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¡Los cuatro jinetes del apocalipsis venezolano!

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Tiempo de lectura: 7 min.

Hace poco escribí unas notas que llame “Las siete plagas de Venezuela”, aludiendo a las premisas ideológicas y políticas que creo están detrás de la situación venezolana de tiempo atrás y ahora, aunque quizás sea muy exagerado utilizar la palabra “apocalíptico” para explicar las mismas circunstancias, escribo estas líneas para poner el énfasis en el contexto de los factores políticos e institucionales que nos han llevado a la situación que vivimos hoy día y que vienen consolidándose de tiempo atrás.

La coyuntura actual no lo explica todo.

Desde luego que la principal razón de la catástrofe económica, social y política por la que pasamos tiene que ver con el “modelo de deterioro y destrucción” que viene instalando el socialismo bolivariano, muy al estilo a “la venezolana”, con sus incongruencias e incompetencias. Los problemas de la vida cotidiana que afrontamos, el de la salud, la educación, la familia, el empobrecimiento progresivo de la población, agravado por las cifras de hiperinflación, contracción económica y por el cierre de industrias, comercios, empresas agrícolas que daban empleo a un importante número de venezolanos, dan razón de sus efectos, a lo que se añade la situación por la que pasa PDVSA.

Lo que deseo destacar en estas notas es que no es por casualidad que esa “revolución” y su Gobierno hayan llegado al poder y control que tienen, sin la conformación histórica de una estructura y una organización del poder político e institucional que lo ha permitido. El tema ha sido tratado exhaustivamente en el área política e institucional por el Dr. Juan Garrido en el documento “Necesidad de un Proyecto Integrador para Venezuela”[1] a quien se le debe todo su desarrollo. Ahora toca volver a traerlo a la consideración de la opinión publica.

A esa estructura la he llamado ¡los cuatro jinetes del apocalipsis venezolano!, porque son determinantes en un tipo de poder político que llena todas las condiciones para aniquilar la sociedad civil en todas sus expresiones. Son cuatro: Centralismo, Estatismo, Hiper Presidencialismo y Partidocracia.

Centralismo

En aquel documento se defiende la idea de que el paso del “federalismo” al “centralismo” fue una “tragedia” en el sentido de que nunca se realizó bajo una auténtica transición convenida y consensuada y que, en realidad el centralismo se impuso a toda costa sobre las regiones, pues los poderes locales quedaron subsumidos en aquel desde el punto de vista institucional, político y económico. Antes del petróleo la zona central y costera aglutinaban el poder político, pero llegado este el efecto de atracción fue fulminante. El centro dominó en todo sentido.

Ahora bien, para evaluar el tema en un enfoque equitativo, cabe preguntarse: ¿Es eso completamente negativo? El centralismo tiene la ventaja de que permite la construcción de un Estado moderno, con la identidad e integridad que culmina en el formato contemporáneo del Estado-Nación.[2]

Si embargo, tal atributo, sin dudas positivo, tiene que ser atenuado o compensado con la casi anulación de las identidades y potencialidades de lo local. Cuando ello sucede, y es el caso venezolano, el centralismo apaga todas sus ventajas y queda, si se pudiera expresar de alguna manera, “solitario” con todo el poder y se produce un gran desbalance sin ninguna contrapartida de control por los actores locales y regionales. La expresión “todo se decide en Caracas” ilustra claramente lo expuesto.

Cuando llega el petróleo el centralismo se acelera vertiginosamente, principalmente porque las regiones pierden sus fortalezas económicas, frente a este. El petróleo es la generación de riqueza por excelencia y no tiene correspondencia equivalente, especialmente al convertirse en el único capaz de crear ingresos externos en divisas convertibles. El petróleo fortalece incontrovertiblemente el centralismo.

Estatismo.

Podría ser que los efectos del centralismo no fuesen tan perjudiciales, sino fuera por el paralelismo que se crea en Venezuela con el fortalecimiento del Estado, lo cual, obviamente se multiplica el problema en la medida que las limitaciones al desarrollo de lo local merman en el desempeño de una sociedad civil más fuerte y más autónoma.

Siendo que el Estado venezolano se ha adueñó de la principal riqueza del país, las posibilidades de ampliación de las capacidades productivas de la sociedad se limitan, pues aquel ha asumido, a lo largo de nuestra historia, las principales actividades creadoras de riqueza. El petróleo, el hierro, el aluminio, la petroquímica son los ejemplos más evidentes, sin entrar en los momentos en que ese Estado decide ocuparse directamente del negocio hotelero, agrícola, bancario, etc., etc., lo cual, sin duda alguna inhibió la pertinencia de una sociedad civil con todas sus potencialidades.

Finalmente, el hecho de que “petróleo y Estado” vienen siendo casi la misma cosa, la necesidad de una o unas alternativas productivas equivalentes no es indispensable. El Estado puede con todo. Centralismo y estatismo “van de la mano” al explicar la situación venezolana.

