sin embargo, parece que eso no va a ser posible porque le queda muy poco tiempo a Obama y porque tanto Trump como Hillary se oponen a él.
Queda, entonces, para la posteridad hacer un juicio definitivo sobre el gobierno de Obama, pero se puede decir que ha hecho un gobierno aceptable, por no decir que bueno, dentro de las posibilidades y limitaciones enormes que el congreso y los grandes intereses financieros e industriales le colocan a todos los presidentes, sean demócratas o republicanos. Para los latinos que venimos de países con grandes fallas, especialmente si se trata de Venezuela, esta enorme nación es un polo de atracción por su seguridad y sus posibilidades de crecimiento económico pero para muchos norteamericanos está en el camino equivocado, lo que para nosotros es incomprensible.