Venezuela vive el más grave de los procesos emigratorios que conozca el mundo occidental en los últimos 150 años.
La población venezolana, su tamaño absoluto y su composición por edades y sexo, así como su distribución por regiones, han estado sometidas a cambios tan profundos e inesperados que hace tres o más décadas hubieran sido impensables.
En lo fundamental, esos cambios son el subproducto de múltiples iniciativas de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro que al incidir críticamente sobre la vida económica de la nación y la organización social y política del país nos han situado en una condición lamentablemente grave y muy dañina que no dudamos de calificar de trágica.
Dado que es un tema sumamente complejo, en esta nota solo mencionaremos los elementos fundamentales de ese cambio, espigando sólo algunas de sus consecuencias más probables.
El primero de ellos tiene un carácter paradójico y puesto que remite a un proceso en curso, está incidiendo fuertemente sobre la composición por nacionalidades de la masa total de residentes.
Hace pocas semanas, Nicolás Maduro, comentando en cadena nacional de TV lo que él juzgo los logros principales de su reciente viaje a la República Popular China, anuncio –entre sorprendido y gozoso- que en Venezuela estaban viviendo actualmente 1 millón de personas nacidas en ese país asiático.
Para quienes tomaron en serio esa información, la cifra les pareció, como mínimo, muy exagerada. Maduro no cito fuente estadística alguna que justificara su afirmación, tampoco se sabe si ella le fue comunicada por funcionarios del gobierno chino, y al presente, dada la total inoperatividad de los organismos públicos responsables de la pesquisa estadística nacional, no hay forma de calibrar, con un mínimo de objetividad, la veracidad o falsedad de esa cifra.
De igual modo, conviene recordar una información aportada por la conocida cantante de música popular Cecilia Todd. En una entrevista radiofónica, creo que en 2010, le escuché decir que un alto funcionario del gobierno sirio le señaló que no debía sorprenderse de la presencia masiva y entusiasta de oyentes sirios de todas las edades en su gira musical por Siria, pues ese público estaba vinculado a nuestro país, Venezuela, bien porque muchos de ellos habían vivido previamente entre nosotros o eran hijos de sirios residentes en nuestro país y se hallaban allí estudiando o de vacaciones.
“En su país, le dijo el funcionario, viven actualmente millón y medio de compatriotas sirios”. Esta cifra, aunque también podría estar exagerada, es mucho más creíble que la citada por Maduro y posiblemente no se tratara de millón y medio sino de un millón o algo menos.
No se olvide que los sirios y nacionales de otros países árabes han venido a Venezuela desde fecha tan lejana como mediados de los años 30 y si bien su número jamás igualó al de los colombianos residentes entre nosotros (que llegaron a superar los 3 millones y medio a comienzos de los 90), conformaron una masa de personas en continuo crecimiento.
Ahora bien, el flujo inmigratorio de los nacionales árabes en el pasado –al igual que el de las otras nacionalidades- es fácil de explicar y obedeció en gran medida al carácter de virtual imán para los extranjeros de distintos países que tuvo la Venezuela del lapso histórico que va de comienzos de los 50 a finales de los 80.
No puede decirse lo mismo de la inmigración árabe, en sentido amplio, que se ha producido en los años que han transcurrido en el siglo XXI, ya que una vez que desaparece la breve recuperación de la economía nacional en los inicios del gobierno Chávez, y nuestra economía entra en una severa depresión bajo la gestión de Maduro, el país pierde todo atractivo para los inmigrantes y se produce, por el contario el más grave de los procesos emigratorios que conozca el mundo occidental en los últimos 150 años, en este caso de compatriotas desesperados por dejar el país, como es harto conocido.
Por eso, la prosecución de la influencia del flujo inmigratorio árabe, y en particular de sirios sobre los cambios en la población venezolana, sólo se explica por la conjunción del factor de expulsión de compatriotas que acabamos de mencionar y por el que tiene su origen en la crisis endémica del Medio Oriente, y en particular, en la guerra civil en Siria, que se inició en 2011 y conllevó igualmente una salida en masa y desesperada de millones de personas.
Parte importante de estos últimos con seguridad han venido a engrosar la cifra que mencionaba Cecilia Todd. El complemento clave de este último factor inmigratorio ha sido el carácter de aliado político sobresaliente de los gobiernos chavistas que tienen países árabes como Siria, Irán y más recientemente Turquía (aunque ambos no se consideren árabes, como es sabido), lo que ha significado que la inmigración de estos recién llegados ha sido paradójicamente favorecida por el gobierno, contando además con múltiples ayudas y prerrogativas para sus actividades económicas en el país, las cuales se regatean o niegan a los nacionales.
