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La diputada por Villa de Cura

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 2 min.

Con el cabello recogido como cola de caballo, vistiendo jean, blusa blanca y un bolso de color marrón que, con elegante indiferencia colgaba de su espalda sostenido por el dedo índice de su mano derecha, Maray Marrero Mendoza, la recientemente elegida diputada a la Asamblea Nacional por Villa de Cura, mi pueblo, se dirigía hacia el Panteón Nacional, al llegar al sagrado recinto; suelta la voz, extendidos los brazos y puesta su mirada sobre el sarcófago de Simón Bolívar, formuló una preguntó que retumbó más allá del Cunaviche, más allá del Ventuari y hasta más allá de los Tepuyes del Roraima:
¿Señores, qué es la Patria?
Entonces comenzó a sentir sobre su cabeza, el aletear del espíritu de Andrés Eloy Blanco que le susurró al oído: La Patria, hija mía, lo es todo: lo grande y lo pequeño, lo que pasa y lo que perdura, las realidades y los sueños, toda la alegría y todo el dolor de la vida. La Patria, hija mía, es el pecho de la madre que nos alimenta, el brazo del Padre que nos sostiene, la cabeza blanca del abuelo que se inclina ante la inocencia de un niño, la diestra del sacerdote que nos bendice y la palabra del maestro que nos siembra de luz el pensamiento: eso hija mía, eso es la Patria….
Luego, Maray planteó una segunda pregunta:
¿Qué es una Constitución?
De inmediato, comenzó de nuevo a escuchar las graves palabras del espíritu de Andrés Eloy: La Constitución hija mía, es el texto derramado de los labios eternos del pueblo. Cuando se hace una Constitución, se hace un código moral, pero no se hace una moral. Cuando se hace una Constitución, se hace una norma de conducta pero no se hace una conducta. Cuando se hace una Constitución, se hace una ley de un buen gobierno, pero no se hace un buen gobierno. Es el uso y el buen empleo de las facultades que la constitución confiere, lo que va a determinar las bondades de la Carta fundamental de la República. Eso, hija mía, eso es lo que debería ser una Constitución.
Finalmente, Señores -dijo Maray- y con el más grande y profundo respeto que ustedes me merecen, permítanme una última pregunta:
¿De qué manera debo expresarme ante la Asamblea Nacional para no defraudar a quienes me eligieron como diputada?
En seguida, se hizo presente el espíritu de Ali Primera y dijo: la palabra reprimida, Maray, quema por dentro y produce mucha sed; en consecuencia, exprésate sin miedo, sin descalificar a nadie, con libertad, sin seguir línea partidista y con criterio propio…Échala contra quien sea, así sepas que rompe nubes porque es mejor perder el habla que temer hablar. Recuerda que más arriba de la piel /el grito de la tierra/cuando se asoma el alma/a los ojos del hombre/entonces vamos hombre/sostén con tu palabra/el corazón del pueblo/para que no se caiga….
Terminado el ritual, la joven y hermosa diputada villacurana se despidió con una respetuosa reverencia, abandonó la casa de los héroes de la patria, atravesó la calle y se dirigió hacia la Asamblea Nacional donde se le había convocado para tomarle el juramento de ley…