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Una temporada entre cielo e infierno

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 4 min.

A Carmelo Casale

Rimbaud antes de los 20 años había escrito los textos más gloriosos de la poesía en occidente, pero la abandona por el desorden existencial de los cafés de París, absentia, ajenjo, la apasionada y destructiva relación con Verlaine concluida a tiros, descrita en el film Eclipse total con Di Caprio. Intenta una vida burguesa que inmediatamente abandona, para recomenzar como contrabandista de armas y esclavos en Harar hoy Yemen. “Es posible que jamás consiga la paz de espíritu, que ni moriré ni viviré en paz”.

Estrella fugaz, murió terriblemente a edad de 37, pero su resplandor es rayo que no cesa. “Yo es otro”, había escrito: el cambio, el renacimiento, emblema de la bohemia de Saint Michel, donde fulguraban sus ojos adolescentes azul metálico, tanto que Víctor Hugo lo llamó “el Shakespeare niño”. Alguien dijo –todo está dicho, todo está pensao- que la vida es una continuidad de sobresaltos grandes y pequeños que termina en la misma mar.

Un continuum, una corriente fluvial según Manrique y le adjudicamos comienzos, finales y recomienzos para disponer de juguetes nuevos que le den razón al ser. Año Nuevo, Navidad, nuevo gobierno, amores nuevos, amigos y enemigos que aparecen, nuevas etapas marcadas por fechas que pasan a ser históricas. La caída del Muro de Berlín, el derrocamiento de las Torres Gemelas, la toma de las Bastilla, el 23 de enero de 1958, el 24 y el 31, nuestro cumpleaños o el de las personas queridas son muescas en nuestras Colt 45.

Dibujamos relucientes objetivos para el año, bajar de peso, hacer ejercicio, aprender una lengua, escribir un libro, llamar a alguien, iniciar un proyecto. Con eso sentimos que se inicia un ciclo y dejamos otro atrás. Recomenzamos, reseteamos. “Yo es otro”. Nietzsche escribe que “nos convertimos en hombres cuando aprendemos a usar el pasado para vivir y rehacemos la historia por conocer lo ocurrido”. Eso lo amplía Freud con su “método peligroso” para que la conciencia ejerza dominio sobre el pasado del sujeto.

El teorema de la tortilla
La historia de un hombre, si no la digiere, lo mata, piensan Freud y Borges, pero según el positivismo político, las sociedades cumplen dictámenes de la historia. Para la acción, al contrario, son endodinámicas, la praxis humana las transforma desde su interior, porque la gente trata de hacer las cosas más rápido, más alto, mejor y eso es la evolución social que condujo a la modernidad y la democracia. Los seres humanos, a diferencia de los animales, las plantas o el universo, no somos solo órdenes espontáneos, sino centros de voluntad, artífices.

Las ideologías nos hacen crear sistemas pasadistas, reaccionarios, que frenan el cambio o lo retrasan, al coartar la creatividad, la libertad, reprimir las ideas, la investigación, la búsqueda de lo nuevo y el saber. La civilización se ha construido con los ladrillos de ideas en su época heréticas y el pensamiento se desarrolla derribando ídolos por otros. Lo que llamamos progreso es la conjunción de pasado y presente, ruptura y continuidad. Alguien dice que la praxis comienza en el desayuno, por romper los huevos.

El hombre irrespeta la realidad, las condiciones que lo sujetan, la inacción, la esterilidad, la postración, el culto primitivo a lo objetivo, el miedo al trueno, al fuego, al mar. En la lucha por el poder, la lectura de las condiciones es interesada. Puede ser que para mis fines convenga retrasar o impedir un evento, y un medio eficaz es convencer a otro de que “hay que esperar”, porque favorece mis planes. Para gran parte de la humanidad este año 2020 ha sido de pesadumbre, sufrimiento, o fastidio.

Doñitas de la filosofía

Gracias a las redes, conocimos la opinión sobre la pandemia de importantes o notorios filósofos y con excepciones nos tocó leer sub pandemias de disparates, “doñitas del Cafetal” de toga y birrete. Algunos argumentaban la conspiración china para dar jaque mate a occidente, o una maniobra norteamericana-israelí para vender vacunas pret-a-porter. A otros les sirvió para meter el contrabando del post humanismo: que dentro de poco viviríamos eternamente o que se desplomaría el capitalismo sucedido por un orden totalitario.

Se demostraría la superioridad autoritaria para enfrentar la crisis mientras a occidente se le caería la careta y dejaría morir en masa a los pobres. No faltó quien viera un castigo divino y un holocausto indetenible. Lo cierto es que el Covid-19 es una pandemia amateur comparada con la peste negra, la viruela, la gripe española, la gripe asiática y otras grandes amenazas globales del pasado. La organización social que conocemos no se va a desplomar para que surja la sociedad perfecta, aunque la pandemia acelera cambios que ya venían desde hace tiempo, como el teletrabajo.

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Otra de las sub pandemias fue el fastidio, pero el “yo es otro” hizo que la gente se reinventara en la producción de postres y de las más variadas comidas, masificando el delivery. También se masificó el yoga, la lectura, el consumo de series (la gente ahora va más tranquila al infierno porque hay buena conexión). Viene 2021 con sus novedades, aunque en marzo ya sabremos que no eran tan profundas como imaginamos, pero el imperativo seguirá siendo transformar la realidad ¡Feliz 2021 queridos amigos!

@CarlosRaulHer