Cuando ese proceso se contrasta con la citada salida desesperada y sostenida en el tiempo de casi 8 millones de compatriotas, especialmente a partir de 2008-2010, lo que implica casi un cuarto de la población total del país, se hace enteramente claro el profundo y trágico proceso de transformación demográfica que ha estado viviendo nuestro país a partir de 1999, y que para desgracia nuestra parece no tener fin.
Cambios demográficos y regionales
¿Qué pasará a futuro sí, como es de prever, este malsano proceso continúa de modo indefinido? Es difícil hacer un pronóstico medianamente objetivo; sin embargo, puede afirmarse con solidez que, por los momentos, se están produciendo varios cambios demográficos y regionales de innegable importancia.
Para comenzar, está cambiando rápidamente la composición por edades de la población, produciéndose un fortalecimiento del peso relativo (%) de los grupos de la tercera edad y de los menores de 15 años en detrimento de los grupos de edades intermedias (20-55), y dado que la emigración de compatriotas se ha concentrado en estos últimos grupos y este hecho no logra ser compensado numéricamente por el ingreso masivo de árabes y chinos, la tendencia al envejecimiento prematuro de los nacionales muy probablemente se mantendrá en el futuro previsible, ya que no se prevee una reversión a corto y mediano plazo de la llamada diáspora.
Otro cambio que merece subrayarse tiene que ver con las alteraciones del patrón de distribución urbano-rural de la población residente en el país. Hasta ahora, el grueso de la diáspora se ha nutrido de residentes urbanos, con preferencia de pobladores de las grandes ciudades y poca participación de habitantes del medio rural, proceso que tendera a acentuarse con los años, ya que a pesar de que los inmigrantes se concentran en esas poblaciones, su número menor (respecto al de los compatriotas que emigran) hará que continúe la desaceleración del crecimiento de las zonas urbanas.
Y esto, dada la propensión de árabes y chinos a configurar guetos urbanos allí donde se concentran, muy probablemente va a implicar una distribución asimétrica en el plano regional de la población, según nacionalidades.
En este sentido, lo que lamentablemente ha venido ocurriendo en la isla de Margarita con el desplazamiento inesperado de poblaciones locales tradicionales y manifestaciones públicas de carácter religioso, extrañas a la manera de ser del pueblo margariteño, bien podría representar una infortunada prefiguración de lo que podría pasar a nivel nacional.
No se olvide que estos inmigrantes, al igual que los chinos, son reacios a la integración sociocultural, en gran medida impulsados por su claro comportamiento endogámico a nivel socio-familiar no exento de racismo, fenómeno que más recientemente ha recibido un reforzamiento por razones religiosas y político-ideológicas.
Además, no hay que olvidar que tanto el gobierno chino como el de varios países árabes estimulan sin disimulo la exportación en masa de sus nacionales, debido a la sobrepoblación que allí se sobrelleva.
Por último, e íntimamente vinculado a lo anterior, y en una transformación que trasciende a la esfera demográfica y se inscribe en las relaciones de poder político y social, es muy probable que, en virtud de la preferencia de árabes y chinos por ejercer las actividades comerciales y el éxito económico que suele acompañarles, naturalmente con la diligente colaboración del gobierno, a medida que consoliden sus posiciones en el mercado interno, ellos se vuelvan cada vez más aliados privilegiados de las casta gobernante, es decir, de enchufados y otros depredadores del tesoro nacional, quienes ya controlan la riqueza nacional y las fuentes primarias del enriquecimiento material en el país.
Frente al debilitamiento deliberado y constatado de la antigua burguesía nacional y de sectores de clase media, en especial de su estrato profesional, venida a menos por obra de la política del gobierno, ese proceder de inmigrantes árabes y chinos pondrá al país, en particular a los herederos de la cultura nacional, en serias dificultades las cuales se añadirán a las que ya estos grupos padecen con rigor.
(*) Economista. Profesor titular (jubilado) de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Autor de los libros Ilusiones y mentiras del chavismo (2005) y Crecimiento económico, mercado de trabajo y pobreza. La experiencia venezolana del siglo XX (2007), entre otros.
31 de octubre 2023
El Pitazo
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