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La memoria agrícola del venezolano

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 4 min.

Los hombres y pueblos sin memoria, de nada sirven, ya que ellos no saben rendir culto a los hechos del pasado que tienen trascendencia y significación, por esto son incapaces de combatir y crear nada grande para el futuro.”
Salvador Allende
La profundidad de la crisis venezolana, magnificada con esta absurda polarización, tambén ha hecho estragos en nuestras “neuronas colectivas”.
La tragedia del desabastecimiento de alimentos, ciertamente inédita en la Venezuela contemporánea, hace que algunas personas añoren la supuesta abundancia de aquella época conocida como la Cuarta República, mientras que otras promuevan, abierta o inconscientemente una salida por la vía de los “caminos verdes”, un remake de “Buscando al gorila”, esa película de 1991 que vuelve a nuestra pantalla política, estrenada en 1992, pero ampliamente promocionada en 1991.
Coincidencialmente, en ese mismo año, un grupo de notables expertos en agricultura coordinados por un excelentísimo investigador agrícola, el Dr. Eduardo González Jiménez, para entonces presidente de FUNDACITE-ARAGUA, elaboraron un diagnóstico de la agricultura venezolana donde apuntaban: “En los actuales momentos el país no soporta la importación de productos agrícolas, sobre todo en aquellos que pueden producirse en el país, tal es el caso de las leguminosas y de las materias primas para la fabricación de alimentos concentrados para animales. Debemos cambiar el patrón alimenticio inducido por la bonanza económica que conformó un patrón basado en productos importados. Según el INN, de las 2.500 calorías consumidas diariamente, 20% de ellas vienen del trigo, 14% del maíz, menos del 10% del arroz y casi no figuran las raíces y tubérculos ampliamente producidos en el Trópico.”
Las Hojas de Balance del Instituto Nacional de Nutrición (INN) venían mostrando que desde mediados de los 70 había una caída en el consumo de alimentos, es decir, una disminución de la disponibilidad de calorías. Esta disminución del consumo, desde el inicio de los años 90, condujo a que las disponibilidades de calorías se situaran por debajo de los requerimientos promedio, planteando importantes riesgos nutricionales para la población. Este proceso de crecimiento de la pobreza desde finales de la década de los 70 está ampliamente documentado (PROVEA).
Cuando el primer gobierno de Chávez crea la Misión MERCAL en 2003, el consumo de alimentos per cápita se ubica en su nivel más bajo desde la década de los 70 y los sectores de menores ingresos se encuentran en grave riesgo de desnutrición (Juan Luis Hernández). Estábamos por debajo de las 2.000 calorías diarias.
A partir de entonces los principales rubros alimenticios muestran signos de crecimiento importante, especialmente los cereales maíz y arroz, fuentes importantes de calorías.
En arroz se logró un incremento del consumo per cápita de 58,3% en diez años (15,1 kg/persona/año en 2002 a 23,9 kg/persona/año en 2012). Nos autoabastecíamos hasta 2006, cuando se produjeron 559.000 t. de arroz blanco, con unas exportaciones de 75.000 t. (ASOVEMA, 2009). En el periodo 2007-2009 se pudo lograr satisfacer entre el 80 al 90% del consumo nacional estimado en 1,4 millones de toneladas de arroz paddy.
El consumo per cápita de harina precocida de maíz se incrementó en 30% en el periodo 2002-2009, pasando de 30.7 a 39.8 kg/hab/año (INN-ULA). En 2007, la producción de maíz blanco supero las 1.800 toneladas, lo que implica que tuvimos un excedente en este rubro (H. Gaviria, 2008).
En las zafras entre el 2003 y 2008 Venezuela logró moler promedios cercanos a las 9.500.000 toneladas de caña, llegando casi a copar la capacidad de molienda instalada en sus centrales que es de 10.000.000 de toneladas. En esos años Venezuela solo necesitó importar menos del 30 % de su consumo que para ese momento era alrededor de un millón de toneladas, representando la producción nacional el 70 % de la oferta interna de azúcar (W. Gutiérrez).
En 2.004, el consumo per cápita de leche y carne juntos eran 48,75% inferiores a lo recomendable. En concreto, el venezolano consumía solo la mitad de la leche y el 40% de la carne que requería para una dieta equilibrada. Según la Federación de Ganaderos de Venezuela (FEDENAGA) para el 2001, el consumo anual per cápita de carne fue de 17,2 kilogramos por persona, mientras que en el 2010 la cifra se elevó a 19,5 kilogramos. La mayor producción de carne bovina ocurre en 2006, con 442.654 toneladas (Gaceta Ganadera). De igual manera, la producción de huevos, pollos y cerdos, amparados con el incremento de las importaciones de maíz amarillo y soya, crecieron notablemente.
Lejos estamos de justificar la política económica del chavismo, fuertemente orientada hacia el consumo, no hacia la producción, y basada en la importación. La mejora del bienestar que se logró durante el primer gobierno del presidente Chávez se obtuvo mediante mayor intervención del estado en la economía y de la disposición de abundantes ingresos petroleros que permitieron la expansión del consumo tanto público como privado. Durante el 2004 Venezuela experimentó un crecimiento del 17,9 % en su PIB, unos de los más altos del mundo según cifras oficiales y del FMI.
Pero no se puede negar que hubo crecimiento de la producción agrícola, por lo menos hasta el 2008, cuando se le ordena a PDVSA importar alimentos en forma masiva, por un valor superior a los 7.500 millones de dólares.
Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que es a partir del año 2006, que comienza la crisis del sector agrícola: el precio del petróleo aumenta y Chávez cree que la disponibilidad de divisas es infinita. Lanzando el país al barranco del socialismo del Siglo XXI, encarga del Ministerio de Agricultura y Tierras a Elías Jaua, y la importación de alimentos y bebidas se eleva a 276 US$ por persona/año, triplicando la cifra la importación promedio ocurrida entre 2001 y 2005 que fue de 80,5 US$ por persona/año (C. Machado Allison) Además de ello la intervención del gobierno se torna más intensa, ocurren las expropiaciones de tierras, las invasiones de fincas productivas y los controles de precios, para luego rematar con esa gigantesca estafa que fue la “gran” Misión AgroVenezuela y el despojo de AGROISLEÑA.
Como el pez, o el perro, que se muerde la cola estamos en un círculo vicioso, condenados a prolongarlo hasta el fin de nuestra existencia, si no somos conscientes de nuestro pasado y de cómo llegamos a la crítica situación que hoy padecemos.
Aragua sin Miedo
Mayo 22, 2016