Hiper Presidencialismo.

Agréguese a este cuadro el tema del super poder de un presidente en Venezuela, “dueño y señor” de todos los recursos, a quien, además, se le fueron cediendo las más significativas atribuciones del poder, comenzando por las que hacen la genética de una Asamblea Legislativa, cual es ceder su principal atribución de legislar. Se puede comprobar que en casi todos nuestros años de vida republicana las más importantes leyes económicas han sido elaboradas por el poder ejecutivo.[3]

No hay institución en Venezuela que tenga un poder similar y no hay la que pueda ejercer frenos o controles a ese “super poder”. Por ejemplo, la institución del Estado creada para seguir y controlar el sistema monetario, el Banco Central, queda en sus manos, al poder nombrar Directorio y presidente a final de cuentas. Si a ello se añade el “sutil” agregado de que es Él principal y único accionista de PDVSA, supuestamente representando a todos los venezolanos se completa ese “super poder, el cual se ejerce sin preguntar o consultar sus decisiones con persona o institución alguna. El presidente de Venezuela, una vez elegido, recibe un “cheque en blanco” para hacer con el país lo que desea.

Recapitulando: Centralismo + Estatismo+ Hiper presidencialismo, suman tres de los “jinetes” de este apocalipsis que se vive día a día y que ya serían suficientes para caracterizar el daño. Se entenderá que construir una sociedad más democrática, más descentralizada y más representativa, con esas limitaciones será muy difícil. A los tres añadimos un último contaminante que termina de completar la parodia que se vive actualmente.

Partidocracia.

Una palabra que nada tiene que ver con el ejercicio de los partidos políticos, hasta ahora la mejor manera en que los ciudadanos expresan y delegan sus intereses y su ideología política, pero cuando la conformación de los partidos políticos deja de lado sus principales atribuciones pierden esa inmensa ventaja y se convierten en gobierno de partidos, esto es, partidocracia.

No hay duda de que las instituciones sociales y los gobiernos revelan la identidad entre los partidos y las ideas y en todos los países ellos están asociados a determinadas ideologías, sea la social democracia, el marxismo, los social cristianos, los liberales, lo que marca la pauta de sus acciones de gobierno, pero una cosa es esa y otra cuando el partido hipoteca para sus fines al resto de las instituciones, sean estas gremiales, empresariales, sindicales, etc., etc., y estas pierden su identidad y principales atribuciones para convertirse en apéndices de los partidos.

En el documento citado dijimos:

“La participación de todos los estratos sociales en la deliberación que conduce a la legislación y en la gestión pública solo es posible combinando las figuras políticas de la representación y de la participación mediante lo que podríamos denominar una representación-participativa y una participación-representativa. En el primer caso, se requiere diseñar mecanismos que conecten los partidos políticos con los electores y las instituciones espontáneas de la sociedad civil y, en el segundo caso, la sociedad civil, en sus diversas manifestaciones, tiene que organizarse a sí misma para poder participar activamente en la formulación de las leyes porque…”[4]

Lo que sucedió en Venezuela es que esa doble relación se rompió, no solo por la ruptura de la representatividad, dada la poca periodicidad de las elecciones internas de los partidos, sino porque la participación se vio menguada en el tiempo. Los intentos de “protagonismo y participación” fueron intervenidos por métodos nada vinculados a una autentica participación. De hecho, esta ultima fue completamente contaminada por el poder presidencial en sus últimas versiones de gobierno.

El tema de la partidocracia, tuvo buenas y malas experiencias a lo largo de nuestra historia, pero de todas ellas la peor es la que se vive actualmente, cuando el gobierno y el Estado son completamente supeditados a los dictámenes del partido. Es la “partidocracia” en todo su esplendor.

Si recapitulamos y sumamos, centralismo, estatismo, hiper presidencialismo con la partidocracia, el país y su sociedad quedan plenamente enclaustrados en una dirección, pues los partidos políticos se vuelven los primeros defensores y cómplices de un “status quo”, en el que es y será muy difícil reconstruir un nuevo balance de poder y cuyo mayor peligro, no es que se haya perdido todo el poder, que ya es bastante, sino que la sociedad entera queda enteramente a la merced de los cuatro jinetes de su apocalipsis.

Para evitar ese desenlace solo queda el camino de una toma de conciencia y un despertar de la sociedad civil organizada que revierta esas poderosas fuerzas, porque de lo contrario quedan consolidadas las bases de un gobierno poco democrático y de una “cuasi monarquía”, como se puede comprobar y ¡Sin darnos cuenta!

[1] Necesidad de un Proyecto Integrador para Venezuela. Juan Garrido y Maxim Ross.UMA, 2016

[2] La lucha por expresiones locales o autonómicas es un tema reiterativo en estos tiempos.

[3] Ver document citado.

[4] Documento citado. Pag. 83 y siguientes.