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¿Y qué será de la vida de aquella izquierda irreverente?

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 5 min.

Es bien sabido que buena parte de la izquierda venezolana incursionó en la guerra de guerrillas en la década de los sesenta, contagiada por el triunfo de Fidel en Cuba, mientras que algunos grupos e individualidades cuestionaron esa vía para tomar el poder. Luego de la derrota política y militar de la insurrección armada en los años 70, una parte de ella se incorpora a la vida democrática con “la pacificación” de Rafael Caldera, mientras otro fragmento persistió en la radicalidad, aunque más silente y aislada. Describiremos parte de la prédica y conducta de los últimos mencionados en el pasado, para compararlo con su proceder en la actualidad, que ostentan el poder.
Asumiendo que las generalizaciones tienden a causar errores, podríamos afirmar que todos se caracterizaban por tener extensas reuniones, donde la sola aprobación de la agenda del día constituía un largo debate. Igualmente, en todas las organizaciones hacían críticas con total libertad a sus máximos dirigentes, en cualquier tono, en muchas ocasiones con excesiva dureza. El antimilitarismo era muy claro, oponiéndose a la compra de armas para los uniformados, algunos argumentando que se debería reducir el tamaño de las Fuerzas Armadas. Se proclamaba que la sensibilidad era propia de los socialistas o revolucionarios, tanto que podían indignarse e involucrarse ante el sufrimiento de la gente en cualquier parte del mundo; cuestionando enfáticamente –con toda razón- las muertes y torturas que sufrieron muchos que apoyaron o participaron en la lucha armada. La crítica a la corrupción y a la mala gestión de los funcionarios públicos está registrada en los medios de la época.
En fin, eran cuestionadores, irreverentes, rebeldes y contestatarios, tanto los moderados como los radicales. Pero si habían diferencias: los primeros terminaron por aceptar las reglas de la democracia, aunque hayan sido los principales jefes de la guerrilla, mientras los otros, auto denominados como “revolucionarios”, hablaban con desprecio de la “democracia burguesa”, sin abandonar la idea de la toma del poder por otra vía.
Con el transcurrir del tiempo, vemos como estos últimos llegaron al gobierno de la mano de un líder carismático, sumándose algunos moderados que saltaron la talanquera al regresar a lo ya cuestionado. Abandonaron la discusión y asumieron con obediencia los criterios y decisiones del máximo líder, sin contradecir en nada sus criterios. La frase en un pendón: “Mande usted comandante, que nosotros obedecemos”, en un acto oficialista, es confesión de parte. Quienes se atrevieron a objetar los juicios del jefe, salieron como “corcho e´ limonada”. Los integrantes del “proceso” terminaron convertidos en adoradores de personas, como lo hacen los fieles religiosos, y hasta plegarias crearon. Sus criterios sobre los militares cambiaron radicalmente, asumiendo los modos y el lenguaje militar, justificando gastos en armas, por encima de las necesidades sociales, aceptando que los verde oliva sean los mandamases en todo. Ahora se pusieron “firme y a discreción”.
Sobre la sensibilidad social, su práctica contradice el discurso. Durante este gobierno, la gente tiene que comprar todos los insumos en los hospitales, la escasez de medicinas en las farmacias es brutal, igual que la de alimentos, resultando en enormes colas para adquirirlos. Por lo tanto hay mucha gente enfermando, muriendo o con secuelas por el incumplimiento de los tratamientos, y pasando hambre, mientras la pobreza supera los niveles previos a su llegada al poder. La criminalidad anda desatada, la vida nada vale.
Con el caso de Franklin Brito igualaron a la criticada Margaret Thatcher, quien dejó morir en huelga de hambre a Bobby Sands, y 10 activistas más del Ejercito Republicano Irlandés, IRA. Recordamos la persecución y negación de los derechos garantizados en la Constitución contra los registrados en la lista Tascón. Hoy, nuevamente, despiden a los trabajadores de la administración pública que firmaron por revocar al mandamás de turno. Seguidores desnudaron a seminaristas de Mérida, vileza que habían cometido hace años en la UCV, pero los jefes no se han desmarcado de tan oprobioso hecho. Eso dice su posición. Más de millón y medio de venezolanos han emigrado del país, buscando preservar y tener la calidad de vida que no se encuentra en el país. Aún los jerarcas no se dan cuenta que esta emigración de personas tan capacitadas, es una pérdida de capital humano irrecuperable, un empobrecimiento absoluto de todo el país.
La corrupción, pilar fundamental de la campaña electoral del presidente fallecido en 1.998, ha llegado a niveles asombrosos. Más de 350.000 millones de Dólares se robaron en pocos años, según los disidentes de Marea Socialista, cantidad monstruosa, que habla del robo continuado más grande en la historia de la humanidad, según conocedores.
Los autonombrados “revolucionarios”, tienen una sorprendente incapacidad para ver el hambre, el creciente empobrecimiento de la población, la inflación, la crisis humanitaria de la salud, y de los servicios, el deterioro institucional, la violencia y muertes generadas por la inseguridad (aunque a los jerarcas les maten escoltas y familiares). Tampoco se percatan del enriquecimiento vertiginoso de algunos líderes y adláteres, la exaltación religiosa de su líder local y de Fidel, la violación continua de la Constitución y las leyes, según sean sus intereses, ni el secuestro de los poderes, usándolo según la conveniencia de los dirigentes del proceso.
Resulta muy significativa la continua proyección de las responsabilidades en supuestos agentes externos, enemigos internos, y en los ciudadanos que toman medidas para resguardarse en tan desfavorecedor contexto, sin percatarse que lo que vivimos es consecuencia de las medidas que han tomado; también la política de ocultar hechos delictivos realizados por “camaradas” o amigos del “proceso revolucionario”, así como el continuo ocultamiento y maquillaje de las estadísticas, por parte del Banco Central, el INE y todos los organismos públicos. Todo eso nos hace pensar que no es discapacidad para percatarse de la realidad, sino que realmente no les importa tanto padecimiento y malestar. Niegan, minimizan o matizan la dramática realidad, pero señalan de fascistas a los de la acera contraria, a la mayoría, y persiguen a sus dirigentes. Tampoco advierten las similitudes de su propaganda, la persecución y la manera de excluir a los ciudadanos que se le oponen con la manera de mandar del Stalin, “el padrecito”.
En fin, de irreverentes, rebeldes, sensibles y honestos, pasaron a ser reverentes, obedientes, sumisos, corruptos y opresores, contradiciendo lo que fue la línea discursiva de toda su vida. Pero son corresponsables en la tragedia que padece el país, y de la castración de la idea de un socialismo democrático para lograr un país justo, equitativo, solidario, de oportunidades para todos, que lo hay, y será motivo de otras líneas. Nada más y nada menos. Diría el periodista Oscar “Chivo Negro” Yánez: “así son las cosas”