
La administración de Trump adopta varios principios fundamentales de la Escuela de Chicago. Sus políticas económicas todas van en la dirección de incentivar más empresas e inversión para su país. A diferencia del enfoque progresista de la izquierda estadounidense, que se basa en regulaciones gubernamentales y aumento de impuestos, Trump aplica políticas de estímulo empresarial. Su reducción de impuestos corporativos, ampliación de incentivos a la inversión y aplicación estratégica de aranceles para proteger la industria nacional reflejan los principios defendidos por economistas de Chicago como Milton Friedman y Gary Becker.
Los aranceles, por ejemplo, no son simplemente medidas proteccionistas, sino herramientas estratégicas para reequilibrar acuerdos comerciales, evitar la desindustrialización, desincentivar el dumping y el espionaje industrial, así como presionar a países como China, Canadá y Europa a jugar bajo reglas de comercio más recíprocas y niveladas . Los aranceles en el caso actual pueden impulsar a empresas a reconsiderar si su producción debe ser en el extranjero y a llevar empleos de vuelta a EE.UU. Esta estrategia no solo genera ingresos para el Estado, sino que incentive una competencia más equilibrada en la economía global. Trump también reducir el gasto fiscal ineficiente, con el mismo fin de bajar impuestos y aumentar la inversión. Trump se enfoca además en bajar el déficit fiscal, el de balanza de pagos y así controlar la inflación, no solo con política monetaria sino aumentando la producción interna.
Adicionalmente, muchos economistas alertan erradamente que los aranceles aumentarán la inflación en los EEUU. Pero con las nuevas tecnologías de IA y el incentivo a mantener las ventas en y seguir exportando a los EEUU, lo más probable es que no haya inflación en EEUU por el alza de los aranceles a 25%, sino que muchas empresas prefieran bajar sus precios, reduciendo sus costos de producción.
El mismo principio de incentivar la producción local debe aplicarse a Venezuela. El gobierno del presidente Maduro ha estimulado la participación del sector privado desde el 2020 en las empresas estatales. Sin embargo, el país necesita una reforma que privilegie aún más la inversión privada local en esas empresas, que incentive la producción interna reduciendo los costos de trabajar en el país, necesita un gobierno más eficiente y que proteja sectores estratégicos de la economía a través de acuerdos comerciales inteligentes.
La estrategia de reformas en Venezuela debe incluir: Mayor apertura en la participación privada local en las empresas estatales. Revisar los procesos burocráticos que afectan la producción nacional y el gasto fiscal y regulaciones ineficientes. Y flexibilizar el mercado laboral, promoviendo la creación de empleos. Sabemos que el crédito bancario solo vendrá una vez Venezuela se libere de las sanciones que tiene debido al bloqueo en el mercado financiero internacional.
La clave está en crear condiciones para que la inversión privada prospere. Para ello, se requiere mantener la estabilidad monetaria y políticas de comercio exterior inteligentes. Venezuela, como China hoy, debe llamar a sus líderes empresariales y la inversión extranjera para aumentar la velocidad del crecimiento económico.
Con Trump en la Casa Blanca, Venezuela tiene una ventana de oportunidad para redefinir su relación con Estados Unidos y acelerar su crecimiento económico. Biden era muy burocrático en su enfoque hacia Venezuela y hacia propuestas para levantar las sanciones a cambio de propuestas mal diseñadas. Durante su primer mandato, Trump también aplicó sanciones agresivas contra el país, basadas en viejas burocracias. Hoy Trump deja abierta la posibilidad de un cambio de estrategia: Trump eliminaría sanciones económicas sin pedir condiciones solo para fortalecer al sector privado venezolano, cuando determine que más daño hacen las sanciones al sector privado y que estas crean privilegios para algunos políticos frenando la democracia. Al contrario de sanciones, Trump debiera diseñar un paquete de inversión para que empresas energéticas y tecnológicas estadounidenses retornen al país, bajo condiciones que beneficien a ambas partes. Reincorporación de Venezuela al mercado financiero global. El país debiera recuperar acceso a crédito internacional y atraer inversionistas y permitir que los privados definan riesgos y seguridad jurídica necesaria por ellos mismos y no por la prensa. Para mejorar la competitividad de EE.UU., Venezuela podría plantear acuerdos de comercio preferencial con Washington que fomenten la exportación de petróleo, gas y otros productos estratégicos para apoyar a Trump en la reducción del precio de la gasolina de su país, clave para reducir la inflación. Trump y sus asesores hoy reconocen claramente que en lugar de sanciones económicas, una economía venezolana creciendo fortalecerá más su democracia.
La oposición se hace grande no pidiendo sanciones económicas, sino atrayendo inversiones a Venezuela sin condiciones.
En 2025, la pregunta no es si Venezuela puede salir de la crisis, sino si tiene el liderazgo y la visión para hacerlo. Trump y su equipo económico han demostrado cómo transformar economías estancadas basadas en incentivos al sector privado. La pelota está en la cancha venezolana.
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